domingo, 10 de diciembre de 2017

DEL PROCESO DE MINIMIZACIÓN VENEZOLANA

Tecnoburocracia militar
Luis Barragán

Beneficiario o no del programa de becas de la Fundación Gran Mariscal de Ayacucho, lo cierto es que, entre los ochenta y noventa del siglo pasado, supimos de un coherente y convincente elenco tecnocrático, originado en el sector privado. Alcanzó relevantes y decisivas posiciones de poder, impulsando el programa de estabilización y ajuste estructural del segundo gobierno de Carlos Andrés Pérez, siendo el más importante fracaso el de su inexperiencia para afrontar un ambiente político todavía más crítico y hostil, como puede constatarse a través de Mirtha Rivero y su ya clásico título, “La rebelión de los náufragos” (2010).

Al interior del Estado, ya despuntaban otros elencos, destacando obviamente el petrolero, aunque el desarrollo gerencial en otras áreas, como las telecomunicaciones, eléctrica, siderúrgica o del transporte (Metro de Caracas), pudo llegar más lejos en sus aportes. Todavía el sector público exhibía sectores de un muy profesional desempeño que, inevitable, sucumbieron en el presente siglo.

Sobresaliendo la tecnoburocracia petrolera, pocos repararon en la lenta conformación y existencia, como desleal competencia,  de la militar. Ésta, surgida con grandes particularidades a partir del Plan Andrés Bello, es la que ha heredado la presente centuria, dándole una definitiva configuración al Estado Cuartel, de acuerdo a la notable contribución académica que ha hecho Luis Alberto Buttó y su “!Disparen a la democracia!” (2017). Valga acotar, semanas atrás, hallamos un viejo texto de William Izarra (El Nacional, Caracas, 21/01/1980: http://lbarragan.blogspot.com/2017/11/iluminismo.html) que así lo confirma, tratándose el autor de un – por entonces – militar activo que, integrante o en vías de integrar una logia secreta, alcanzaba los predios de la prensa.

Lo cierto es que, quebrada la industria petrolera, repentinamente descubierto el prontuario policial y, al parecer, terrorista de Eulogio del Pino, quizá sublimando los estalinistas procesos de Moscú, la dirección de la empresa ha sido entregada al mayor general Manuel Quevedo. La militarización de ésta y todas las empresas públicas, como la del Estado en sus despachos aun administrativamente más modestos, rubrica el triunfo histórico de la otrora insospechada tecnoburocracia militar. Sin embargo, tratamos de un triunfo demasiado relativo.  

Nada casual, evadiendo sus propias responsabilidades, Maduro Moros confió a la Fuerza Armada la conducción de la grandilocuentemente llamada Gran Misión Abastecimiento Seguro y Soberano, y todo el mundo sabe de nuestra prolongada emergencia humanitaria, por no abundar en otros ejemplos. Por lo que, contrario a  lo que se esperaba de la escuela que apostaba por el protagonismo de la corporación castrense en el desarrollo nacional, en los términos de una cotizada doctrina de seguridad y defensa, el retroceso ha sido sorprendente y ya no sólo versamos sobre la inexperiencia política de un elenco tecnocrático, sino en torno a  su propia incompetencia en áreas diferentes a las de su profesión y especialidad.

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