domingo, 15 de octubre de 2017

LA ASTRONÓMICA DISTANCIA

De un breve saldo cultural: 1945 y 1999
Luis Barragán

Arribando a su 72º aniversario, la llamada Revolución de Octubre de 1945 sigue gravitando entre nosotros. Inicialmente creído como un golpe de Estado encabezado por López Contreras, resultó algo más allá que una escaramuza exitosa de las tantas que tejieron al país.

Hechos definitivamente históricos, añadida la tal Revolución Bolivariana, aunque insistan en darles una actualidad política que  no tienen, excepto se trate de la búsqueda de una identidad perdida, surgieron bajo el pretexto de – por lo menos – tres circunstancias:  la de atender la emergencia social y la de evitar una guerra civil, celebrando una Asamblea Nacional Constituyente.

El más modesto ejercicio, nos lleva a un dramático contraste: por una parte,  a partir de 1945, el relevante aumento de los ingresos   fiscales se tradujo en una mejoría de las realidades sociales, mientras que, comenzando en 1999, con el crecimiento fabuloso de los ingresos petroleros, esas realidades que muy poco alivio tuvieron,  a la postre se agravaron haciendose dramáticamente crónicas; por otra, la radicalización de las pugnas partidistas, pretendiendo Acción Democrática abusar de su hegemonía, produjo el golpe de 1948, y en todo el siglo XXI la pugnacidad y la hegemonía se han prolongado, con traición de la propia alternancia democrática del poder; luego, ambas experiencias pasaron por sendas asambleas constituyentes, la una de significativa dinámica que trascendió el propio ámbito político,   y  la otra, asfixiantemente dominada por el oficialismo, ya sabe del propio constituyente que violenta la Constitución que promovió. Sin embargo, colocamos nuestro acento en la faceta cultural de ambos regímenes.

En efecto, Venezuela empezó a encontrarse consigo misma y sus tradiciones, gracias al esfuerzo de Juan Liscano y su celebérrimo festival, por  lo demás, contando con élites políticas de una sentida inquietud intelectual, como la de los años ’40 del ‘XX. Esforzados en superar el positivismo dominante, convertido en activa ideología, se hizo muy vivo el debate plural en torno a nuestros valores y sus manifestaciones, añadida la vanguardia o las pretensiones de vanguardia artística que surgieron durante el Trienio.

Comparativamente, la presente centuria desmiente toda búsqueda y discusión de esos valores y sus expresiones, trastocados en una obscena propaganda ideológica que sortea el desastre burocrático-cultural generado, apelando al enfermizo populismo que caricaturiza los logros de los años ’40 que, en el fondo, permanecen como si fuesen una promesa incumplida después de más de medio siglo.  Una larga e inauditable gestión caracteriza a un siglo que se dijo prometedor, prevaleciendo la censura y ahogada toda creación artística, pues, ni siquiera hubo esbozo de un distinto fenómeno cultural como abundaron en décadas muy anteriores.

Dependiendo todo de la  maquinaria publicitaria de esta franca dictadura que nos orienta definitivamente hacia una sociedad ágrafa y conformista, extremando el culto a la personalidad, no existe nada equivalente – por lo  menos – a la Nueva Trova Cubana. Ese “hombre nuevo” que la consigna proclama, lo vimos con la injusta represión delatada también por la rapiña sistemática o desesperada de sus agresores, en el presente año.

Pendiente una mejor aproximación al país de mediados del ‘XX, por ejemplo, se extendió el joropo y “Doña Bárbara”  nutrió el imaginario social que ya había logrado impactar, bajo otros regímenes anteriores, radicalizado artificialmente durante la dictadura posterior, la de Pérez Jiménez, quien – Semanas de la Patria, aparte – trató de compensar la influencia de Gallegos con la contratación de “La catira” de Cela. No percibimos todavía que, por decisiva que fuese la presencia militar en la Junta Revolucionaria de Gobierno, la sociedad fuese espiritualmente militarizada: apenas, rindiendo tributo al 18 de Octubre,  hallamos marchas como la de Horacio Corredor Z. (Revista de las Fuerzas Armadas, Caracas, nr. 12 de 06/1947), cuyas partituras – puede decirse – son inéditas, pues, hay – en más de setenta años – incontables generaciones de venezolanos que las desconocen.

Huelga comentar sobre la militarización que hoy nos agobia, volviendo a sus orígenes marciales “Patria querida” que compuso Heriberto Maluenga para el batallón blindado “Bravos de Apure” en los ’70 del ‘XX.  Cantada públicamente por Chávez Frías, luego de 2012 se convirtió en un motivo regular de las movilizaciones electorales (http://www.correodelorinoco.gob.ve/hace-73-anos-nacio-compositor-%E2%80%9Cpatria-querida%E2%80%9D-heriberto-maluenga), gozando ahora  de una mayor divulgación como marcha militar.

Breve saldo cultural, una revolución de vocación civilista, con fortísimo componente militar,  y una revolución de vocación militarista que atrapó a incautos en el mundo civil, ofrecen un magnífico filón para la investigación en términos de política y realización cultural. Por supuesto, media una distancia astronómica entre Liscano y Farruco Sesto, emblemas irrefutables de lo que aconteció después de 1945 y de 1999.

16/10/2017:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/31060-1945-1999


Revista de las Fuerzas Armadas, Caracas, nr. 12 de 06/1947.

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