jueves, 12 de noviembre de 2015

POZO 18

EL NACIONAL - VIERNES 03 DE AGOSTO DE 2007    NACION/15
Socialismo petrolero
Luis  Pedro España

Hasta que por fin le cayó la locha al señor Presidente. Por fin descubrió de qué se trataba el asuntito del socialismo del siglo XXI. Luego de haberse traído a los intelectuales más desocupados de la peregrina izquierda internacional, un chispazo de lucidez, me temo que Fidel Castro de por medio, le permitió a nuestro Presidente encontrar el atributo específico del socialismo que pretende para Venezuela.
Nada de socialismo bolivariano, tercera vía, popular o de base. Mucho menos socialismo zamorano o robinsoniano. Lo nuestro es el socialismo petrolero. Obvio señor Presidente, ese sí que es nuestro. El único problema es que no es tan inédito. Los adecos, Betancourt y Pérez Alfonso, por citar a dos de ellos, ya lo inventaron durante la segunda mitad del siglo XX y hasta lo pusieron en práctica.
Por lo visto de nada sirvieron las lecturas de los clásicos del marxismo, poca fue la contribución de las lecturas de adolescentes como Para leer al Pato Donald de Dorfman y Mattelart, ni qué decir del desfile de proyectos e ideas sobre el nuevo orden económico mundial que de seguras se pasean semana tras semana por el despacho presidencial. Si nuestro Presidente se hubiera leído primero Venezuela, po lítica y petróleo antes que los ensayos de Norberto Ceresole o el Oráculo del guerrero, nos hubiésemos ahorrado varios cientos de divagaciones y no menos errores de políticas.
El asunto estaba allí, en la punta de su soberana nariz, es nuestra condición de país petrolero la que nos permite ser socialistas. Un socialismo lig ht, como en su momento fuimos un capitalismo light (o rentístico, según conceptos de Mommer y Baptista). Es decir, un capitalismo que por medio de la distribución de la renta petrolera podía sobre-remunerar a los factores productivos, reduciendo con ello la carga conflictiva o, por su parte, un socialismo que accede a formas colectivas de producción sin detenerse en asuntos tan banales como la eficiencia y la productividad. A fin de cuentas, el colchón de la renta permite obviar esa preocupación que tienen las sociedades que sí dependen de su trabajo para vivir.
Resuelto el tema del apellido de nuestro socialismo, ahora quedan pendientes dos problemitas. Uno que no pudo ser resuelto en el pasado y otro que se está fraguando para el futuro. El primero tiene que ver con la posibilidad de que nuestra economía petrolera pueda ser estable y sostenible en el largo plazo; el segundo, si podremos seguir siendo una democracia a pesar de la disparidad de poder que existe entre el Estado y la sociedad.
Como está a la luz, no nos ha sido posible salir de la dependencia petrolera. Nuestra crisis económica de más de 25 años fue producto de la quiebra de la economía no petrolera y, trágicamente, este socialismo petrolero nos clava más en su dependencia.
Por su parte, y en relación con el segundo problema, los padres de la democracia tomaron del modelo liberal las instituciones y los acuerdos necesarios para inhibir al Estado de la base material autoritaria que le confiere el petróleo, permitiendo así que nuestro sistema político fuera democrático.
Elecciones y alternancia en el poder fue la fórmula para que ningún Pérez, Caldera, Herrera o Lusinchi pretendiera eternizarse en el poder. Hoy, la reforma constitucional en ciernes pretende acabar con esta fórmula.
En fin, que el socialismo puede que sólo sea mantener la dependencia petrolera y su inviabilidad de largo plazo, y que lo nuevo únicamente sea la sustitución del socialismo petrolero por la dictadura del petróleo.

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