sábado, 2 de diciembre de 2017

TORCEDURA DE ÁRBOL

Es que a esta oposición no hay por donde justificarla.
Hermann Alvino  
      
Para los dictadores comunistas siempre debe haber un enemigo externo al cual referirse para endilgarle todas las desgracias que ellos mismos le han cargado a sus pueblos. Solo dos ejemplos para tener en cuenta cuando se escuche a Maduro y a todos sus sicofantes hablar de la guerra del imperio y de la guerra económica de la derecha:
– El primer ejemplo es el castrismo cubano, quien luego de chulearle a la Unión Soviética más de 6 mil millones de dólares anuales durante varias décadas, al disolverse la URSS y caer esa ayudita a un nivel mínimo, pues el pueblo cubano lo pasó muy mal, al menos hasta que Castro consiguió otro a quien chulear, como Chávez.
Aquel período de privaciones, cercano a la década, fue llamado por el castrismo como período especial, cuya causa, la propaganda castrista  la identificó de inmediato con el embargo comercial de EEUU.
Por supuesto que el castrocomunismo deja de lado el responder a la pregunta sobre qué destino tuvieron aquellos reales que los soviéticos le regalaron durante más de treinta años, puesto que en un país como Cuba, con una población que en los años 60 rondaba los 7 millones, y que en la actualidad anda por los 12 millones, ese dinero, más la riqueza propia que la sociedad podía haber generado con buenos gobiernos, habría colocado a la isla a la cabeza de los países más prósperos, en vez de hundirla en la miseria al tiempo que los jerarcas de ese régimen se volvían millonarios.
Dicho sea de paso, aquella montaña de dinero soviético era un peaje que a la URSS le parecía relativamente barato para disponer de un régimen sujeto a pocos kilómetros de su enemigo EEUU. Fue una decisión que también conllevó privaciones a los pueblos soviéticos, pero que al menos tenía un objetivo político, cual era tener amarrado ese aliado caribeño, lo cual contrasta con la decisión de Chávez de haberle regalado al castrocomunismo centenares de miles de barriles de petróleo, más el haberle entregado las llaves de la administración pública venezolana, con toda la riqueza que sus peajes generan. La decisión del barinés de traer acá los cubanos, y llevar para allá el petróleo no tuvo ningún sentido político, sino que fue por la lavada de cerebro que le aplicó Fidel al adularlo como un nuevo libertador, para hacerle bombo a su infinito ego. Una decisión por tanto, egoista en lo personal, pero que en lo histórico se traduce en una traición a Venezuela.
– El segundo ejemplo es el de Zimbabwe y quien fuera su dictador dutante 37 años, o sea Mugabe, un caso que es lejano a Venezuela, por más que en su oportunidad el mismo Chávez se haya aliado con aquel personaje. El ahora defenestrado Mugabe se declaró comunista-leninista bastante antes de tomar el poder de su país, para matizarse luego como socialista, mientras arruinaba a su país al igual que ha hecho con Venezuela el trío Chávez-Maduro-Castro, al tiempo que expropiaba tierras productivas a cuenta de que sus propietarios eran blancos, para dársela a los negros, para luego vender la idea de que la ruina económica que toda esa licura generó se debía a Occidente y a la minoría blanca que ya estando contra las cuerdas, supuestamente controlaba el comercio y la industria de Zimbabwe.
Ambos discursos, el caribeño y el africano son exactos, como lo es el chavista, que proclama que los males de Venezuela se deben a una guerra económica de unos empresarios de la derecha, quienes entre la imposible burocracia, la corrupción, el superintendente de precios, las diversas inspecciones de hacienda, y la ley del trabajo, también están contra las cuerdas.
Un discurso por lo demás que seguirá en la medida en que el petróleo siga a la baja y que PDVSA termine de desmoronarse, porque lo que siempre ha estado claro en Venezuela es que el país depende de la renta petrolera, y que ésta, en un mundo que seguirá ávido de crudo por más que se disuelvan los casquetes polares, a su vez depende de que PDVSA extraiga, refine, distribuya y se alíe con eficacia. Y en esto, la derecha y el imperio tienen poco que ver, al contrario, más bien quisieran que nuestra industria petrolera fuera la mejor del mundo, por simple interés egoísta, porque siempre es mejor tener un suministro de petróleo en la región que irlo a buscar a Arabia Saudita, con la que allá está cayendo.
De manera que ya prevenidos sobre la naturaleza de las mentiras del régimen, lo menos que podría hacer la oposición es desmontar el argumento. Pero nada… ellos, con Vicente Díaz a la cabeza (!), se van a República Dominicana…

Fuente:

FF.AA.
Hermann Alvino 

      
1- Los extremos se tocan. Una frase que vale para las autocracias y dictaduras, tanto de izquierda como de extrema derecha, y tanto para regímenes ateos como teocracias, totalitarismos comunistas y fascistas, porque todos se caracterizan por atropellos y abusos de autoridad dentro de una permanente impunidad.
2- Pero además de la arbitrariedad y el capricho que esa gentuza tiene en común, está la enorme corrupción a todos los niveles, desde la del robagallinas hasta la de quien saquea las corporaciones más importantes del Estado.
3- Sin embargo, y dentro de esa misma corrupción, existe otro vínculo que une esos entornos de atrocidad para las sociedades, cual es la corrupción de las fuerzas armadas, la cual igualmente se reparte desde abajo, con los pequeños peajes que hay que pagar para transitar con la poca mercancía del vendedor informal, o incluso para simplemente desplazarse por el territorio nacional, pasando por el contrabando en grande de cualquier cosa, sean alimentos, vehículos, droga, o inmigrantes ilegales, para llegar a la alta corrupción de visera, a cuenta de que el régimen, sin importar si su liderazgo formal es civil o militar, para mantenerse en el poder necesita mantener a su lado a los militares, un motivo más que suficiente –pasa su concepción del poder-, para darle vía libre a sus tropelías.
4- No es que el militar de partida sea corrupto ni abusador, como tampoco lo es el resto de la gente. El problema radica en que cuando a los seres humanos se les deja pagarse y darse el vuelto sin control alguno, las cosas tienden a escaparse del envoltorio ético donde deberían seguir amarradas. Sobran experiencias sociales y de laboratorio que confirman que cuando se nos otorga poder absoluto sobre el prójimo, probablemente crucemos el umbral sin retorno del abuso, y hasta somos capaces no solo de creernos que el escarnio al que sometemos a quienes dominamos es merecido, sino que el poder del que disponemos también nos ha sido otorgado por nuestros merecimientos.
5- Es que el ser humano es así, débil. Imaginemos entonces de qué será capaz una casta con el poder casi absoluto, cuyos integrantes, con o sin estudios, carecen de la más elemental formación ética, e imaginemos el terreno del abuso y latrocinio por la que una casta militar será capaz de transitar a partir de una formación basada solo en tecnicismos de guerra y en un concepto del honor más aproximado –si se quiere- al asunto del sacrificio de la vida por la defensa del país, o al respeto que el resto de los mortales debe prestarle a las instituciones castrentes, que a la ética personal y a la honestidad, valores éstos que serían mucho más sólidos para generar dicho respeto. Es que ni siquiera los integrantes de las fuerzas armadas en Egipto, Arabia Saudita o Irán, todos ellos devotos musulmanes en sus diversas variantes de dicha religión, son capaces de mantenerse íntegros frente a las tentaciones que le ofrece el poder que les cobija.
6- Así por tanto, es que cuando los uniformes y las viseras perciben que tienen un poder real sobre el resto de la población, incluyendo los civiles que están al frente del régimen, comienzan a desarrollar una voracidad de riquezas y privilegios imposible de detener, salvo mediante una revolución, que probablemente solo sería exitosa con el apoyo de otros militares algo rezagados, tal vez más íntegros, o quizás envidiosos de las riquezas de sus colegas en el poder, a quienes a su vez, de triunfar dicha revolución, también les sería muy difícil mantenerlos a raya, creándose por tanto una nueva camada de abusadores, mientras los civiles esperan e intentan contenerlos con leyes sensatas y severas, al tiempo que también tratan imponer un liderazgo y credibilidad en esas fuerzas armadas que siempre miran al mundo civil por encima de sus charreteras, mientras les siguen permitiendo ciertas libertades en materia de sobreprecios en las compras de armamento, con tal y mantenerlos tranquilos –algo sobre lo cual democracia prechavista, a partir de la presidencia de Betancourt, sabía mucho.
7- El problema entonces de controlar por completo a quienes disponen de las armas, es insoluble, puesto que se anida dentro de la raíz misma de las relaciones humanas, en las cuales, en última instancia priva la fuerza; y este asunto solo puede abordarse sabiendo que al final un país no puede durar sin fuerzas armadas, por lo que se requiere un equilibrio entre civiles y militares, el cual será estable en la medida en que estos últimos estén contentos con su cuenta bancaria, cuyo saldo, en las sociedades maduras que han sido capaces de educarlos dentro de los valores éticos mencionados, puede basarse en dinero limpio y bien ganado, o en el dinero mal habido esquilmado a través de participar activamente en regímenes como el venezolano, como han hecho los generales chavistas del arroz, el pollo, o las caraotas; porque en el fondo, en esta clase de regímenes, ese equilibrio no existe, como no existió en el Chile de Pinochet –comandante de una banda de atracadores con cuello blanco, junto a otra con charreteras, como fue inexistente en las dictaduras militares de El Salvador, Guatemala, Brasil –aunque los civiles post militarismo brasileño hayan sido tan o más ladrones-, Argentina, Honduras, Panamá, Uruguay, Bolivia, etc., más la caribeña Haití, al tiempo que complementamos los mencionados países musulmanes con el Iraq de Saddam, y dentro del ateismo de Estado tenemos por supuesto a Cuba y a la extinta URSS, entornos éstos donde los militares se convirtieron en casta millonaria.
8- Inquieta por otra parte la mala conducta de oficiales en EEUU, un país que presume de ser modelo democrático a exportar al resto del mundo –ver http://www.theamericanconservative.com/articles/when-officers-become-criminals/-, o en la India, que es de facto el país más poblado del planeta con democracia –http://www.firstpost.com/india/corruption-in-armed-forces-how-extensive-is-the-rot-388808.html-; los escándalos por sobreprecios en el Pentágono, que en parte se delataron cuando se comprobó que un simple martillo se compraba por $500, la sangría de dólares del contribuyente norteamericano en la reconstrucción –es un decir- de Iraq y Afganistán, más los viajecitos de placer con esposas y/o amantes de muchos oficiales, desdicen del concepto de honor castrense que desde siempre nos han querido vender desde el Norte, con Hollywood a la cabeza de ese marketing de medallitas.
Las variantes que se van descubriendo del mal comportamiento de los militares ya sobrepasan entonces los cotos típicos dentro de los cuales ellos se desempeñaban con relativa impunidad, como es el de la compra de armas y equipos militares, para expandirse a entornos muy diversos como el de los spa y las saunas pagados con dinero que no es suyo. Pero por supuesto, al menos por allá, si los pillan probablemente los juzguen más o menos discretamente para apartarlos de su carrera como oficiales, aunque no tengan que desembolsar nada de lo que se embolsillaron, mientras que en países como Venezuela, los militares tracaleros los ascienden, y nombran ministros y presidentes de empresas del Estado, y los promueven para que sean gobernadores.
9- Junto a esa impunidad relativa dentro de las democracias, y absoluta dentro de las dictaduras, destaca la que esos ladrones de visera gozarán luego de que caigan esos mismos regímenes de derecha que apoyaban, que a su vez contrasta con los fusilamientos y bayonetazos a los que serían sometidos si por casualidad una democracia o monarquía cayese en manos de un régimen comunista –como ocurrió en la Revolución Rusa que acabó con el zarismo, y como sucedió con Mao luego de triunfar con su Larga Marcha-, pero una impunidad que no sorprende luego de que esa misma casta se haya cambiado de casaca en la Rusia postsoviética, para seguir gozando por cuenta ajena. Hay de todo, pues.
10- Visto así, nadie debe extrañarse del latrocinio de los militares chavistas, ni del nombramiento de Maduro para que a PDVSA la dirija un general que viene de tener varios quesos como ministro de la vivienda, un proyecto que a través de las grietas de esas construcciones deficientes y hasta peligrosas para sus inquilinos, va colando y delatando la magnitud de la estafa. Un general que lo primero que declaró fue que estará como un soldado al frente en esta batalla, confirmando que el pobre no sabe nada de esa industria, aunque sí de lo otro…
11- El militarismo dentro del régimen chavista entonces, pasa a ser un caso de libro en el cual se combina tanto la necesidad de darle mano suelta a los militares a cuenta de su apoyo para perpetuarse en el poder, como el mal comportamiento de soldados y oficialidad, que ha desangrado sin pestañear a ministerios y a empresas del Estado, y siempre que se pueda, al mismo venezolano de a pie, en cualquier alcabala o taquilla de la administración pública… lo que nos indica que si en democracias más o menos serias vale aquel dicho de que siempre es bueno tener un abogado, un cura o un médico en la familia, pues en estos países no democráticos, la recomendación lógica para un joven talentoso que aún está indeciso sobre qué senda tomar para su futuro, es que aparte la ética –si es que la tiene-, y se meta a militar, que allí es boche seguro, tanto para llenarse el bolsillo como para el olvido colectivo de su deshonra.

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