domingo, 12 de junio de 2016

RICHTERIANOS

Sismicidad
Luis Barragán


La tentación más obvia es la de referirse al ámbito político, en constante forcejeo telúrico. Empero, vieja preocupación, la remitimos al ámbito natural-

La nuestra es una sociedad impreparada para las calamidades sobrevenidas, sujeta a una ya enfermiza apuesta. Un poco tentados, el gobierno nacional ni siquiera adoptó las previsiones más elementales para evitar la crisis humanitaria que padecemos, aunque fue suficiente y reiteradamente advertida, y – peor aún – distorsiona los medios constitucionales para encararla trastocando cualesquiera Estados de Excepción en una oportunidad adicional a objeto de desacreditar y aplastar a la oposición: inevitable inquietud, ¿qué no espera en el caso de un temblor o un terremoto natural que tenga por epicentro una sobrepoblada localidad?

Nos informan, importantes ciudades exhiben áreas muy frágiles y propensas al reacomodo geológico que tarda, pero siempre llega. La capital de la República cuenta con zonas extremadamente sensibles, repletas de edificaciones sobre las cuales pesan severas dudas en torno a la calidad de su construcción, fortaleza y hasta plasticidad para ajustarse al nefasto movimiento, siendo todavía imposible de pronosticar  la fecha e intensidad, mas no la tragedia que puede ocurrir al no adoptar las más elementales y necesarias previsiones.

A modo de ejemplo, contraído el sector privado de la construcción, el sector público es el que ha hecho un mayor  esfuerzo con fines evidente e irresponsablemente populistas y, si fuesen ciertas las cifras que expone, crece nuestra angustia porque buena parte de las unidades de la Misión Vivienda se levantan sobre suelos que no contaron con los correspondientes estudios,tienen estructuras endebles, colapsando los servicios básicos, como el de agua,  eléctrico, vial y telefónico que no supieron de un mínimo mantenimiento y, menos, alguna mejoría. No podrá decirse que soportarán con facilidad cualquier diablura natural y que ésta, por cierto, se deberá a la orden impartida a la oposición  por el imperio,  como tampoco que no habrá responsables de una indeseada desgracia colectiva al acogerse nuestros burócratas – precisamente – al Estado Imperio,  por obra de un TSJ que dice acostumbrarnos a las ocurrencias que ameritan también de la escala de Richter.

Quizá porque vivimos de niños el estremecedor terremoto caraqueño, persiste la preocupación por el más modesto temblor que pueda rubricar la tragedia actual y, lejos de un mal augurio, debemos tomar las precauciones del caso comenzando por el propio gobierno nacional que le da absoluta prioridad a su entera y egoísta supervivencia. Por lo menos, el sector más sensato  ha de iniciar urgentemente una campaña de información y de preparación en todo el territorio nacional para la eventualidad de un movimiento sísmico, despartidizando y reivindicando – además – el servicio de Defensa Civil, cuyo titular – valga acotar – es tan anónimo como lógicamente no lo fueron sus predecesores por numerosas décadas: atención, no hablamos de una modalidad de negocios, sino de una tarea humana impostergable que ha de comenzar en todos los colegios públicos y escuelas privadas para extenderse en un corto plazo. Coletilla: y no vengan con el cuento de que no hay presupuesto.
Ilustración: Miquel Torres Blasco.


13/06/2016

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