domingo, 13 de septiembre de 2015

LABORATORISTAS

De la prefabricación del imaginario social
Luis Barragán


Corre la noticia: Gabriel García Márquez fue "espionado" por el FBI, gracias a una orden personal de su director. ¿Cómo es posible que la agencia incurriese en tal desatino?, es el latiguillo que concuerda con nuestra persistente auto-victimización. Sin embargo, el hijo del nobelado – por entonces, insospechada premiación -  acertó al declarar que la agencia hizo el seguimiento al empleado de Prensa Latina que arribó por  1961 a Nueva York, con los estornudos de la Guerra Fría.

Parece que un dato se extravía, pues, la desclasificación de los documentos que inquietaron al Washington Post, ofrece un radical contraste: por una parte, los clasificaron varias veces hasta cumplir un lapso para la revelación, mientras que – en este lado del mundo – se los roban o lo destruyen – además -  por el capricho de un funcionario que ni idea tiene de la emisión, orden  y preservación de las fuentes (ahora más, consagrado el tal patriota cooperante); y, por el otro, algunos periodistas cumplimentan la pesquisa para atraer a los lectores, informándolos en ese esfuerzo que hace la prensa convencional ante la dura competencia impuesta por las redes sociales en sus distintas modalidades.  Sufrió una medida tan injusta al que debieron adivinar como el gran novelista que luego se hizo, indica el sentido común donde no caben otros datos, como  el Estado necesitado del temprano o tardío control ciudadano, la libertad de indagación y difusión de los medios independientes y, menos, las apetencias de Gerald Martin que convirtió la biografía en un género de inagotables exactitudes.

Es de suponer que la suerte personal de todo alto funcionario, cuyas apreciaciones y decisiones generan no pocas consecuencias, pasa por  una vida privada limitada, por lo que cualquier grave enfermedad que sufra naturalmente interesa a todos. El ministro de la Defensa, Vladimir Padrino López, no se encontraba en el país en los días del anuncio y aplicación del Estado de Excepción en nuestra frontera tachirense, nada más y nada menos, conociéndose después que, al padecer un cáncer, marchó a La Habana: lo importante fue su reaparición fotográfica al lado de Fidel Castro,  No obstante, la divulgación fotográfica adquirió la jerarquía de un honor, homenaje o reconocimiento al soldado venezolano, aparentemente relevándonos de las circunstancias que lo llevaron a viajar.

Poco o nada obvio ha sido la enfermedad del decisor público que no debió ocultarse, pues, no sólo porque todos – incluyendo al suscrito – estamos propensos a padecer alguna dolencia, fuere grave o no, y lejos de convertirla en una suerte de anormalidad política, ha de aceptarse como naturalmente humano y, faltando poco, susceptible – antes o después – de la indagación periodística. Hay constancia histórica de gobernantes que han sufrido y hasta superado sus enfermedades, con pleno conocimiento público de sus precisas dolencias, sin que ello produjese inestabilidad política alguna, pues se convierte en un baremo de la propia estabilidad y fortaleza institucional que, entre nosotros, tiene un valor secundario ante la supremacía del individuo de turno.

Las distancias que marca el imaginario social son las del sentido común y lo que no es tal, entre lo obvio y lo que no llega a serlo, por lo que es necesario acudir a lo sensato para descartar lo insensato.  En los casos vistos, juzgamos que lo relevante y fundamental es  la posibilidad cierta de averiguar oportunamente la verdad y, en última instancia, valorar la libertad de prensa para compartirla y deliberarla, obligados al discernimiento. Empero, hay un imaginario social – el de estos últimos años – forzado: lo notable es que un famoso escritor latinoamericano fue sistemáticamente (per) seguido por el imperio y el dictador cubano puede legitimar cualesquiera eventualidades, apuntando a sendos mitos que creímos una vez superar.

Ahora, asistimos al otro intento de prefabricación del imaginario desinhibidamente forzada la escolaridad, luego de fallar la inmisericorde maquinaria propagandística y publicitaria del régimen, al pretender cultivar  la efemérides de Chávez Frías.  Valga recordar que, referido por los especialistas, ante un país que no conseguía explicación a sus miserias y fracasos, posterior a la dura independencia que alcanzó, surgió la devoción bolivariana a partir de Eduardo Blanco y su Venezuela Heroica, en el siglo XIX: paradójicamente, en el XXI, se ofrece como alternativa al propio responsable de la inédita debacle que vivimos.

Fuente:
 http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/23715-de-la-prefabricacion-del-imaginario-social

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