domingo, 6 de mayo de 2018

UNA RAZÓN DE ESTADO

De la agremiación por miedo
Luis Barragán

Ocupados en las vicisitudes amargas de nuestra propia crisis, el ascenso de Miguel Díaz-Canel, en Cuba, pasó inadvertido. Quizá por  el hastío y repulsión que ya provoca cualquier  noticia proveniente  de la dictadura caribeña, quizá porque resultó de una selección de las camarillas que todavía la tributan a Raúl Castro, apostándose desde distinto ángulos a  la espera del indelegable dato biológico.

Esa es la democracia participativa de masas, como leímos alguna vez en un ensayo habanero, que el madurato aspira definitivamente para Venezuela: una comedia del grupo dominante del partido, con ciertas ínfulas dizque parlamentarias, consagra la fórmula que nada tiene que ver, en lo absoluto, con el voto universal, directo y secreto que a los venezolanos nos costó tanto en sangre, sudor y lágrimas. El sucesor, Díaz-Canel, logró superar a Valdés Mesa, a Valdés Menéndez, Morales Ojeda, Bejarano Portela, a la Chapman y a la Jhonson, de acuerdo a las rivalidades o supuestas rivalidades del “survey” de la prensa internacional (http://lbarragan.blogspot.com/2018/04/el-lierazgo-cubano-listo-sanseacabo.html), aunque nunca es definitiva la sucesión inmediata de un tirano que ha hecho escuela.  

La tentación es la de volver a “Huracán sobre El Caribe. De Fidel a Raúl” de Américo Martín (UCAB, Caracas, 2013), para re-ensamblar el proceso cumplido, siendo muy poco lo que  dice del sucesor actual, por razones obvias. Sin embargo,  lo más importante es subrayar el deber ineludible que tiene de salvar algo más que la revolución, por cualesquiera vías, porque Obama hace bastante tiempo que duerme en su casa.

Así como Chávez Frías salvó a la dictadura caribeña del estrépito, subsidiándola enfermizamente, Maduro Moros, el agente ejemplar, ha de hacer lo propio, como en efecto lo hace. Y es que, de caer, las consecuencias serían incalculables para todas las camarillas agremiadas por el miedo, a sabiendas que el pueblo cubano desea respirar un siglo que desconocen, en libertad.

Venezuela es una razón de Estado, de supervivencia, de extrema supervivencia y no escatimarán ninguno esfuerzo por mantener a flote el averiado barco del miraflorino.  Muy después, cuando todo haya  pasado, se sabrá de lo que fue capaz de hacer la dictadura cubana para evitar, acá, una caída de imparable repercusión, allá.

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