jueves, 9 de julio de 2015

LA BOLSA DE MERCADO COMO PARTE DEL PAISAJE PICTÓRICO

Paisaje en la GAN

Una reconstrucción del paisaje venezolano, elaborada por distintas generaciones de pintores, se encuentra exhibida en la Sala 1 de la Galería de Arte Nacional.
La exposición, titulada Interpretaciones de la mirada. El paisaje en la colección, inauguró la mañana de ayer y plantea un recorrido que inicia en las nociones de los expedicionistas y se adentra, luego, en las obras de las primeras generaciones de pintores criollos que realizaron estudios paisajísticos y representaron escenarios de eventos históricos nacionales.
En la muestra, también se encuentran presentes las creaciones de quienes participaron en el surgimiento de la corriente paisajística, en la primera mitad del siglo XX, iniciada por el Círculo de Bellas Artes y prorrogada por la Escuela de Caracas, para llegar hasta fechas recientes.
Entre los artistas que están presentes con sus obras en la sala resaltan Jean-Baptiste Louis Gros, Nicolás Ferdinandov, Cristóbal Rojas, Martín Tovar y Tovar, Manuel Cabré, Pedro Ángel González, José Vicente Aponte Istúriz, Carlos Herrera, Ramón Vásquez Brito, Mario Abreu, Juan Araujo, Armando Reverón, Antolín Sánchez, Luisa Palacios, Luis Lizardo, Patricia van Dalen, Harry Abend, Margot Römer, Antonio Alcántara, César Prieto, Paolo Gasparini. Jorge Pizzani, Irene Pressner, Víctor Valera, Gego, Paul Klose, Rolando Dorrego o Luis Molina-Pantin.
La muestra reúne la visión de una Venezuela con alto valor estético y pictórico que ha sido reconocida y capturada por los artistas que han contemplado su paisaje.
Fuente:
https://zonalibredigital.wordpress.com/exposiciones/

EL NACIONAL, Caracas, 8 de julio de 2015
Interpretaciones de la mirada
Lorena González

A finales del mes de mayo, la Galería de Arte Nacional inauguró la exposición Interpretaciones de la mirada. El paisaje en la Colección. La curaduría estuvo a cargo del investigador Richard Aranguren, quien dibujó un proyecto donde pone en juego un conjunto de aproximaciones transversales sobre el paisaje venezolano. Desde esta disposición, la mirada se aleja de ese punto focal de reconstrucción cronológica anclada en períodos cerrados sobre sí mismos, para abrir sus perspectivas y extenderse hacia la exploración de enlaces pertinentes, poéticas de gran riesgo con las cuales la propuesta articula sintomatologías, técnicas, formatos y sensibilidades en torno a las diversas vertientes que pueden convivir en un imaginario tan heterogéneo y plural como el paisaje.
De los logros contenidos destaca el diseño de una museografía certera y casi interactiva, una dinámica que se apropia de la sencillez de la palabra para otorgar pequeñas señales con las cuales el espectador se moviliza tras la lectura de los núcleos y de las relaciones anunciadas en los textos de sala; desde las transformaciones de la luz en las obras de Armando Reverón y el contemporáneo Juan Araujo, hasta llegar a los no-lugares de la fotografía objetual de Luis Molina Pantin o las estelas matéricas de la obra de Irene Pressner, en reflejo directo con las tramas geométricas de apropiación y las atmósferas conceptuales de creadores como Víctor Valera, Gerd Leufert, Paul Klose, Harry Abend y Rolando Dorrego.
En esta cadencia de alternativas la visual se activa y se desplaza, reconociendo relaciones inéditas y ampliando también el campo de lo ya visto. Pintura, fotografía, escultura, grabado y dibujo se van alternando en una narrativa de selecciones que abarcan sucesivamente distintos rincones de un siglo de arte. Esta estrategia que remueve la clásica rigidez de lo antológico para brindar los atisbos inusitados de otra luz, es un acertado punto en el estudio de una Colección, línea de acción que podría consolidarse como la posibilidad infinita de relectura y expansión de nuevos estudios en ese vasto caleidoscopio visual del paisaje venezolano.
Sin embargo, es relevante apuntar el necesario acompañamiento de la institución en el correcto desenlace de lo que una muestra como esta puede brindar al espectador. Al alimón de este panorama, otro, menos organizado –como performance inusitado del propio tema– se desarrollaba en las puertas de la Galería ese domingo: personal no calificado dormitando en sillas, guías sin información pertinente, ruido, puertas abiertas que dejaban salir el aire elevando la temperatura en sala junto a bolsas de mercado ubicadas detrás de la escalera principal.
En este ambiente poco propicio me sorprendió encontrar esta exhibición. Ante la dicotomía de lo real, me aferré a una pieza fundamental ubicada en la entrada, junto al título. Era un retrato de Ventura Gómez del año 1936 en el que un hombre intenta mirar a lo lejos teniendo que hacer sombra sobre su rostro con la mano. En este gesto evidente parecíamos de pronto estar todos: el curador en sus investigaciones, la GAN en su incapacidad de acompañar el logro, los visitantes sobrecogidos por la belleza de la curaduría y aquellos llenos de prejuicios que no ven más allá de ese paisaje caótico que también nos asola; en fin, el gesto de todos los que intentamos mirar en la resolana de un país consumido por las contradicciones.

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