lunes, 23 de mayo de 2016

¿UNA CAMPAÑA DE AUTO-PROTECCIÓN CIVIL?



Del instinto de supervivencia

Luis Barragán

Anunciados y realizados – de un modo u otro -  constantemente, los consabidos ejercicios militares responden a objetivos eminentemente políticos de orden interno. No existe un mínimo indicio de invasión de alguna potencia foránea, excepto el que retóricamente ha inflado el régimen en ya casi veinte años, ni así lo ha dictaminado el Consejo de Seguridad de la Nación, pues, que sepamos, no ha celebrado la correspondiente sesión que requiere de la presencia del presidente de la Asamblea Nacional para la debida conformación del quórum.

La movilización militar se debe al proceso de convocatoria de un referéndum – ésta vez – revocatorio que, contemplado nada más y nada menos que en la propia Constitución de la República, no lo autoriza, pues, si lo hiciese, reconocería la inexistencia misma de un Estado Constitucional. La adquisición y el empleo de los llamados “drones”, costosísimos aparatos de alta tecnología, para supervisar y filmar las movilizaciones ciudadanas a fin de  solicitar legítimamente el cumplimiento de los – subrayemos -  trámites administrativos del revocatorio, confirman el evidente objetivo político.

Peor, mientras que tales artefactos se estrenan para estas jornadas cívicas y pacíficas, manchando el firmamento, recabando la información que los servicios de inteligencia procesarán para la saña represiva, la ciudadanía está olvidada a su suerte en las inmensas colas para conseguir alimentos y medicamentos. No hay uno de estos “drones” capaces de advertir las situaciones e identificar a los delincuentes que actúan a sus anchas cuando las personas desesperan para obtener una fórmula láctea, una pastilla para la hipertensión arterial o papel higiénico, así como la fuerza militar – comprobado, la más inadecuada para estas labores – no impide el asalto a mano armada, el secuestro o la muerte de alguien que paga por el delito de no contar en el bolsillo con un par de miserables cigarrillos.

Solamente, el instinto de supervivencia nos explica a los venezolanos en las calles y en las colas, procurando evadir milagrosamente al hampa, porque no hay autoridad - y los colectivos armados no lo son -  capaz de garantizar un mínimo de orden y concierto con la confianza que una limpia actuación suscita.  No quisiéramos siquiera imaginar un tímido movimiento sísmico, imposible de imputar a la oposición, aunque seguramente la pobre imaginación oficial dirá del imperio, así sea el dictador de Corea del Norte el que se entretiene con sus juguetes nucleares: no contamos con servicios públicos mínimamente eficientes, aunque todos gozan de la generosidad de un presupuesto que ya está dilapidado.

Ese instinto de supervivencia amerita de un apropiado desarrollo y muy bien la oposición democrática puede iniciar una campaña de orientación en materia de defensa civil que permita, en circunstancias difíciles y aún desastrosas, preverlas y superarlas en todo lo posible. Por lo pronto, otra campaña, el de una afinada prevención del delito, a falta de gobierno, puede encararla, porque en las calles, como en las colas,  coexisten las personas decentes, pacíficas y honestas, con los delincuentes de la más diversa ralea,

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