miércoles, 31 de agosto de 2016

MIOPÍA TECNOLÓGICA

EL UNIVERSAL, Caracas,31 de agosto de 2016
Descontento 2.0 y tecnoimaginación
Daniel Asuaje
    
El clima generalizado de descontento es un impulsor emocional de la participación política activa. Las redes sociales la abonan. Sabemos que el nivel de desarrollo de las tecnologías de  comunicación condiciona las formas y niveles de la participación política. En efecto, todas las formas unidireccionales de comunicación favorecen las formas autoritarias de gobierno. Los contextos de comunicación bidireccional facilitan el diálogo, la negociación, la empatía y la concertación. Cuando la comunicación sólo podía ser principalmente cara a cara los griegos ensayaron las formas asambleístas de la democracia. Solo cuando el analfabetismo disminuyó socialmente y los medios de comunicación de masas fueron una realidad, la participación de las mayorías en la política fue posible. Alcanzar determinado nivel tecnológico no asegura automáticamente la realización de las potencialidades políticas, pero su ausencia sí niega, en la práctica, su posibilidad.

Las redes sociales, la web 2.0 camino a la  3.0, las tablets y smartphones, así como un sinfín de aplicaciones existentes hacen posible la democracia participativa. En nuestro país existe un cuerpo legal, el del poder comunal, frente al cual nuestra oposición ha sido ciega por razones ideológicas, desaprovechando un sinfín de posibilidades mediante las cuales habrían podido poner en aprietos al régimen actual gracias a la participación real y masiva del soberano.  Debió verse más sus posibilidades que su promotor.

La cúpula  chavista al verse en el dilema de profundizar la democracia participativa o enfocarse en la concentración y mantenimiento a todo trance del poder optó, por esto último. Por ello dejó de lado la profundización del marco legal comunal, la creación de nuevos consejos comunales y asegurar la incorporación de estos a los mecanismos de consulta y decisión. Esta conducta, voluntariamente o involuntariamente, coincide con el descuido de la actualización de nuestra infraestructura tecnológica de comunicaciones, en particular la de Internet.

La infraestructura tecnológica nacional además de obsoleta, es de insuficiente cobertura poblacional y tiene tan pobre mantenimiento que puede caer en situación de colapso y apagón tecnológico en los próximos meses. Las capacidades actuales son lamentables, Venezuela tiene la navegación más lenta en la red de nuestro continente con 1,9 de velocidad, Chile navega con 7.3. Estamos en la cola tecnológica. En países como Perú más del 75 por ciento de los internautas navegan a cuatro megas. En Venezuela menos del 10 por ciento puede hacerlo.

Este rezago  impide que disfrutemos de televisión por streaming, profundiza  el analfabetismo tecnológico, nos margina de la vida moderna porque la imposibilidad de renovar equipos y actualizar licencias de software nos ponen en peligro de quedar fuera de la nueva web. También coloca a los ciudadanos en situación de minusvalía tecnológica para el ejercicio de sus  derechos a informarse sobre lo que deseen, opinar sobre lo que estimen de su interés y  hablarles directamente a sus gobernantes cuando quieran demandar rendición de cuentas o hacerles saber sus prioridades. El gobierno puso a la democracia participativa en el listado de las promesas incumplidas. Pero si bien hay limitaciones tecnológicas para el pleno ejercicio de la democracia participativa en nuestro país, se está lejos de impedirlo totalmente.   

Para el 1-S las redes sociales estarán completamente activas y serán un medio para sortear la censura informativa de ese día, a menos que haya un apagón tecnológico. Será también terreno fácil para la contra información oficial. Ningún medio escapa a esta posibilidad de uso, pero los usuarios de las nuevas tecnologías disponemos de modos de validación tan rápidos como los intentos de desinformarnos se sucedan.

Estas posibilidades tecnológicas y la nueva cultura del conocimiento deberían mover a las organizaciones políticas  a migrar desde la divulgación de contenido proselitista convencional o auto promocional hasta la difusión de contenidos sintonizados más bien con las expectativas e intereses de los ciudadanos. Es la manera moderna de conseguir seguidores, comunicándose con ellos a partir de sus intereses y necesidades y no desde la perspectiva de los partidos o líderes. Es consustanciándose con el ciudadano que se gana su atención, su confianza y hasta su adhesión a las propuestas.

La  miopía tecnológica de la oposición, unida a su ceguera ideológica sobre las posibilidades del marco legal del poder popular, les hace desaprovechar oportunidades más eficientes y baratas  que las convencionales para la participación protagónica de las mayorías, justamente cuando se puede desnudar los frenos gubernamentales a estas posibilidades y ya es viral nuestro descontento. La democracia participativa y protagónica vino para quedarse pero hace falta que la imaginación tecnopolítica y la apertura ideológica aprovechen las posibilidades de la plataforma informática. 

Fuente:
http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/descontento-tecnoimaginacion_459338

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