miércoles, 2 de mayo de 2018

PODA

Biblioteca USB. Al fondo, los ficheros
Érase una distinta y elocuente clase política (o del arbolito de navidad)
Guido Sosola


La curiosidad nos llevó a la Universidad Simón Bolívar y su semana latinoamericana y caribeña, en una actividad programada por el Instituto de Altos Estudios de América Latina, a través del Centro Latinomericano de Seguridad. Como vemos, así, algunos dirán que no era fácil llegar al sitio, salvo los más familiarizados con las tareas ordinarias de una academia – faltando el detalle -  presupuestariamente asfixiada.

Lo cierto es que estuvimos en dos de las mesas de discusión, en un auditorio al que se accede a través de una acogedora biblioteca que exhibe también un fichero manual que llamó la atención de un par de jóvenes: viéndolos por unos diez minutos,  jamás habían palpado unas fichas, sonriendo juguetonamente al apoyarse en una de las gavetas del insigne mueble. Continuamos nuestro camino y nos vimos en la mesa dedicada a los representantes de los partidos que tuvieron una más acusada identidad ideológica en el siglo XX.

Hubo novedades en las exposiciones, como ha de ocurrir en una actividad académica que sea tal e intente sintonizar con las realidades actuales. En efecto, aunque no pormenorizaran en torno a los seguidores o, en propiedad, a la escuela y a la tradición política que fundaron,  nos preguntamos sobre cuáles equivalentes tenemos hoy de Rómulo Betancourt, Rafael Caldera, Jóvito Villalba, Gustavo Machado y Luis Beltrán Prieto Figueroa.

Tomemos el ejemplo de Prieto y veremos que, independientemente de su vigencia, para llegar a la tesis del Estado Docente, en trance de su senaduría en los años treinta, dedicó muchas horas al estudio, a la investigación y al intercambio con los más entendidos y, ello, no era en nada incompatible con el perfil de un liderazgo popular, cuya margariteñidad le salía por los poros, ni con la acción en el mundo del específico gremio magisterial.  En lo personal, ocurriendo algo semejante con sus colaboradores más cercanos, estaba cultural y profesionalmente bien equipado y, aunque la política fuese una vocación inevitable, podía perfectamente dedicarse a  cosas alternas; acotemos, construyendo una propia, el orejón venía de la escuela del empedernido fumador de pipa.

Nadie está pidiendo que el dirigente político sea una suerte de Sócrates deambulante y de una imparable mayéutica en cualesquiera espacios que se presente, pero es demasiado obvio que, en una etapa de quiebre histórico, como la nuestra, urgidos de la más pronta reconstrucción posible de la mismísima República, ya estamos hartos de la improvisación, la ignorancia, la  piratería, la pose, el “tirarse una parada” como hizo Chávez Frías, cuya imitación es deplorable en las propias aceras de la oposición.  A mí, que no me simpatiza precisamente César Miguel Rondón, entiendo el asombro que le causó lo dicho por un parlamentario, a propósito de un “arbolito de navidad” (http://epmundo.com/2018/escuche-aca-la-descarga-que-le-dio-cesar-miguel-rondon-a-este-opositor) y recordaba con qué placer leí el libro “Historia de las ideas en Venezuela” de David Ruíz Chataing, de factura reciente, sobre los planteamientos y la calidad de los planteamientos de una dirigencia que publicaba sus artículos, libros, folletos, etc., al igual que tenía sentido de las cosas prácticas.

Hemos retrocedido demasiado en Venezuela y la clase política así lo revela, bastando con irse a Youtube y apreciar, en sus espacios naturales, cuánta diferencia hay entre los discursos de una Asamblea Nacional ya de varios lustros y los discursos de un Congreso de la República que sentó al liderazgo nacional, al liderazgo intermedio, al liderazgo de las más variadas vertientes políticas, sociales e ideológicas, empuñando el micrófono con la soltura, versatilidad y  hondura que le garantizaba el buen equipaje. Y a mi nadie me venga con la pendejada de la postmodernidad y afines, porque esto, lo de ahora, es premodernidad, barbarie, tribalismo, insensatez, sobreviviendo una concepción de la vida y de las cosas que legó Osmel De Souza.

Érase una muy distinta y elocuente clase política,   incomparablemente mejor equipada, formada y adiestrada que la de hoy, la que – imagínense – tiene la responsabilidad de reconstruir al país. Por ello, celebro dos textos que responden indignados ante un fenómeno demasiado propio de la crisis que nos aqueja, como los alusivos de Luis Alberto Buttó y Humberto González Briceño, en La Patilla.

02/05/2018:
https://www.lapatilla.com/site/2018/05/02/guido-sosola-erase-una-distinta-y-elocuente-clase-politica-o-del-arbolito-de-navidad/
https://venezuelaunida.com/guido-sosola-erase-una-distinta-y-elocuente-clase-politica-o-del-arbolito-de-navidad/

Salida USB
El arbolito ideológico
Luis Alberto Buttó 

La metáfora del «arbolito de navidad», utilizada por cierto diputado de la oposición para responder acerca del qué y el cómo de la realización de la jornada de protesta convocada para el pasado 27 de abril por el llamado «Frente Amplio Venezuela Libre», más allá de representar otra de las tantas anécdotas vergonzosas que ilustran el bestiario político-partidista que campea en la sociedad venezolana por lo menos desde hace dos décadas, configura demostración palmaria de la escasa, por no decir inexistente, formación ideológica que caracteriza al liderazgo político nacional; es decir, la desoladora e inmensa orfandad teórico-conceptual en que éste se encuentra.

Sin dejar de reconocer las notables excepciones del caso, es dable puntualizar que, en proporción abrumadora, el liderazgo en cuestión es fundamentalmente ágrafo e iletrado. Lo primero, hace rato quedó en evidencia en tanto y cuanto jamás se atrevió a poner por escrito las ideas que supuestamente le nutren el pensamiento acerca del país, su presente y su destino. De hacerlo, no superaría el estéril e infantil ejercicio de borronear sobre papel. Lo segundo, porque sus manos desconocen el acto de sostener un libro para algo más que encontrarle el sitio adecuado en la pequeña biblioteca de la casa o el despacho. Esto último constituye la razón por la cual aún no descubre que la lectura destinada a facilitar la exacta comprensión de las complejidades sociales, es imposible realizarla en ciento cuarenta caracteres. Inmediatez y estulticia de por medio, jura que el concepto pretorianismo refiere a la guardia personal de los emperadores romanos y evoca algún plato de la gastronomía alemana cuando se tropieza con el vocablo grundrisse.

Para justificar tan desacertadas conductas, los integrantes de este liderazgo se atrincheran en excusas abiertamente lastimosas. Por un lado, suelen enrostrarle a quienes los critican que lo hacen anclados en la mera teoría y reivindican el hecho de que ellos no tienen tiempo para disquisiciones academicistas porque todos los días están «pateando» la calle. Al atrincherarse tras ese escudo, no perciben que poco provecho rinde andar a campo traviesa en una sociedad de la cual ignoran los móviles profundos de su desenvolvimiento. Desconocen con toda la intensidad del verbo que ningún conjunto social es lo que es sino lo que viene siendo y que descifrar ese lo que viene siendo sólo es producto del estudio sistemático, concienzudo y sereno de la realidad en sus dimensiones pasada y presente; la identificación de las constantes históricas, por ejemplo.

Por otro lado, justifican la simpleza y parquedad del vocabulario desplegado en cuanta oportunidad se les presenta, recalcando que el lenguaje utilizado es aquel que es entendible por el pueblo. Se ufanan de hablar de aquello que al pueblo le interesa, de aquello que el pueblo comprende. En primer lugar, al pronunciarse en tal sentido, demuestran que no tienen ni remota idea de lo que el constructo pueblo significa. En segunda instancia, a ese conglomerado que pregonan enaltecer, en realidad lo desprecian a rabiar al considerarlo corto de entendimiento. En resumidas cuentas, quien mal habla no lo hace porque provenga del pueblo o porque quiera darse a entender por el pueblo. Habla mal porque es ignorante y punto. Lo demás son puras zarandajas.
Es necesario recordar que las luces de un arbolito de navidad son festivas, no intelectuales. ¡Ay del país dirigido por quien no entienda la diferencia!

Fuente:
https://www.lapatilla.com/site/2018/04/29/luis-alberto-butto-el-arbolito-ideologico/


Biblioteca USB
El “arbolito de navidad” de la MUD Humberto González Briceño

 En Venezuela hay dos tipos de oposición: la oposición radical al régimen y la oposición estilo MUD. La primera es la respuesta instintiva de millones de venezolanos que comprenden que el fin de esta pesadilla pasa por el derrocamiento de la tiranía y la ruptura innegociable con el estado chavista. Es espontánea e insolente. Es la oposición que ha madurado y aprendido, luego de diecinueve años de engaños y desesperanzas con una dirección política “opositora” que siempre ha colaborado y traicionado.

La otra, es la oposición de siempre, negociadora y colaboracionista con el régimen. Ha sido la responsable de promover la ilusión electoral que atornilló al régimen chavista, al inmovilizar al pueblo y descartar la confrontación directa. Esta es la oposición que intenta cubrir su rastro con maniqueos llamados a protestar en horas de oficina y una insincera proclama por la abstención electoral.

Mientras la semana pasada el Frente Amplio de la MUD convocaba una protesta tipo “arbolito de navidad”, como lo dijo un anodino diputado de Primero Justicia, Venezuela ya tenía más de doce semanas con vigorosas protestas en la calle — continuas y espontáneas— las cuales no ha podido detener el gobierno.

Estas protestas que se salen del guión de la MUD recorren toda Venezuela, y son el resultado de un aprendizaje social y la convicción de que al chavismo se le expulsará del poder solo por la vía de la fuerza. Seguirán, aumentarán, a pesar de la represión del régimen, y de la falsa oposición con su “arbolito de navidad” como icono de la banalidad y la hipocresía política.

Fuente:
https://www.lapatilla.com/site/2018/05/02/humberto-gonzalez-briceno-el-arbolito-de-navidad-de-la-mud/

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