domingo, 29 de mayo de 2016

VIENDO A OLIVER EN TURMERO, CON JESÚS



De la Caracas para un infante difunto

Luis Barragán

Cuidadosos, muy lejos estamos de la especulación política sobre las desgracias ajenas. Suficientemente advertida, la crisis humanitaria – un hecho incuestionable por sus desgraciadas consecuencias – ha cobrado la vida misma de niños y recién nacidos, levantando una legítima indignación en la Caracas que ha sintetizado la tragedia padecida en todo el territorio nacional.

Consabido, Oliver Sánchez de apenas ocho años de edad, falleció recientemente afectado por un cáncer que tuvo por mejor aliado la dura crisis de la salud que nos está devorando, faltando los más elementales medicamentos, mientras el régimen incineró e incinera las divisas – vendiendo hasta el oro que conveniente y estridentemente repatrió – en el altar de su propia  supervivencia. Un hecho objetivo e irrefutable, el infante había concurrido a una protesta escenificada en Plaza Venezuela con un sencillo, pero demasiado elocuente cartel que nos llevó inmediatamente a la comunión: “Quiero curarme. Paz. Salud”.

Nuestra intención no es la de descalificar personalmente a los voceros gubernamentales, quienes deben responder ante los sucesos que no eran frecuentes más de década y media atrás, con la impunidad aparente de estos días en los que velan por no asumir el natural e inexorable costo político que le es inherente. La muerte de 160 neonatos en el Hospital de la Universidad de Los Andes (HULA), solamente en lo va de año, además de la profunda herida que ocasiona a nuestras sensibilidades, legitima una huelga de los médicos que desesperan por salvar vidas, arriesgando la propia, generando las obvias implicaciones políticas que el régimen no puede atajar y ni siquiera intentarlo, a través de la censura y el bloqueo informativo, la persecución y la represión.

En el debate que la Asamblea Nacional lógicamente escenificó, poblado el hemiciclo con las gráficas de Oliver, los diputados oficialistas Carmen Meléndez y Ramón Lobo evadieron el fondo del problema, condenando la supuesta manipulación de la imagen del infante difunto que los desagradó y abochornó, denunciando la politización del problema, presumiéndola – en sí misma - como una huelga médica además hecha por militantes de dos de los partidos opositores, prometiendo la dotación de los centros hospitalarios y pidiendo unidad para resolver los problemas con una conclusión pueril (“si todos los médicos se van a huelga, ¿quién va a atender a las personas que vayan a los hospitales?”). Para la penosa perplejidad de quienes les escuchamos in situ, como antes también personalmente constatamos las condiciones precarias en las que se desenvuelve el hospital merideño, no hallamos una respuesta y una refutación concreta a los alegatos de  la oposición democrática, añadida la denuncia del diputado Carlos Bastardo, pues, la crisis de la salud revela – en última instancia – un intento de sojuzgar a la población. Acotemos, desconocen el sentido de responsabilidad, profesionalismo, honestidad, sacrificio y desprendimiento de los galenos.

Por muchísimo menos de lo que ahora acontece, esos elencos en el poder - décadas atrás - hubiesen clamado a los cielos, rasgándose las vestiduras e incurriendo en el peor de los dicterios y tremendismos, que la sola interpelación ministerial en el Congreso canalizaba, incluyendo la debida interpelación, moción de censura y el reemplazo de un titular del despacho de Sanidad, como ocurrió en el segundo gobierno de Caldera por un brote epidémico en el estado Zulia. Diciéndose fundadores del siglo XXI venezolano, amarrados a la Caracas y al país que versiona Miraflores, recurren a los más trillados subterfugios, pretendiendo – adicionalmente – devaluar todo debate político, por más evidentes e inobjetables que sean “datos” como Oliver y los 160 neonatos de una venezolanidad lamentablemente efímera.

Fotografía: LB, tallado de Cheo Perdomo, Turmero, estado Aragua.

30/05/2016
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/26493-de-la-caracas-para-un-infante-difunto 

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