domingo, 3 de abril de 2016

FUEGO A DISCRECIÓN

Del novísimo toque de queda
Luis Barragán


Vivimos años consecutivos bajo el imperio de la delincuencia, cuyo crecimiento y una cada vez mejor articulación lo delatan no sólo los resultados en vidas humanas tan injustamente truncadas, sino la propia y harto sospechosa impotencia del Estado comprobadamente  incapaz de la persecución y del castigo, correspondientes. El solo dato de más de 400 ingresos de cadáveres en la morgue de Bello Monte, en la ciudad capital, en marzo del presente año, es otro suficiente motivo para que renuncie Nicolás Maduro.

Imposible argumentar que todo delito es fruto del estado de necesidad, porque las estadísticas que apenas se conocen, más por el activo seguimiento de sendas y sobrias entidades de la sociedad civil, metodológicamente fundados, que por un Estado que es el gran deudor de la información veraz, procurando desorientarnos, dibujan una suerte de guerra civil. Y ésta, tácita e inclemente, pero eficaz, está muy lejos de sustentarse en el delito famélico, hallando sintonía con el ejercicio de un perverso control social.

El hampa ya industrializada, la que tiene por mejor explicación la complicidad del gobierno que la tolera en los mismos centros penitenciarios, convertidos también en  referentes de irradiación gerencial, ha formalizado el toque de queda en los sectores populares y quizá – en pocos días – se extienda a otros en ciudades, pueblo y caseríos. Ha impuesto un horario para el libre tránsito de quienes los habitan, declarando en la práctica un Estado de Excepción que, por cierto, levanta no pocas suspicacias.

Ya hay pérdida de vidas humanas por incumplimiento del toque de queda y estudiantes, trabajadores y buscadores perseverantes de empleo, deben agotar todas sus diligencias para llegar a sus hogares a tiempo y resguardarse frente a las autoridades de facto. El señorío se extiende más allá del barrio adentro y, en los estados Aragua, Carabobo, Sucre y Zulia, como en la ciudad capital, nos reportan, el fenómeno muerde a las urbanizaciones.

Todo esto ocurre bajo la expectativa silenciosa de un gobierno que teme a la protesta social por la pavorosa crisis que ha generado y que autoriza con su abstención, por más descabellado que parezca, tan atípico Estado de Excepción. Obra como una fórmula de amedrentamiento y contención de todas las inconformidades, incurriendo en un terrorismo de Estado por delegación.
Ilustración: Mario Wagner.


04/04/2016

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