viernes, 30 de septiembre de 2016

CASO CLÍNICO

EL NACIONAL, Caracas, 30 de septiembre de 2016
Neodictadura
Héctor Silva Michelena 

¿Qué es una neodictadura? Es una dictadura de los nuevos tiempos; es decir, con una cierta fachada democrática dada en esencia por la realización de elecciones y que permite algunos espacios de relativa autonomía en lo político, económico y social, siempre y cuando ello no ponga en riesgo lo más importante: la continuidad de la neodictadura.
Las dictaduras tradicionales han caducado. Son más difíciles de combatir, ya que el barniz democrático deja ver su fondo antidemocrático, y la oposición tiene que luchar con métodos que sí son democráticos. Esta es la crucial asimetría que vivimos.
Destacados juristas han demostrado que estamos frente a una “dictadura judicial”, lo cual es cierto, vista la actuación del Tribunal Supremo de Justicia desde el 6 de diciembre. Su Sala Constitucional, constituida por operadores políticos, se ha orientado exclusivamente a liquidar a la Asamblea Nacional, representante de la soberanía popular, consagrada en los principios fundamentales de nuestra carta magna en su artículo 5. La Sala Electoral, desde la instalación de la nueva AN, mediante sentencia cautelar, anuló la representación del estado Amazonas. Hemos demostrado que esa sentencia fue un exabrupto. Nótese que la sentencia definitiva no ha sido dada y parece no tener término.
Pero la dictadura no es solo judicial, se extiende a todos los segmentos de la sociedad venezolana, particularmente al político, al económico y a los derechos humanos. En este sentido podemos decir que esos jurista que ahora mencionamos, Manuel García Pelayo, Pedro Nikken, Carlos Ayala, Duque Corredor, A. Bickel, H. Kelsen, Eduardo García de Enterría, Jean Rivero, Lucas Murillo de la Cueva, sostienen la tesis de la dictadura judicial a la cual otros han agregado la neodictadura. Manuel García Pelayo vio en él “un órgano constitucional instituido y directamente estructurado por la Constitución” y que: “Como regulador de la constitucionalidad de la acción estatal, está destinado a dar plena existencia al Estado de Derecho y a asegurar la vigencia de la distribución de poderes establecida por la Constitución, ambos componentes inexcusables, en nuestro tiempo, del verdadero “Estado constitucional”.
Es inconcebible, por tanto, en ese esquema, que un juez constitucional pueda llegar a ser el instrumento para lo contrario de aquello para lo cual fue concebido, y que llegue a configurarse, arrogándose todo el poder del Estado, como el instrumento para garantizar la violación impune de la Constitución por los otros órganos del Estado, para asegurar la destrucción del Estado de Derecho o el desmantelamiento de la democracia o, incluso, para convertirse en el instrumento para implementar y sostener un régimen autoritario. Ello no es más que la corrupción absoluta del Estado de Derecho. Como lo observó atinadamente el secretario general de la Organización de Estados Americanos, Luis Almagro, al dirigirse al presidente del Consejo Permanente de la Organización el 30 de mayo de 2016 solicitando su convocatoria conforme al procedimiento establecido en el artículo 20 de la Carta Democrática Interamericana, en su informe sobre Venezuela.
Hoy en día, a cada ley aprobada por el Parlamento, el gobierno opone su mayoría en la Sala Constitucional, la cual se ha convertido en la instancia que puede desactivar los efectos de cualquier instrumento jurídico emanado del Congreso, contrario a sus intereses. La emisión de una serie de sentencias por la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia, que han alterado el orden constitucional, han trastocado el orden democrático en el país, y han corrompido el Estado de Derecho, instaurando una dictadura judicial, que por lo que se observa por ahora no encuentra límites. En fin, de lo que se trata la “dictadura judicial,” es de una forma extrema de corrupción del Estado de Derecho que pretende permitir a un poder que ni siquiera ha sido elegido, desplazar a los representantes de la voluntad popular del marco institucional del Estado.
En cuanto al Poder Electoral, hay que recordarle que la doctrina moderna señala con fuerza que ningún Reglamento de las Leyes Electorales, dudas o vacío que susciten que estas contengan pueden anular la Soberanía Popular, principio fundamental ya mencionado, por tanto insoslayable. Por otra parte, el artículo 294 dice: “los órganos del Poder Electoral se rigen por los principios de independencia orgánica, autonomía funcional y presupuestaria, despartidización de los organismos electorales, imparcialidad y participación ciudadana; descentralización de la administración electoral, transparencia y celeridad del acto de votación y escrutinios”. La decisión del CNE de establecer una votación regional para la recolección de 20% de los electores, a los fines del revocatorio es claramente contraria a la carta y anula la soberanía popular, ejercida mediante el sufragio, es un derecho político que garantiza “la participación del pueblo en la formación de ejecución y control de la gestión publica y es el medio necesario para lograr el protagonismos que garantice su completo desarrollo, tanto individual como colectivo. Es obligación del Estado y deber de la sociedad facilitar la generación de las condiciones más favorables para su práctica”. (Art. 62). El referéndum es un medio de participación y protagonismo del pueblo en ejercicio de su soberanía en lo político y, por tanto, no puede ser trabado por ningún reglamento procedente del CNE.
En cuanto al referéndum el Art. 72 señala: “Todos los cargos y magistraturas de elección popular son revocables”. Y después establece que un número no menor de 20% de electores inscritos en la correspondiente circunscripción podrá solicitar a convocatoria de un referéndum para revocar su mandato.
El referéndum revocatorio es de circunscripción nacional puesto que el cargo a revocar es el del presidente de la República, cuya elección es nacional y no regional. Basta con obtener la mayoría simple para ser proclamado presidente electo, así haya perdido en varios estados. Tal como ocurrió con Maduro. Se viola la soberanía popular.
La Soberanía. La potencia soberana es una, indivisible y absoluta: esta tesis, ya aportada por Bodin, está estrechamente ligada a la afirmación de la autonomía política del ciudadano en relación con toda norma trascendente y, por tanto, del carácter autoinstituyente de la sociedad. Hay dos conceptos distintos de esta noción; uno consiste en afirmar que la potencia política es en su principio sin límites y tiende a extenderse hasta un punto en que tropieza con otra soberanía; la otra noción consiste en atribuir esta potencia al Estado, lo que constituiría el Estado absoluto, forma particular del absolutismo.
Pero la clave está en Rousseau cuando dice que la verdadera soberanía consiste en la absorción del absolutismo estatal por la soberana popular. Potencia, Soberanía, Estado: son los tres términos que, según Rousseau, definen el cuerpo político. La soberanía es la potencia de querer y es indivisible, inalienable, ilimitada mediante la cual el pueblo hace la ley. Después de Maquiavelo ha de pensarse la idea de soberanía como una dialéctica entre potencia y voluntad de querer. La soberanía es la definición moderna de pueblo. Esta definición es definitiva.
Realizar el RR en 2017 es violatorio del espíritu, razón y propósito de la carta magna.

Fuente:
http://www.el-nacional.com/hector_silva_michelena/Neodictadura_0_930507025.html

UNA ERA

EL PAÍS, Madrid, 30 de septiembre de 2016
 TRIBUNA
In memoriam Simón Peres
Peres creía firmemente que orientarse al futuro generaba una energía que permitía superar los obstáculos del pasado y del presente
David Grossman
    
Hace 18 años, la televisión israelí produjo un documental sobre las distintas etapas de su vida, y Simón Peres me propuso que lo acompañase a Vishneva, su pueblo natal en Bielorrusia. Entramos en una casa rústica de madera, no demasiado grande. En el espacioso patio cacareaban las gallinas. Aunque le habían advertido que no bebiese del pozo (“Chernóbil ha envenenado nuestras tierras”, explicaban los lugareños), Peres bajó con sus propias manos el cubo enganchado a una cadena, lo volvió a sacar, llenó un vaso de metal y bebió entusiasmado el agua de su infancia. Cuando me contó que, a los ocho años, había destrozado la radio de su padre porque este la encendía el sabbat, le pregunté si su padre le había pegado alguna vez. “A mí nunca me ha pegado nadie”, fue su respuesta. Algo en su tono de voz despertó mi curiosidad. “¿Nadie?”, insistí yo. “¿Nunca? ¿Ni una pelea en el colegio o jugando?”. “Nadie. Jamás. No me han pegado y yo nunca he pegado”. Peres no conoce lo que casi todo el mundo ha experimentado alguna vez en carne propia, en especial los jóvenes, pensé entonces. ¿Podría ser esto una clave –una de las muchas– de su manera de ser, de su forma de relacionarse con el mundo? ¿Por eso acabó siendo un excluido, una persona permanentemente rodeada de un cierto aislamiento?
Y no es que Simón Peres no se mezclase en los asuntos del mundo. Estaba metido hasta las cejas y participaba activamente y con iniciativa en innumerables temas. Se involucraba con desenfreno en las intrigas de la política interior, estaba ávido de acción, ansioso por cambiar el mundo, y, a pesar de todo, siempre parecía en cierto modo aislado. Tenía perspectiva –histórica, fiel a unos principios, abstracta–, y dominaba el análisis de los procesos trascendentales. En eso era brillante. Sin embargo, para las cosas pequeñas que componen la realidad, le faltaba talento y también paciencia.
“El fin de una era”, decían ayer algunas necrologías. Lo decían incluso las de los políticos de derechas que le complicaron la vida y se burlaron de su “visión pacifista”. Pero, en realidad, la era de Simón Peres y de su visión ya había llegado a su fin a mediados de la década de 1990, cuando Isaac Rabin fue asesinado. De hecho, había terminado incluso antes, cuando se malograron los Acuerdos de Oslo que Peres, siendo ministro de Asuntos Exteriores, había hilvanado de cualquier manera a espaldas del entonces primer ministro Isaac Rabin.
El fracaso de los acuerdos y la oleada de violencia que estalló acto seguido provocaron en la mayoría de mis compatriotas la sensación de que Israel había cometido un error fatal al dejarse arrastrar para que confiara en Arafat y los palestinos. Para la mayor parte de la opinión pública israelí, Peres no tenía menos responsabilidad que Rabin en el curso de los acontecimientos. “Criminales de Oslo”, les gritaban los manifestantes de derechas, y afirmaban que sobre la conciencia de ambos pesaba el millar de israelíes muertos en la espiral terrorista que siguió al naufragio de las resoluciones. (Como si, en el caso de que los Acuerdos de Oslo no se hubiesen firmado, los palestinos se hubiesen sometido con docilidad y sin resistencia a la ocupación israelí hasta el fin de los tiempos).
Posiblemente, en aquellos años, el odio por Peres nació del hecho de que, con su elocuencia, con su talento poco común para infundir esperanza, para abrir una ventana al futuro, lograse transmitir a los israelíes desconfiados y marcados por la guerra, aunque solo fuese de forma pasajera y en contra de su instinto, fe en que también para ellos había la variante existencial de otra vida en paz. Mientras nos dejábamos arrastrar por el visionario Simón Peres hacia la idea de un “nuevo Oriente Próximo” concebida por él mismo, los israelíes sentíamos que habíamos burlado nuestro destino marcado por la guerra y las catástrofes; un destino grabado a fuego a lo largo de nuestra trágica historia. Y cuando los Acuerdos de Oslo fracasaron y se frustró la esperanza que, aunque fuese por un instante, nos habíamos permitido, no se pudo perdonar a Peres.
Mientras nos dejábamos arrastrar por el visionario Simón Peres hacia la idea de un “nuevo Oriente Próximo” concebida por él mismo, los israelíes sentíamos que habíamos burlado nuestro destino marcado por la guerra y las catástrofes
Simón Peres era un hombre orientado enteramente al futuro. Mientras el Estado se hundía cada vez más en un relato genealógico de índole religiosa, él pertenecía a aquellos que se entregaban a lo universal, a la ciencia, a la racionalidad, a la democracia y al conocimiento libre; a quienes se catapultaban como un ancla hacia una utopía lejana, aún invisible y, a continuación, se afanaban con todas sus fuerzas en alcanzarla. Peres creía firmemente que orientarse al futuro generaba una energía que permitía superar los obstáculos del pasado y del presente, ahuyentando así la resignación y la apatía que padece actualmente la sociedad israelí.
He aquí un ejemplo del pensamiento y el modo de proceder peresiano: “Fui a ver a Putin”, me contaba cuando ya estaba cerca de los 90, “y le dije lo siguiente: dentro de un año acaba el control de Egipto sobre el Nilo; expira el acuerdo histórico con Gran Bretaña y Francia. Etiopía ya está reclamando el agua y puede haber peligro de guerra. Vayamos los dos a ver a Mursi (el entonces presidente egipcio) y hagámosle una propuesta: nosotros, los israelíes, podríamos proporcionar a los egipcios un Nilo tres veces mayor. Tenemos los medios técnicos para duplicar el caudal de agua de su país. A mí”, proseguía Peres, “Morsi no me escucharía, pero seguro que a usted sí, señor Putin. No utilizaremos la política. La política está caduca. Lo haremos por medio de las grandes empresas, ya que son ellas las que gobiernan el mundo hoy en día”.
Así pensó y actuó Peres toda su vida. Consideraba que el (opresivo, trivial) presente no era más que un impedimento efímero por el cual no había que dejarse detener de ninguna manera. Para él, la resignación no era una opción. La política pasiva de Netanyahu y su rechazo a reemprender las negociaciones israelí-palestinas lo enfurecían, contradecían su código genético, que lo impulsaba sin cesar hacia iniciativas impetuosamente creativas. En nuestras conversaciones ocasionales yo percibía con nitidez lo que Peres ocultaba en público tras su inagotable optimismo: la profunda preocupación que le producían el nacionalismo, el fanatismo y el marasmo político de Israel. Sabía –y no se resignó a ello ni siquiera en sus últimos momentos– que en su país estaba germinando una realidad catastrófica para ambos pueblos, y que él, el propio Simón Peres, pertenecía al bando derrotado por la historia.
Era un hombre contradictorio. El joven que soñaba con ser “pastor de ovejas y poeta de las estrellas” se convirtió en líder de un país entregado la mayor parte del tiempo a la guerra y el derramamiento de sangre. Durante años se negó a reconocer que la creación de un Estado palestino fuese la solución al conflicto, y apoyó los inicios de la política de asentamientos en los territorios ocupados. Más tarde se convirtió en un estadista que simbolizó como ningún otro la disposición al compromiso y el esfuerzo por lograr una paz histórica con los palestinos. En la batalla contra sus adversarios políticos se manifestó como un manipulador sin restricciones, lo cual, no obstante, delataba en él–y nadie podía sustraerse a ese influjo– auténtica grandeza. Era un amante de la cultura y un defensor convencido de los derechos humanos, pero sobre su conciencia pesaba la muerte de más de un centenar de refugiados que en 1995 perdieron la vida en Líbano cuando Israel bombardeó la población de Kafar Kanna.
En los próximos días intentaremos seguir ahondando en el fondo de su personalidad. Tal vez justamente aquello que hacía de Simón Peres una persona tan compleja y fascinante fue lo mismo que motivó que los israelíes dejasen de elegirlo para ocupar altos cargos. Fue derrotado una y otra vez en las elecciones y se quedó con la etiqueta del eterno perdedor. Durante años libró incansablemente una desagradable batalla contra Isaac Rabin, preferido por el pueblo y (solo en apariencia) más franco y fácil de descifrar. Tal vez a su compleja personalidad se deba no solo que Peres perdiese las elecciones, sino también que se viese privado de algo que a otros políticos menos capaces sí les ha cabido en suerte: el afecto de la multitud.
Desde el mismo comienzo de su carrera política, Peres fue sin duda un hombre importante, pero no por ello querido. No era, sencillamente, uno más, alguien que pudiese apelar directamente al corazón de los israelíes, o, mejor dicho, a sus vísceras. Por eso los años como presidente le hicieron tanto bien, ya que, estando en el cargo –así lo sentía él–, fluyó por primera vez hacia su persona el afecto de la mayoría de la población israelí; en él le abrieron por fin su corazón también aquellos que hasta entonces habían visto en él al excéntrico visionario y, en más de una ocasión, incluso al traidor.
Así es como yo lo recordaré: una tarde lo llamé por teléfono al despacho presidencial para convencerlo de una idea que pensaba que le podía interesar. “¿Y por qué por teléfono?”, me preguntó. “¿Está libre esta noche? Pues entonces, pásese a cenar”.
El palacio presidencial estaba medio a oscuras, y, entre sus jóvenes guardaespaldas, Peres parecía viejo y solo. Cuando entré en su despacho, se irguió, la vida iluminó su mirada, y se entregó inmediatamente a un monólogo sobre los Gobiernos actuales de todo el mundo, demasiado débiles como para resolver ni uno solo de los problemas vitales en materia de economía y seguridad. Luego habló de un proyecto científico, el Centro Peres para la Paz, que trabajaba en los últimos avances médicos: “Pronto tomaremos los medicamentos a través de la fruta. En ella habrá de todo, desde remedios para el dolor de cabeza hasta píldoras contra el envejecimiento”. Luego pasó a la nanotecnología, uno de sus temas favoritos, y me pintó el escenario de la guerra del futuro, sobre el cual volarían “avispas” electrónicas dirigidas por control remoto. Asimismo se refirió “a los mayores enemigos de la democracia en el mundo árabe: los maridos que niegan a sus esposas la igualdad de derechos”, y de los cinco libros que estaba leyendo al mismo tiempo, uno de ellos Cincuenta sombras de Grey (“La lectura me ha aburrido. Nada de creatividad, nada de auténtico erotismo”).
La cena fue sencilla, como en los días del kibutz: tortilla de setas, ensalada de verduras picadas con queso, unos cuencos de requesón, pan de comino y un vaso de vino tinto. Peres habló y se rió. Recordó el histórico encuentro entre Ben Gurión y De Gaulle, en el que él estuvo presente. Yo lo observaba. Desde que lo conocí personalmente, sentía por él profundo respeto y admiración. Precisamente sus contradicciones lo convertían para mí en un ser humano conmovedor y fascinante. Esta persona ha visto pasar casi un siglo y, a su manera, le ha dejado su impronta, pensaba. Solo algunos han tenido el privilegio de vivir una vida tan plena y apasionante. Se lo dije. Hizo un gesto quitándole importancia y, riendo, respondió: “¡Pues no he hecho más que empezar!” Durante un instante lo vi feliz, tanto como si creyese en sus propias palabras.
(*) David Grossman es escritor israelí

Fuente:
http://elpais.com/elpais/2016/09/30/opinion/1475241407_721812.html

VICISITUDES ALLENDE LA MAR

EL MUNDO, Barcelona, 1° de octubre de 2016
Los intelectuales y España: Fernando Savater
"El populismo siempre trabaja contra la mitad de los ciudadanos"
Antonio Lucas

En la cafetería le piden fotos a Fernando Savater. No sucede con tantos filósofos. Él despliega la misma cortesía para el espontáneo que para armar ideas propias que a veces viajan braceando contra la corriente. Da igual. Se trata de no parar de pensar. Y de hacer del pensamiento acción. Aquí va.
Una duda, aunque sea fuera ya de actualidad, ¿hizo campaña por Ciudadanos en el País Vasco siendo miembro de UPyD?
    No, no, vamos a ver. No fue un acto de campaña, sino un debate. Decidí hacerlo, entre otras cosas, porque desgraciadamente UPyD no se pudo presentar a las elecciones en el País Vasco, ausencia significativa que a nadie le ha llamado la atención.
¿Por qué debería después de la casi extinción del partido?
    Muy sencillo. Cesa la violencia terrorista de ETA y los perjudicados electoralmente son quienes más la han padecido.
Casi todos los grupos políticos en el País Vasco.
    Sí, pero me refería a que aquellos que simpatizaban o se dedicaron a recoger nueces durante aquellos años han salido beneficiados. Es una prueba de cómo funciona la democracia. No hemos podido presentarnos, a pesar del gran trabajo en solitario de Gorka Maneiro... El caso es que me llamó Albert Rivera, al que conozco de antes de UPyD, y me sugirió hacer algo en el País Vasco. No un acto electoral, sino un debate alrededor del constitucionalismo y demás. Hasta ahí llegó mi colaboración en esta campaña con Ciudadanos. Y reconozco que me habría gustado que hubiesen conseguido uno o dos representantes que amortiguasen la ausencia de UPyD.
Usted ha sido el único que ha salido indemne de los ataques de Rosa Díez a presuntos "traidores" o "tránsfugas" en las filas de UPyD.
    Creo que ese tipo de lenguaje es lo que ha causado los problemas de UPyD. El convertir las oposiciones y los antagonismos teóricos (tan necesarios) en traiciones ha molestado a mucha gente valiosa que se ha alejado de nosotros por esa dialéctica. Quiero mucho a Rosa y todo lo que es UPyD lo es, en buena parte, por ella. Pero esa faceta de radicalizar los enfrentamientos o dramatizarlos de manera desmedida nos ha perjudicado mucho. Además, ya no tienen ningún sentido.
Este momento de bloqueo político qué muestra y qué esconde.
    Muestra que cuando todo el mundo animaba para que se acabase el bipartidismo nadie había pensado en qué hay después del bipartidismo. Recuerdo una frase de mi amigo Adam Michnik: "Lo peor del comunismo es lo que viene después". E igual sucede con el bipartidismo en España.
¿Pero se rompió el bipartidismo?
    Se ha roto, sí. Tenía muchos males, cierto, pero lo que no dejaba era un país sin gobierno. Y ahora ya tenemos una gran fragmentación política.
Que también tiene alguna cosa favorable.
    Como las tiene desfavorables. Entre las buenas destaca que entran en juego más voces políticas y más matices, pero no olvidemos que esto exige un cierto entrenamiento para manejarlo y eso aquí no existe todavía. Entre las muchas curiosidades llamativas de este periodo destaca la existencia de grupos parlamentarios que están haciendo la oposición a gobiernos que no existen. Primero hay que crear un gobierno, aunque sea para decir que no nos gusta. El fin del bipartidismo ha llegado por sorpresa. Como dijo Felipe González, estamos como Italia pero sin italianos.
Y si eso es lo que muestra el bloqueo, ¿qué es lo que esconde?
    Demasiadas ambiciones personales. Vivimos en una hiperpersonalización de la política. Algunos están convencidos de que si no son ellos los que construyen el puente es preferible que la gente se ahogue. Y en política primero hay que pensar en el puente, no en quién lo hace.
¿Esa actitud no revela una cierta bisoñez democrática?
    Así parece. Hasta el punto de que hay quien desconoce el significado de ciertos términos. Por ejemplo: investidura. Investidura no quiere decir que te tengas que casar con el investido. La culpa de que el último candidato a la investidura sea Rajoy la tiene la gente, que es la que vota. Pero el investirlo no quiere decir que aceptemos su proyecto ni que nos parezcan bien sus ideas. Al contrario. Quien mejor ha entendido esto es Ciudadanos. Si el PSOE lo hubiera hecho de igual modo creo que se le podrían haber sacado muchas cosas a Rajoy. Y en cualquier caso, tendríamos un Gobierno al que oponernos y al que maldecir, que es algo necesario también en la vida.
O sea: es partidario de un Gobierno de consenso entre PP, PSOE y Ciudadanos.
    Habría sido lo perfecto. No olvidemos que nuestro país no está en unas circunstancias normales. Aquí vivimos bajo la seria amenaza contra su unidad, algo que no ocurre en Europa. Aquí si no estuviera el independentismo habría una posibilidad mayor de pacto entre partidos de izquierda y ya estarían los socialistas en el Gobierno. Esa unión a tres entre PP, PSOE y Ciudadanos ya la veo casi imposible.
¿Entonces?
    Pues unas terceras elecciones en las que sugeriría a los ciudadanos que aparcásemos las diferencias políticas por una vez y votemos a los dos únicos partidos capaces de entenderse y de planear una legislatura: PP y Ciudadanos. Y después cada cual a sus intereses políticos. ¿Quién garantiza que después de las terceras no puede haber unas cuartas? Los candidatos son los mismos, los votantes son los mismos y el país tampoco cambia tanto en unos meses.
¿Pero ese Gobierno a tres no sería la muerte de un PSOE delirante y se convertiría en un Ejecutivo de vetos más que de pactos?
    Probablemente. Y, sobre todo, sería de recorrido muy corto. Habría más discrepancias que parecidos, pero al menos saldríamos del impass frente a Europa y de cara a los presupuestos. De esta tenemos que salir y hay que dar la impresión de que la máquina sigue en marcha. No se puede mantener la imagen actual de que el Gobierno que se busca es el de unos contra otros. Lo peor del populismo (Chávez, Kirchner) es que esos gobernantes sólo trabajan para una parte de sus ciudadanos. Y eso está sucediendo aquí, nuestros políticos están exhibiéndose en contra de la mitad del país.
Y ya que citamos al PSOE, ¿de qué modo es alternativa de algo en medio de una guerra de pandilleros y sin rumbo?
    El PSOE ha sufrido un proceso de degradación desconcertada desde la irrupción política del populismo podemita. No saben qué quieren ser de mayores: como los dioses fatales no lo remedien, su historia habrá comenzado con un Pablo Iglesias y va a acabar con otro. La socialdemocracia, que a mi juicio equivale en política a la common decency de la que habló Orwell y por eso es motivo de inquina entre la familia Trump de nuestro entorno, necesita intérpretes con los instrumentos menos desafinados que los actuales, sin complacencias venenosas con el nacionalismo y sin envidia cochina por las fútiles lentejuelas con que se reviste el radicalismo para bobos y rencorosos.
La corrupción y el nacionalismo son los dos mantras o bucles de la realidad española.
    Acabar con la corrupción no es un proyecto político, sino que es una higiene previa a la política. Es como si le preguntamos a cualquiera sus planes personales para los próximos 20 años y dice que sobre todo el plan es no caer enfermo. Bueno, usted no querrá caer enfermo porque tiene propósitos que no serían posibles con una enfermedad, pero no depende de usted. Pues con la corrupción sucede algo parecido. Vamos a decir que hacen falta medidas eficaces y generalizadas contra la corrupción, que hay que que acabar con el clientelismo y con ese afán de agencias de colocación y mangoneo que tienen los partidos, pero eso no es un programa político para un país.
¿Y lo del nacionalismo?
    Es el problema más grave que tenemos ahora en España. Entre otros asuntos, porque hay aspectos que no se entienden. En una entrevista con el lehendakari Urkullu, persona moderada, éste expuso ideas incompatibles con la ciudadanía, como que los vascos somos una nación diferente al resto del país y cosas de ese tipo. En España el único problema territorial que existe es el de Gibraltar. Nuestro problema no es territorial, sino de ciudadanía: saber si pertenecemos a todo el país o sólo a parte de él. Los derechos históricos son las Brujas de Zumarragurdi de la Constitución, nadie sabe hasta dónde llega su poder. Culturalmente puedes ser como quieras, pero políticamente somos todos de un mismo espacio. Aquí eso sigue sin explicarse. Uno de los defectos, aparte de la apatía de este Gobierno para actuar, es amagar permanentemente. Cuando en Euskadi se han aplicado las leyes, sin necesidad de sacar tanques a la calle ni cosas por el estilo, se metió a toda la mesa de Batasuna en la cárcel. Muchos decían que iba a arder el País Vasco por los cuatro costados, aunque lo único que ardió fue ETA. La unidad de España importa porque nuestra ciudadanía sólo resulta completa de ese modo.
¿La «apatía» de este Gobierno ahora en funciones es impericia o cobardía?
    No sé bien, pero soy consciente de que lo grave es que el día en que se tomen medidas, de tanto acumulado, será todo mucho más dramático. Gobierno hay que ser desde el principio. El desafío ha crecido exclusivamente por la ausencia de una respuesta a la altura del desafío.
Urkullu, por otra parte, dice que hoy es imposible que un Estado se pueda declarar independiente...
    Bueno, lo que quiere decir es que todos somos interdependientes. Dependemos de la UE y de tantas otras cosas, sí. Pero ellos se han procurado siempre un camino propio. No olvidemos que el PNV consiguió un concierto económico fastuoso que les dispensa mejores servicios sociales y una fiscalidad muy favorable. Eso genera una alarmante desigualdad fiscal y esencial. Al PNV la independencia no le interesa demasiado pero la gestión indefinida del independentismo, sí. Los peneuvistas tienen con la independencia la misma relación que los cristianos con el cielo, un lugar de delicias al que nadie tiene prisa por ir. Y hay más, ellos saben que el independentismo crea un problema al otro (al Estado), mientras que la independencia te crea un problema a ti.
En Cataluña el afán de independencia sí va con una prisa agónica.
    Claro, porque el brujo jefe sabía controlar la escoba, como en la película Fantasía de Disney, y el aprendiz de brujo actual no sabe controlarla. Ahí está la prisa. Por eso es urgente que los ciudadanos se den cuenta de que no es un problema de los catalanes sino de todos, pues quieren arrebatarle a la gente una ciudadanía que es derecho de todos. Los recortes en Sanidad o Educación los entiende todo el mundo. Los recortes en ciudadanía importan a muy pocos.
¿Cree que Europa tiene fecha de caducidad?
    Sospecho que continuará, aunque puede que se vaya debilitando el proyecto hasta que no merezca la pena. La Europa que quede de dar gusto a los xenófobos y de complacer a los que quieren excepciones (mira Inglaterra, actuaron igual que los nacionalistas) será muy frágil. La Europa que yo quiero es la que no olvida el proyecto social, el de la solidaridad, y no la que se convierta en balsa sólo de unos pocos.
Pero todo apunta a que estamos más cerca de la del triunfo de la xenofobia y otros fracasos.
    Por desgracia, sí. Y diré que encuentro un cierto feedback entre yihadismo y xenofobia. Las dos salen ganando con el victimismo, así que hay una complicidad criminal entre ellos.
¿Europa ha entendido en verdad la idiosincrasia de los Estados para funcionar en conjunto?
    Mirémoslo desde el lado de los ciudadanos. El ideal del ciudadano es el de alguien que acepta una ley común con los demás y a partir de ahí piensa lo que quiera en sus aspectos ideológicos, religiosos, eróticos... El ciudadano tiene derecho a no parecerse a los otros. Ya tenemos los estados nacionales, ahora habría que intentar llegar a un estado lo menos nacional o disperso posible. Pienso en una Europa donde el bikini y el burkini puedan convivir sin problemas.
¿Recuerda aquellos versos de Gil de Biedma que dicen: «De todas las historias de la Historia,/ la más triste sin duda es la de España/ porque termina mal»?
    Cómo no. Y ahora mismo no tengo fuerza para desmentirlos.
Una cosa más: ¿qué callada está la Iglesia, no?
    Pues sí. Están callados porque han comprobado que cada vez que hablan las cosas se les ponen más en contra. Lo bueno de los creyentes feroces es que hacen callar a los demás. Últimamente están mostrando su verdadera cara y es como para meterse debajo de la cama. ¿Por qué en Francia no han tenido algunos de nuestros problemas? Porque gozan de una buena educación pública laica.

Fuente:
http://www.elmundo.es/opinion/2016/10/01/57ee94e1ca4741145e8b4591.html
Fotografía: José Aymá.

DE UNA GUERRA CIVIL NO DECLARADA



Los venezolanos de aquí y de allá, nos integramos en una misma patria espiritual

"Una de las características fundamentales de la guerra civil no declarada en la que nos encontramos, es la de haber generado una masiva emigración de venezolanos calificados que intentan sobrevivir fuera, como ya no logran hacerlo adentro”,  señaló enfáticamente el diputado Luis Barragán al debatirse en la Asamblea Nacional el informe que las diputadas Sonia Medina y Maribel Guedez presentaron al respecto.

Prosiguió el parlamentario, luego de cuestionar la nacionalidad de Nicolás Maduro: “A la fuga de capitales de todos estos años,  se une la fuga preventiva de la minoría de funcionarios o ex – funcionarios, contratistas o ex – contratistas de este gobierno, notables además por sus extravagancias en las grandes capitales europeas, mientras que la mayoría de la sufrida diáspora es humillada, no recibe la más modesta atención en consulados y embajadas. Incluso, hay venezolanos expatriados en su propia patria, como los 70 mil esequibanos que no han sido cedulados”.

Finalmente manifestó que el “regreso seguro de los venezolanos en el exterior tendrá por mejor garantía el cambio de las condiciones objetivas y, en definitiva, del modelo y la estrategia de desarrollo en democracia y libertad”, asegurando que “no importa que los venezolanos se encuentren en uno de los cinco continentes, en el Ártico o en la Antártida, porque los de acá y los de allá formamos y nos sentimos  cerca en una misma patria espiritual”.

28/09/2016:

Hay venezolanos expatriados en su propia patria

El parlamentario asegura que sus conciudadanos en el exterior regresarán a reconstruir el país Representante de Vente Venezuela en la Asamblea Nacional enfatiza que una de las características de la “guerra civil no anunciada” es la emigración desproporcionada de talento nacional que ya no logra “sobrevivir dentro del país”

(Caracas. 28/09/2016) El diputado de Vente Venezuela por el estado Aragua, Luis Barragán, afirmó este martes en sesión ordinaria de la Asamblea Nacional (AN) que “hay venezolanos expatriados en su propia patria”. Esto en referencia a las 70 mil  personas que habitan en el Esequibo y no han sido ceduladas.

Denunció que “a la fuga de capitales de todos estos años se suman las extravagancias de funcionarios y contratistas del régimen en las grandes capitales europeas, mientras que la mayoría de los ciudadanos son humillados, incluso no reciben la más modesta atención en consulados y embajadas”.

Aseguró que los venezolanos que se han ido del país van a regresar, y serán pieza fundamental en la reconstrucción del país y el cambio de modelo económico y social.

“El regreso seguro de los venezolanos en el exterior tendrá por mejor garantía el cambio de las condiciones objetivas y, en definitiva, del modelo y la estrategia de desarrollo en democracia y libertad. No importa que los venezolanos se encuentren en uno de los cinco continentes, en el Ártico o en la Antártida, porque los de acá y los de allá formamos y nos sentimos cerca en una misma patria espiritual”, enfatizó.

Finalizó diciendo que “una de las características fundamentales de la guerra civil no declarada en la que nos encontramos, es la de haber generado una masiva emigración de venezolanos calificados que intentan sobrevivir fuera, como ya no logran hacerlo adentro”.

La AN aprobó este martes un Acuerdo con relación a la precaria situación en la que se encuentran venezolanos  residenciados en el extranjero.

28/09/2016:

jueves, 29 de septiembre de 2016

PDN



Vente Venezuela pide debate en la AN sobre la nacionalidad de Maduro

El diputado Luis Barragán, jefe de la fracción parlamentaria de Vente Venezuela, publicó este martes un artículo titulado “Sobre la nacionalidad del que les contamos”, mediante el cual expresa todo el apoyo de su partido y el de María Corina Machado a la propuesta de la diputada Melva Paredes, de discutir en la plenaria de la Asamblea Nacional el tema de la nacionalidad de Nicolás Maduro.

Luis Barragán recordó que, hace tres años, “la preocupación por la nacionalidad de Maduro Moros, nos llevó a una nueva coincidencia con María Corina Machado; junto a todos los integrantes de la Movida Parlamentaria, emprendimos una investigación que, incluso, nos llevó hasta la casa que (Maduro) habitó con su familia en la ciudad de Cúcuta”.

El diputado de Vente Venezuela añadió que “Melva Paredes retomó reciente y corajudamente la investigación sobre el problema de la nacionalidad, arribando a las pruebas muy concretas de una estafa sin precedentes en nuestro historial republicano… nuestro propósito, el de María Corina y Vente, es el de apoyarla en todo lo que sea posible, porque su bandera también es la nuestra”.

Barragán denuncia que Melva Paredes ha sido víctima de “variadas y fuertes presiones”, pero que ella “no se retira y persiste”. Además explica que “sobre la nacionalidad verdadera de Maduro Moros, el dato es de una gravedad extrema y cobran vida algunas hipótesis antes formuladas que ya gozan de una prueba irrefutable, gracias a las valientes diligencias de Melva”.

En la plenaria de la AN de esta tarde 27 de septiembre, el diputado Barragán al hacer uso de la palabra, reiteró ante sus colegas, la necesidad de que el parlamento abra el debate lo antes posible sobre la nacionalidad de Nicolás Maduro.

Fuente:
27 y 28/09/2016:
Brevísima nota LB: No generé esta nota. Lo curioso, cita el texto de unreciente artículo de prensa.