lunes, 11 de julio de 2016

HABLAR DESDE MUY JÓVENES



Caldera-Betancourt: adicionales coincidencias

Luis Barragán

Imprevistamente, días atrás, tuvimos ocasión de participar en un foro que versó sobre la relación política entre Rafael Caldera y Rómulo Betancourt, compartido el panel con Gehard Cartay y Carlos Canache Mata, por la feliz y persistente iniciativa de Sara Lizarraga.  De interés estrictamente histórico, ventiladas las coincidencias y discrepancias, constituyó un magnífico y, por cierto, muy concurrido evento para propiciar la reflexión que estos tiempos imponen. Sin embargo, faltando tiempo para considerarlos, aunque hubo que extenderlo, nos permitimos adicionalmente citar dos aspectos que, por obvios, paradójicamente pasan de largo.

Por una parte, ambos líderes fueron no sólo conocidos por el país a muy temprana edad, sino que a Caldera y a Betancourt se les pidió cuenta también por aquellos hechos y opiniones que protagonizaron y esgrimieron siendo todavía un par de mozalbetes. Dirigentes estudiantiles, en proceso de formación política, debieron asumir la responsabilidad de lo hecho y de lo dicho aún cincuenta años después.

Versamos sobre una situación contrastante con la de los elencos que gobernaron y gobiernan en el siglo XXI, porque - quizá con las excepciones  solitarias de Luis Miquilena o José Vicente Rangel – nadie tenía la remota idea de las trayectorias políticas y personales de los arribantes al poder, por cierto, deseosos de continuar enjugando sus privilegios, y quienes - mucho menos -  están dispuestos a satisfacer la curiosidad por algún lejano acto del que se tenga noticia.  Al inaugurarse la centuria,  comenzando por Chávez Frías, proseguida la tradición por Maduro Moros, representaron la venturosa cara nueva por la que tanto clamó la antipolítica y que, ejemplificándola,  forzó la publicación del Libro [SIC] Azul que alguna distancia tiene con la biografía de Andrés Bello y las editoriales de la UNE o la de Cecilio Acosta y las cartas a los “hermanitos” desde el exilio, por no citar la Ley del Trabajo y el Plan de Barranquilla.

Por otra parte, apuntemos al cultivo del lenguaje desde el campo político y el estrictamente académico. Los neologismos surgieron por una imperiosa necesidad expresiva que, a la postre, halló cupo en el Diccionario de la Lengua Española, como los términos “millardo” y “hampoducto”.

Nunca imaginó Angel Rosenblat que el lenguaje escatológico tendría por ancho y cómodo señorío la jefatura del Estado, como ha ocurrido en más de década y media, diciéndose injustamente representativo del apreciado por la media de los venezolanos. Peor que la deliberada procacidad,  cuando a los gobernantes de turno se  les antojó y antoja el correcto uso del idioma, simplemente delatan una crasa ignorancia que el  extinto mandatario pretendió – faltando poco – justificar, como el tristemente recordado vocablo “adquerer” con el que aleccionó a los escolares.

No abrigamos una versión paradisíaca de la relación entre Caldera y Betancourt, pero lo cierto es que, objetivamente, generó valores que no podemos desestimar, susceptible de la más rigurosa investigación histórica.  Y, aún cuando quisiese subestimarse en los ámbitos aludidos, por lo menos, es dado reconocer que esa relación despuntó entre las muchas que dibujaron una provechosa complejidad del fenómeno político que, lamentablemente, el todavía novísimo siglo no repite y – menos - mejora.

Fotografía:
Rómulo Betancourt toma posesión del poder, en 1959. 

11/07/2016
http://www.radiowebinformativa.com/opinion/caldera-betancourt-adicionales-coincidencias/ 

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