domingo, 13 de septiembre de 2015

REAPARICIÓN

De la Ida y vuelta de la utopía
Luis Barragán


Contábamos con notables elencos políticos de la más variada estirpe ideológica, cuya experiencia acumulada  hicimos nuestra. Quizá hoy asistimos a la asombrosa pérdida de un valioso legado, incluyendo importantes fuentes documentales,  frente a aquellos prolíficos reinventores del agua tibia, contentos con el efímero gesto mediático.

Muchas veces, en nuestros recorridos por la vieja hemerografía, dimos con Héctor Rodríguez Bauza, prominente dirigente contra la dictadura perezjimenista que fue apagándose poco a poco al pasar las páginas. Gracias a Nicomedes Febres, nos enteramos de la reciente publicación de sus memorias y, muy bien distribuido, hallamos el ejemplar: “Ida y vuelta” (Editorial Punto, Caracas, 2015).

Compartimos el  “emotivo, sentimental y un tanto desordenado recorrido” (103) del culto comunista y magallanero (nadie es perfecto), quien tenía la cara de pendejo mejor administrada del país, según Manuel Alfredo Rodríguez (189).  Lector insaciable, ha cumplido con las nuevas generaciones al entregar sus memorias, adecuada y espontáneamente acotadas, sin caer en la tentación de la vanidad intelectual, con el acento de una convincente modestia y un estupendo sentido de humor.

Es el cronista de la Venezuela olvidada, con sus pueblos y ciudades, personajes, calles y esquinas, que transita rápido por el jazz estigmatizado, deja constancia de la rivalidad entre Luis Alfonzo Larraín y Billo Frómeta, alude a Vicente Emilio Sojo, Antonio Estévez, Evencio Castellanos, Antonio Lauro y el Quinteto Contrapunto.  Cabal margariteño, los capítulos iniciales versan sobre Juangriego y la riqueza humana de la isla que espiritualmente habita, complementada con aquella Caracas que extravió hasta el “sonsonete que tenía en su manera de hablar” (46), tomando nota de los lugares foráneos que palpó en sus cortos y largos, voluntarios e involuntarios viajes de un activista que maduró tempranamente.

Reporta extraordinarias y ocurrentes anécdotas, como el cobro del aporte financiero al partido de Miguel Otero Silva, el seguimiento policial a una reducida célula comunista compuesta mayoritariamente por infiltrados, las ocurrencias de Estévez en sus faenas turísticas, la “sonrisa que de vaina no le dio la vuelta completa a la cabeza” de Carlos Canache Mata al concluir un discurso universitario, la vida carcelaria,  los afanes margariteños o los propios de la militancia clandestina, y también la severa mordacidad del padre que siempre  tuvo cerca (165).  En su trazo histórico,   afortunadamente evita en lo posible  repetir lo ya conocido.

Páginas estelares, versa sobre la constitución de la Junta Patriótica, la huelga universitaria de 1957 y el desenlace del régimen, dedicándole sendos capítulos al carácter del 23 de Enero y al que tuvieron los hechos de 1945 (XXVIII y XXIX). Curioso, hubo personeros del régimen depuesto que, por momentos, contribuyeron financieramente en correspondencia con los sismos interiores (161), al igual que apunta a la contribución popular que se hizo para la causa cubana, sumando a los propietarios de las empresas cinematográficas (213).

La insurrección armada que partió de la política de hechos cumplidos, a espaldas de la dirección del partido (74 ss., 271), añadido el contacto y la alianza con sectores – además – perejimenistas, “aunque de manera difusa y hasta vergonzante” (273), genera gran interés ocupando el feroz anticomunismo betancourista la escena: “No fuimos unos angelitos ciertamente. Pero frente a nosotros no estuvo el Niño Jesús” (228),  Advierte los desafueros represivos y apenas sobrevuela las conversaciones personales con la alta dirigencia cubana, sumado Ernesto Guevara.

Rodríguez Bauza aporta al balance histórico, por lo que valoramos el testimonio de sus diligencias hasta financieras en el exterior para las guerrillas, pues, si bien es cierto que hubo excesos de represión, no menos lo es que hubo motivos para enfrentarlas. Balance requerido de la verdad responsablemente dicha, en vez de la tormentosa e interesada versión que ahora tiene jerarquía oficial.

Bitácora de contrastes que pueden resultar graciosos, en medio del drama, pues un día viene de disfrutar una paella allende la mar y al otro,  sufre los planazos en la Cárcel Modelo de Caracas, luego de su captura, para cumplir algunos años encerrado hasta que el gobierno de Leoni lo pone en un avión para ir a vivir en la Unión Soviética, donde asistió también a una escuela de entrenamiento subversivo. Señala el ambiente soviético de frustración, estancamiento y tedio, como le sorprendió que, en un viaje anterior, los comunistas alemanes distinguiesen entre la jerarquía partidista y los dirigentes de base (292, 331).

De una prodigiosa memoria, reconstruye situaciones, nombres y vivencias del Partido Comunista de Venezuela, orgulloso de contarse entre los fundadores y propulsores de la Juventud Comunista, relacionando las actividades liceístas, las lides formativas, los aparatos de seguridad dentro y fuera del país,  entre otras de las facetas de un partido organizado y principista, aunque devoto inevitable de Stalin (134, 344). El autor se incorporó al Movimiento Al Socialismo (MAS), años más tarde, culminando sus tareas partidistas a través de Deslinde y como Secretario de la Fracción Parlamentaria de los otrora anaranjados en el Congreso de la República, pues, de sobradas credenciales políticas, el celebérrimo dirigente se deslizó al anonimato, quizá porque las suyas fueron siempre las faenas más riesgosas:  el bajo perfil tuvo por aprendizaje el combate contra una dictadura militar que fue prioritario derrotar (119) y, después, durante la consabida lucha armada, le dio “más importancia a lo que podríamos llamar labor conspirativa”, en lugar de la parlamentaria (231).

Memorias que tendrá que complementar, ya que despertó la curiosidad por circunstancias y actores de los que deseamos – todavía – una mayor precisión. Espera en la que confiamos por el abanico respetuoso y sobrio que ha abierto después de consignar sus impresiones sobre Juan Bautista Fuenmayor, señalar a Renny Ottolina como el precursor de la antipolítica en Venezuela, reconocer a Luis Herrera Campíns o a Luis Esteban Rey,  cotejar a Arturo Uslar Pietri y a Mario Briceño Iragorry, hablar de la caída de Jacobo Arbenz, reconocer a Clímaco como héroe anónimo contra la dictadura, enaltecer a Óscar Centeno Lusinchi, defender de la infamia a Alfredo Tarre Murzi, señalar a Jorge Giordani…, transmitiendo respeto y cariño por los viejos protagonistas de su partido, como Gustavo Machado.

Edición capaz de competir en los más exigentes anaqueles extranjeros, con la inteligente portada de Jorge Valoz, cuenta con un pequeño repertorio de fotografías que merecen la nitidez de las redes sociales.  A pesar de los avatares, por cierto, Rodríguez Bauza debe contar aún con un buen archivo que ojalá tenga a bien publicar.

Fuente:
http://opinionynoticias.com/opinionnacional/23767-de-la-ida-y-vuelta-de-la-utopia

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