domingo, 28 de mayo de 2017

(DES) ORDEN PÚBLICO Y (A) NORMALIDAD



De un corotico del pesebre

Luis Barragán

La restitución del orden público, quebrantado antes por alguna circunstancia, significaba la normalización de la vida ciudadana que incluía la inmediata y regular prestación de los servicios públicos.  A juzgar por la vieja prensa, añadidos los hechos represivos más sangrientos,  el mayor desafío de todo gobierno fue volver prontamente a sus tareas rutinarias, las de gobernar, intentando literalmente tranquilizar a la población para retomar el cauce de la vida cotidiana.

No pretendemos una versión paradisíaca de los regímenes anteriores al actual, pero – concluimos -  hubo un natural esfuerzo por serenar los ánimos, dándole al orden una adicional y significativa, como inadvertida,  acuñación que también – de un modo u otro – agradecían los protestatarios.  Podrá decirse de una ingenua apreciación, porque – sostenemos – evitar la crisis o la caída de un gobierno, pasaba por demostrar su capacidad de generar la normalidad mínima e indispensable del ámbito público.

Ocurre todo lo contrario en este nuevo siglo que nos tiene por apremiados inquilinos,  ya que el dato fundamental es el de la anormalidad y, en permanente estado de sitio,  poco importa el restablecimiento mismo de los servicios públicos. El más importante reto del gobierno es el de no caer a cualquier precio que se le antoje, demostrada su más completa ineptitud por administrar con algo  de eficacia los asuntos comunes, deliberadamente indiferente ante el destino que procura a la población así la sumerja, como acontece, en una aguda y prolongada crisis humanitaria.

Siendo el caos su naturaleza, pretende escarmentar a justos y pecadores por las protestas multitudinarias que ha suscitado, jamás vistas en todo nuestro historial republicano, quedándoles estrechas las más largas y anchas autopistas del país. Además de reprimirlas a sangre y fuego, a este gobierno le importa un bledo cerrar todas las estaciones del metro o desarmar los puentes de Caracas, dejar sin servicio de electricidad o agua a importantes o marginales zonas del país:  para su mayor rabia, centenares de miles de personas acuden a pie, con lo poco que tienen, entusiastas, a protestarlo, convocados  boca a boca, byte por byte, sin necesidad de autobuses o de las grandes campañas televisivas de las que se supo en 2002.

Entonces, guiados por el sentido común, diferenciamos entre la normalidad y la anormalidad, entre orden y desorden público, en el esfuerzo de todo gobierno por mantenerse en pie, aunque – anteriormente – evitar la caída se unía a la demostración de una capacidad – por lo menos – tentada e intentada de gobernar, como los dos coroticos intocables del pesebre. Hoy, Nicolás Maduro vela por un solo corotico y para todo lo demás está la pólvora.

29/05/2017:
Ilustraciones: Dalia Ferreira. 

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