miércoles, 27 de diciembre de 2017

CUADERNO DE BITÁCORA

Todo nace y se agota en consignas. El asomo de una política pública, se reduje a la idea de un espectáculo de lanzamiento, como ocurrió con el tal Consejo, etc., etc., y a su sostenimiento meramente propagandístico que permita, de un lado, una política de mantenimiento, por la reiterada adhesión hacia la voluntad dictatorial; y, por el otro, colar y justificar otras consignas, como renombrando el tal compromiso cívico-militar, al parecer, de grata sonoridad y vistazo.

Que funcione o no, ya no es problema. Tampoco hay instancia que lo contradiga. Y se puede decir "nuevo modelo" y asegurar que "satisface" las necesidades de los venezolanos. Total, ¿cuál es el problema? El riesgo lo asume quien pretenda desmentirlo. Y como esto, sin costo político alguno, autoriza a decir las cosas más absurdas, devaluando la palabra. Justamente, a la hiperinflación económica, la hay del verbo. Y para la verborrea no se encuentra, escaso como está todo, el remedio o medicamento: sensatez.

Dinámica perversa. Pólvora del lenguaje. Violencia de la palabra artificial y artificiosa.
(LB)

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