lunes, 6 de febrero de 2017

LA POLÍTICA DEL FIN

EL MUNDO, Barcelona, 6 de febrero de 2017
 TIEMPO RECOBRADO
¿El fin de la política?
Pedro R. Cuartango

El semanario alemán Der Spiegel ha sacado una portada con Donald Trump que lleva una espada en la mano y exhibe en la otra la cabeza cortada de la Estatua de la Libertad. La imagen ha suscitado polémica, pero creo que sirve para ilustrar los excesos de las primeras semanas de su mandato.

Lo que ha pasado es lo que el propio Trump dijo que iba a pasar. No ha engañado a nadie y ha sido coherente con sus promesas. Pero también es cierto que su manera de actuar nada o muy poco tiene que ver con las prácticas de un dirigente que respeta la ley o que busca una legitimidad en sus decisiones.

Es insólito en un sistema con división de poderes que un presidente asegure que no respeta las decisiones judiciales y que las califique de "ridículas". O que prohíba a ciudadanos de nacionalidad estadounidense entrar en su país. O que justifique la tortura y ponga como número dos de la CIA a la agente encubierta que montó las cárceles secretas.

La cuestión no es por qué Trump actúa así, sino cómo es posible que un dirigente de esta naturaleza haya sido elegido democráticamente con el apoyo de más de 50 millones de votantes.

No hay duda de que quienes han apoyado al nuevo inquilino de la Casa Blanca querían castigar a la clase política de Washington y buscaban un hombre fuerte que asumiera un liderazgo a la hora de tomar decisiones. Y tampoco de que muchos de sus votantes han dejado de creer en el sistema de contrapesos que constituye la esencia de la democracia americana.

Lo que ha sucedido es que los votantes han renegado de la política y han apostado por ese caudillo que promete soluciones milagrosas para resolver los problemas. Lo mismo está pasando en Europa con el ascenso del populismo y de líderes como Wilders, Le Pen, Orbán o Grillo, que, con sus diferentes matices, repudian a la casta y rechazan la democracia representativa.

El fenómeno es muy complejo y tiene diversas causas, pero la consecuencia es que se ha derrumbado el modelo político que ha funcionado en el mundo occidental desde hace dos siglos y que nace muy ligado a los valores de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa.

Si Tocqueville levantara la cabeza, volvería horrorizado a su tumba. América ha dejado de ser el paraíso que él describió. Y se daría cuenta del profundo vacío en el que vivimos y las muchas incertidumbres que suscita el futuro.

¿Estamos asistiendo al fin de la política? La pregunta no tiene una respuesta clara, pero sí podemos concluir que la aparición de estos personajes mesiánicos con un discurso cargado de demagogia, como sucedió en los años 20, supone una amenaza a la democracia parlamentaria.

La falta de ejemplaridad de la clase dirigente y el aumento de la desigualdad nos han metido en esta crisis de la que no sabemos cómo vamos a salir. El mundo que hemos conocido se está resquebrajando, pera nadie tiene una solución para parar a estos populismos que ignoran el pasado y que sólo nos pueden acarrear desgracias. Trump es sólo un síntoma de la enfermedad que nos está minando y que puede acabar por destruirnos. Y después de la política, ¿qué?

Fuente:
http://www.elmundo.es/opinion/2017/02/06/5897796046163f111e8b45d8.html

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