sábado, 23 de julio de 2016

DEL POLVO AL LODAZAL



De aquella y esta guerra civil

Luis Barragán

Entre el 17 y 18 de julio de 1936, Francisco Franco iniciaba el alzamiento desde Melilla que, pocos años más tarde, daba al traste con la república peninsular que transitó una pavorosa y confusa guerra entre hermanos. Un saldo dramático de muertos y familias transterradas, explicó la radical pugna de los extremos, liquidando un proyecto reformista harto comprobado (por ejemplo, véase el lúcido trabajo de Josep Fontana, “La II República: un proyecto reformista para España”, en Sistema. Revista de Ciencias Sociales, nr. 154 de 01/2000, Madrid).

De una abundante historiografía que no cesa, pueden abonarse numerosas interpretaciones e impresiones en este lado del mundo. Por lo pronto, invocaremos tres que conciernen a la Venezuela de estos tiempos.

De un lado, la banalización de la guerra civil, pues, haciéndola, los ibéricos la creyeron al principio de una brevedad que autorizó la apuesta. Maduro Moros, como su antecesor, nos ha amenazado con ella, aunque la creemos en pleno desarrollo, sometidos a una diaria e  intensa violencia callejera y al hambre que ha generado, en la que es el gobierno el único sector armado para librarla contra el resto de los venezolanos.

Del otro,   los integrantes y promotores de la Junta de Burgos, nunca se imaginaron en el cadalzo de un golpe de Estado por etapas, como lo fraguó y logró el gallego para quedarse en el poder hasta la muerte, legando un país atrasado. Acá no estamos exentos de aquella sentencia popular que versa sobre la ganancia de pescadores en ríos revueltos, sobrando los comentarios.

Finalmente, el fanatismo pasó factura en ambos bandos peninsulares.  Sin embargo, insistimos que casos como los de Manuel Azaña o Andreu Nin,  pueden ser todavía útiles para algún dirigente venezolano que nos crea en una divertida etapa de nuestra historia.

18/07/2016

No hay comentarios:

Publicar un comentario