domingo, 30 de julio de 2017

IDENTIDAD HISTORIOGRÁFICA

Una formalidad gráfica
Ox Armand


La campaña gráfica de la constituyente de Maduro ha sido muy tardía, sin la prolijidad de la consabida campaña contra el revocatorio. Ambas, realmente ineficaces. Una y otra, nos conducen a una pura relación de fuerza, pues, en lugar de atraer al mercado político, saturado gracias al mundo digital, alojándose en el subconsciente por la novedad de trazos y colores, prácticamente rubricaron y tan sólo eso, una determinación o voluntad de poder. A lo sumo, distinguen una etapa o, si se quiere, diciéndolo con grandilocuencia, otorgan una cierta  identidad historiográfica.

Contrariando las inéditas fuentes e, incluso, el juego con el punto de las letras, coronadas por una estrella inclinada,  con un dejo de constructivismo soviético de las antiguas campañas de Chávez que, a su vez ayudaban a posicionar al PSUV, la de la constituyente tiene una simplicidad asombrosa. Digamos una literal simplicidad que no suscita ni transmite las otras evocaciones necesarias, por mucho que utilice el tricolor nacional, pues, bien ideado el diseño, la sencillez frecuentemente consigue atrapar nuestra atención y a contextualizar el mensaje en la vida cotidiana, irreductiblemente diversa. Por ello, esa “C” harto convencional, con un tricolor que se pierde al primer vistazo, sin otro motivo gráfico que lo complemente, a nuestro juicio, no dice nada. De tener una carga subliminal, nos lleva  a los viejos logotipos de las empresas, institutos educativos, talleres mecánicos, clubes deportivos e, incluso, las más artesanales que cumplían con el registro mercantil, auxiliadas por un dibujante técnico, en la remota Venezuela que todavía no pisaba la revolución gráfica que vino con el cinetismo de los años setenta, reflejada en la propia diagramación de las revistas y  periódicos. En esa suerte de déjà vu, en el mejor de los casos, evoca esa relación tan familiar con los logos que abundaban en las nunca bien ponderadas y recordadas guías telefónicas de la CANTV. Se dirá que es el propósito, pero – a su vez – nos encaminan a la otra Venezuela en la que se podía comer, estudiar, trabajar, vacunarse, llevar el carro a un mecánico, contratar a un plomero comprar los útiles escolares, pagar el alquiler y pintar cada año la casa o apartamento, sacar a crédito una nevera, lucir un reloj pulsera sin desbarajustar el presupuesto hogareño. Ahora, clara y tajantemente, no se puede. Y si de muchachos se trata, excesivamente veteranos de los más ricos o empobrecidos diseños gráficos, capaces de hacerlos a través de los programas informáticos, por no citar que es o fue uno de los estudios o carreras de más alta demanda, muy poco o nada puede decirle la bastardía de una constituyente identificada y estampada por un una línea roja que la delata.

Algo clandestina, de tomar en cuenta su pobre difusión en el caso de compararla con el rostro de Maduro, que no dio tiempo de asociarla a otras voces como “campeón”, “corazón”, “certero”, u otras de signo positivo. Pobreza que tampoco recibió la suficiente atención de la oposición en su contra-campaña, excepto un caso que citaremos, prestándola toda al dictador. Al fin y al cabo, se trata de una relación de fuerza que denuncia.

Y si hubiese dado tiempo de desarrollarla por un sector innovador de la oposición, los daños hubiesen sido peores. Apenas, en los dos o tres últimos días antes de la fecha estelar, aparecieron en las redes versiones que inmediatamente siquitrillaban a los publicistas oficiales. Como podrá apreciarse en la muestra anexa, esa “C” se convirtió en un boomeran de denuncia contra el gobierno mismo. Este único ejemplo, nos permite concluir que un buen diseño gráfico, sobre todo de campaña política, debe prever el posible éxito de sus atacantes, capaces de reconvertirlo, como decimos en buen venezolano, en un “chinazo”. Frecuentemente, las mejores ideas resultan contraproducentes y, con mayor razón, las peores. Otra cosa son las campañas prolongadas, las que buscan emboscar a los adversarios con una reacción a la que tienen de antemano una una respuesta que los ponga contra la pared. No es este el caso que comentamos. La identidad historiográfica que tan grandilocuentemente citamos, nos coloca ante una situación de facto: emblematiza una violación constitucional que, por las buenas y por las malas, querrá imponerse, y esa “C” la distinguirá como la etapa ojalá terminal del único gobierno que hemos tenido en el siglo XXI. Así de literalmente simple es la cosa.

Valga la coletilla, la muestra viene de un partido político. Y demuestra la importancia del diseño gráfico convincente, oportuno y eficaz, en estas lides.

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