domingo, 6 de mayo de 2018

DESBANCARIZABLES

Banco de espera
Luis Barragán

Asunto ineludible, lo que está ocurriendo con la banca privada no es poca cosa. La otra cara de la Venezuela Saudita del siglo XXI, cuyos resultados catastróficos están a la vista, guarda en sus alforjas una historia que tardará varios años en revelarse con la exactitud esperada.

Completamente, ajenos al sector bancario y de los seguros, apenas logramos atisbar un drama que es propio del indecible monopolio estatal de las divisas que, obvio,  ha generado una mafia de enmarañados hilos.  Y es que, si bien es cierto que ha tardado la llamada nacionalización de los servicios, según el libreto, no menos lo es que, de un modo u otro, se ha realizado por lustros de acuerdo a las vicisitudes e intereses de las camarillas del poder que quizá hoy llegan al punto culminante del completo desmantelamiento, permitiéndose acordar y ejercer una completa supremacía. 

La orden de captura y efectiva detención de un grupo determinado de directivos bancarios, indiciados por sendos delitos de una tipificación tan amplia que bien cabe, como ocurre, en este u otros y ajenos ámbitos, genera desconfianza en  la ciudadanía. Y esto, porque – mal que bien – el cuentadante del banco ahora en desgracia, añadido el modesto ahorrista, ha sido mejor servido de compararse con las agencias gubernamentales  hasta por un detalle, como es el portal digital;  siendo numerosos los cajeros electrónicos, amenazado pública y reiteradamente por voceros oficiales u oficiosos de los que aún no se sabe si están o estuvieron revestidos de alguna autoridad,  no hubo disponibilidad de dinero en efectivo, al menos, como en cierta medida contaron otras entidades afines; o, simplemente, los aliados de antes, ahora se convierten en los  más enconados enemigos.

El sistema bancario de la dictadura que, desde un inicial momento lo procuró, prolijo e, inevitable,  incompetente, cuyas quiebras ostentan un récord imbatible, pasa o dice pasar inadvertido, admitiendo sólo la facturación política para airear la punta de un hilo que se pierde rápido en la madeja noticiosa, por no hablar de la situación real de sus trabajadores que escandalizaría al más conservador de los ejecutivos de la OIT. Pocos logran apreciar técnicamente las condiciones de un desenvolvimiento obscuro, pues, como hubiese ocurrido antes, y medianamente ocurrió, no admiten la más distraída investigación parlamentaria.

Transacciones electrónicas aparte, cotizándose el llamado punto de venta como no lo imaginamos jamás, en esta economía del desastre,  parece que la actividad bancaria va sincerándose a tenor de los parámetros totalitarios del régimen, cuyo mejor banco es el de la espera para saldar cuentas con quienes hicieron o se rehusaron a tener negocios con los prohombres del socialismo de la centuria.  Y, aunque luzca paradójico, se va imponiendo  la desbancarización, por mucha taquilla o transferencia de la que se disponga para pagar los salarios y los bonos de un oportunismo insólito, pues, junto a las fichas, las literales fichas del sueño chavista, las pequeñas o grandes actividades financieras sólo compete o competirá a los señores de  la gleba. 

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