domingo, 10 de enero de 2016

VENIR DEL AGUA Y DEL ESPÍRITU

La prolongada experiencia de oración de Jesús
Marcos Rodríguez

Contexto
Terminado el “tiempo de Navidad”, empezamos hoy el “tiempo ordinario”. El evangelio nos relata el principio de la vida pública de Jesús. Con los conocimientos que yo tengo hoy, me atrevo a decir que, el bautismo de Jesús, es el acontecimiento más importante de toda su vida, desde su nacimiento hasta su muerte.
Los relatos del bautismo son simbólicos y no hacen referencia a un hecho puntual, sino a una experiencia que se pudo prolongar durante mucho tiempo, incluso durante toda su vida. En esos relatos se nos invita a tomar conciencia de cómo vivió él esa experiencia de Dios. Jesús descubrió lo que Dios era para él y lo que tenía que ser él para Dios. Por tanto descubrió el sentido de su vida y la misión que debía realizar de parte de Dios.
Los cuatro evangelistas resaltan, a su vez, la importancia que tuvo para Jesús el descubrimiento de su misión y el encuentro con Juan el Bautista; a pesar de que es un reconoci­miento de cierta dependencia de Jesús con relación a Juan.
Juan no formó ningún grupo estable de seguidores. Todo lo que sabemos de él, nos ha llegado por los escritos cristianos. Si a pesar de que se podía interpretar como una subordinación a Juan, lo han narrado todos los evangelistas, quiere decir que tiene unas posibilidades muy grandes de ser histórico. Es más, sería el primer dato histórico que nos ha llegado de la vida de Jesús
Celebramos hoy el verdadero nacimiento de Jesús. Él mismo nos dijo que el nuevo nacimiento del agua y del Espíritu, era el verdaderamente importante. Si seguimos celebrando con mayor énfasis el nacimiento carnal, es que no hemos entendido en su justa medida el mensaje evangélico. Nuestra religión sigue empeñada en que busquemos a Dios donde no está. Dios no está en lo material, en lo biológico, en los acontecimientos que podemos percibir por los sentidos. Dios está en lo hondo del ser y allí tenemos que descubrirlo.
El bautismo de Jesús tiene un innegable calado en todos los evangelios, precisamente  porque el relato nos lanza más allá de lo sensible. Recordemos que Marcos y Juan no saben nada de la infancia de Jesús y comienzan su evangelio con el bautismo.
Explicación
El relato de Lucas que acabamos de leer, no da ninguna importancia al hecho concreto del bautismo. Se centra precisamente en los símbolos: cielo abierto, bajada del Espíritu y voz del Padre. Imágenes que en el AT están relacionadas, todas ellas, con el Mesías.
Se trata de una teofanía. Según aquella mentalidad, Dios está en los cielos y tiene que venir de allí. Abrirse los cielos es señal de la cercanía de Dios a los hombres. Esa venida tiene que ser descrita de una manera visible, para poder ser percibida.
Dios garantiza la veracidad del enviado, afirmando su relación con él. Por lo tanto, lo importante no es lo que sucedió fuera, si no lo que vivió Jesús dentro de sí mismo, y que el relato trata de trasmitirnos con esos símbolos.
El evangelio de Juan es todavía más drástico, ni siquiera narra el bautismo, lo da por supuesto y habla directamente de la presencia del Espíritu en Jesús, que es lo importante. Todos están hablando de una experiencia interna de Jesús, porque el Espíritu no tiene que venir de ninguna parte.
El gran protagonista de la liturgia de hoy es el Espíritu. En las tres lecturas se hace referencia directa a él. En el NT el Espíritu es entendido a través de Jesús; y a la vez, Jesús es entendido a través del Espíritu. Esto indica hasta que punto se consideran mutuamente implicados.
Comprenderemos esto mejor si damos un repaso a la relación de Jesús con el Espíritu en los evangelios, aunque no en todos los lugares podemos estar seguros de que la palabra “espíritu” se refieren a la misma realidad.
Marcos:
1,10  Vio rasgarse los cielos y al Espíritu descender sobre él.
1,12  El Espíritu lo impulsó hacia el desierto.
Mateo:
1,18  Resultó que (María) había concebido por obra del Espíritu Santo.
1,20  El ángel a José: no temas, el hijo que espera, viene del Espíritu Santo.
3,16  Se abrieron los cielos y vio el Espíritu de Dios que bajaba como paloma.
Lucas:
1,35  El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con...
3,22  El Espíritu Santo bajó sobre él en forma corporal como una paloma.
4,1   Jesús salió del Jordán lleno del Espíritu Santo
4,14  Jesús, lleno de la fuerza del Espíritu, regresó a galilea.
4,18  El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.
Juan:
1,32  Yo he visto que el Espíritu bajaba del cielo y permanecía sobre él.
1,33  Aquel sobre quien veas bajar el Espíritu, es quien bautiza con E. S. y fuego.
3,5   Nadie puede entrar en el reino, si no nace del agua y del Espíritu.
6,63  El Espíritu es el que da vida, la carne no sirve de nada.
Está claro que la figura de Jesús no podría entenderse si no fuera por la acción del Espíritu. Seguir entendiendo esa acción del Espíritu referida a su procedencia biológica es desbaratar el sentido de las Escrituras.
Recordemos lo que dice el mismo Jesús a Nicodemo: “Hay que nacer de nuevo” y “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del Espíritu es Espíritu”.
¡Claro que Jesús es inconcebible sin la acción del Espíritu! Hay que tener en cuenta sin embargo, que cuando hablamos del Espíritu, estamos hablando del mismo Dios como energía, como vida; es lo que significaba espíritu en el AT. También hay que recordar que estamos hablando de la experiencia de Jesús como ser humano, no de la segunda o de la tercera persona de la Trinidad.
Lo que de verdad nos debe importar a nosotros es el descubrimiento de la relación de Dios para con él como ser humano, y la respuesta que el hombre Jesús dió a esa toma de conciencia. Lo singular de esa relación es la respuesta de Jesús a esa presencia de Dios-Espíritu en él.
En contra de lo que siempre se nos ha dicho, el bautismo no es la prueba de la divinidad de Jesús, sino la prueba de una verdadera humanidad. Un ser humano que acepta sus limitaciones y ora.
En el discurso de despedida de Juan en la última cena, Jesús hace constantes referencias al Espíritu que les enviará, pero también les dice que no les dejará huérfanos, que volverá. Sin duda esas dos expresiones hacen referencia a la misma realidad. De la misma manera que también dice que el Padre y él vendrán y harán morada en aquel que le ama. Esto nos indica hasta que punto Jesús se siente identificado con Dios que es Espíritu.
Aunque no tenemos datos suficientes para poder adentrarnos en la psicología de Jesús, los evangelios no dejan ninguna duda sobre la relación de Jesús con Dios. Fue una relación personal. Se atreve a llamarle Abba, (papá) cosa inusitada en su época y aún en la nuestra. Hace su voluntad, le escucha siempre, etc.
Todo el mensaje de Jesús se reduce a manifestar su experiencia de Dios como Espíritu. El único objetivo de su predica­ción fue que también nosotros lleguemos a esa misma experiencia. Aquí podemos encontrar el mejor camino para comprender lo que es el Espíritu para la primera comunidad cristiana.
En el diálogo con la Samaritana lo deja bien claro: Dios es Espíritu y el que quiera adorarlo debe hacerlo en espíritu y en verdad. La comunicación de Jesús con su "Abba", no fue a través de los sentidos ni a través de un órgano especial y portentoso. Se comunicaba con Dios como nos podemos comunicar cualquiera de nosotros, sólo a través de su propio ser. Ningún hilo telefónico especial. Tenemos que descartar cualquier privilegio en este sentido.
Sólo a través de la oración, de la contemplación el Hombre Jesús descubrió quién era Dios para él. Lucas  nos acaba de decir que toda esa manifestación de la presencia de Dios en Jesús se produjo “mientras oraba”.
El descubrimiento de esa presencia nace sencillamente de su concien­cia de criatura. Dios como creador está en la base de todo ser creado, constituyéndolo en ser. Yo soy yo porque soy de Dios. Todo lo que tengo de positivo me lo está comunicando Dios; es el mismo ser de Dios en mí.
Sólo una cosa me diferencia de Dios; mis limitaciones. Esas, sí son mías y hacen que yo no sea Dios, ni criatura alguna pueda identificarse con Dios. Lo importante para nosotros es intentar descubrir lo que pasó en el interior de Jesús y ver hasta qué punto podemos nosotros aproximarnos a esa misma experiencia.
La experiencia de Dios que tuvo Jesús no fue un chispazo que sucedió en un instante. Más bien tenemos que pensar en una toma de conciencia progresiva que le fue acercando a lo que después intentó transmitir a los discípulos.
Los evangelios no dejan lugar a duda sobre la dificultad que tuvieron los primeros seguidores de Jesús para entender esto. Eran todos judíos y la religiosidad judía estaba basada en la Ley y el templo, es decir, en una relación puramente externa con Dios.
Para nosotros esto es muy importante, porque nos advierte que la toma de conciencia de nuestro verdadero ser no puede producirse de la noche a la mañana, sino que es un proceso que dura toda nuestra vida.
Meditación-contemplación
Jesús nació del Agua y del Espíritu (bautismo).
Parir, es “dar a luz. Nacer, es “venir a la luz”
Este segundo nacimiento da a luz mi verdadero ser.
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Jesús era la lámpara perfecta.
El Espíritu la atraviesa y la transforma en luz.
No sólo es luz, sino que ilumina a todos.
..................
La energía que enciende la lámpara, es el Espíritu.
Es Dios en cuanto energía que hace incandescente todo mi ser.
Sigo siendo yo, pero completamente transformado.
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No te identifiques con tus limitaciones, con tus fallos.
Descubre que los fallos son ausencia de ser, carencias.
Tú eres lo positivo que hay en ti.

Fuente:
http://www.feadulta.com/anterior/Ev-lc-03-15-16-21-22-MR-C.htm
Cfr.
Isabel Vidal de Tenreiro: http://www.elimpulso.com/opinion/buena-nueva-jesus-bautizado
Ilustración: Pablo Palazuelo.

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