viernes, 29 de julio de 2016

UNA RECEPCIÓN APRINADA

Érase un tribuno
Guido Sosola


Un 31 de julio de 1966, regresaba al país Domingo Alberto Rangel después de un no muy prolongado exilio que, en sus distintos libros, reseñó incluyendo el largo viaje por automóvil por los pueblos italianos, reportándonos una deliciosa crónica. Por ironía, en esos días, salía por la puerta principal de Maiquetía un conjunto de guerrilleros, a pesar que la otrora vigente Constitución prohibía el extrañamiento, pero – digamos – constituyó una medida necesaria de valorar ante la poderosa leyenda de una represión tan infinita como gratuita,  propinada inescrupulosamente por el gobierno de Leoni.

Había sufrido de nuevo cárcel, a raíz del no menos necesario carcelazo para los diputados que, la historia lo ha demostrado, tiraban la piedra y escondían la mano, luego del consabido crimen de El Encanto, hacia 1963. El hermano, oficial activo y destacado del ejército, ayudó mucho a tramitar la liberación,  bacalao con el  que cargaron por demasiados años encima.

Era – ante todo – un tributo extraordinario, vivas, inteligente y sagaz con la palabra; cada vez que hablaba en el hemiciclo, fuere en las postrimerías de los ’40 o en los albores de los ´60, ocurría exactamente igual que en las aulas o cualesquiera conferencias y, mejor, mitín de calle. Sudaba inteligencia a borbotones, llamando la atención así se discrepase de él, cuya mejor arma fue la metáfora – en progresión, decía Orlando Albornoz para sus novelas -  retumbando por doquier.

Edna  Estéves, respecto al último regreso de Domingo Alberto, comentaba que, al reunirse con Giuliano Pajetta, secretario de asuntos internacionales del PCI, y Héctor Mujica, en Roma, vino a  crear el PRIN y, siendo la peor equivocación de su vida política, reconoció que sólo los unía el odio a Betancourt (“Domingo Alberto Rangel. Político rebelde y apasionante escritor”, Vadell Hermanos, Caracas-Valencia, 2007: 77). Y siempre fue noticia, por un motivo u otro, por sus declaraciones, sus innumerables artículos de opinión, sus libros: hoy sorprendería, para los políticos de esta hora de vanidades, que ocupase la primera plana de los periódicos un sujeto que vuelve derrotado, ignorando cuáles son las fuentes que realmente generan el respeto y el reconocimiento a pesar de las diferencias.

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