jueves, 20 de octubre de 2016

ACABARON CON SU NATURAL FUENTE DE TRABAJO

Érase un exitoso trino comercial
Guido Sosola


Hubo una extraordinaria explosión comercial de la música en la Venezuela de los sesenta, a propósito de la novedad impetuosa de aquellos ritmos que, al concluir la década, compitieron deslealmente con la producción local. La radio alcanzó un poder jamás visto, por cierto, hoy insospechado y de lo que quedó muy, pero muy poco, si es que algo sobrevivió: lo sentimos con un dejo de nostalgia en Capital 710 AM hace poco, pues, la visitamos para un programa sabatino de entrevistas, sabiéndonos en un lugar que añales atrás  fue de una estupenda cotización, como el propio centro comercial que todavía lo aloja.

Trinaban los muchachos con impetuosa vocación para el escenario, por lo general, fusilándose – castellanizadas – aquellas piezas que todavía no gozaban de una masiva simpatía, por ese inglés que no lucía ni era tan pegajoso. En las horas tardías de la década, a lo Capy Donzella,  se abría otro compás para la rebeldía que replicaba y adulteraba la experimentada en el medio político, habida cuenta de la lucha existencial que dijo imponer la subversión marxista,

Surgió la voz de Trino Mora con sus buenas composiciones y letras, aunque bajo la adscripción de una filosofía y un estilo de vida asociados al rock and roll y, después, al rock a secas con una preponderancia – además -  sofocante del pop que arrasó con lo mejor que evolucionaba con el jazz, por ejemplo.  Incluso, nos permitimos añadir, con una conducta o, mejor, vestimenta extravagante, como la de presentarse en reuniones formales con atuendo de grumete – obviamente – de la marina y versos que remite a lo más trillado del existencialismo de los cincuenta.

El caso está en que, se dijo, Trino llegó a la indigencia, algo que después negó, ocupando ahora un apartamento en una de las urbanizaciones de la Misión Vivienda. Y esto no es motivo alguno, nunca puede serlo, para la deshonra personal y condenamos esa burla que se cuela entre los crónicos faranduleros de baja ralea, los que vivieron siempre la noticia del Miss Venezuela y en ninguna parte se preguntaban sobre la franquicia de un Miss Universo cuyo dueño es o era Donald Trump.

Érase Trino Mora, singular intérprete, que merecía un mejor destino, como el país, porque de gozar todavía con una poderosa industria del espectáculo, más abierta, honesta y competitiva, con todo lo que implica, nadie hubiese prescindido de su talento y servicios, como vocalista, compositor, productor y asesor, ubicándose en cualquiera de los nichos que una limpia competencia concede. Empero, es el propio régimen el que aniquiló  una fuente vocacional de trabajo y, en provecho de su fama, le hace un favor que también otros esperan: la suerte personal del cantante le compete únicamente a él, mas no desautoriza un esbozo de sociología del desastre venezolano de estos años, metiendo en el saco mismo las intuiciones del gran Charles Wright Mills en torno a las celebridades.

Fotografía:  Trino Mora. Momento, Caracas, nr. 625 del 07/07/1968.

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