martes, 21 de julio de 2015

CUADERNO DE BITÁCORA

Algo difícil es llevar un blog personal, cuando el tiempo apremia. Lo sacamos de donde no lo tenemos, por las acumuladas responsabilidades políticas y la de estricto orden laboral (la siempre tensa y exigente tarea parlamentaria en condiciones adversas, de cuya transitoriedad siempre sabemos), junto a las obvias de índole personal. LLevamos este blog como una herramienta de apuntes que, a la vez, con su modesta difusión, alguna contribución hace a la discusión, por mínima que sea. La relación semanal culmina con secciones como la de Noticiero Retrospectivo y la Caza de Citas, tras las homilías y los artículos de opinión que nos permitimos, quedándose en el tintero de bytes muchas cosas, como esa manía a veces imprudente de sacar el móvil celular y  fotografiar. Cada vez es más dificultoso cerrar un domingo, devenido día de trabajo. No da tiempo de promover y, mucho menos, hacerlo por una  lluvia de correos electrónicos, lo poco que acá se hace. Hay impresiones gratas y puede decirse inmerecidas, sobre el blog o sobre nuestro trabajo, como las de Nicomedes Febres o Hermann Alvino que agradecemos inmensamente, acentuando una fraternidad de ideas, de afectos y de convicciones firmes ya casi en desuso por esta cosa de la época. Otros, de muy buena intención, reclaman promoción, como Julio César Moreno, pero tampoco hay tiempo para ello. En todo caso, es - apenas - un referente de apuntes. Varias veces falla, pues, quizá porque lo hacemos mal o se cuelan errores, la indización del blog  no es correcta y, después,  buscamos un dato infructuosamente cuando más lo necesitamos. Ha ocurrido que, en el hemiciclo de la Asamblea Nacional, tocándose un tema que ya hemos trabajado en algún momento, por el sobrevenido Orden del Día que acostumbran, inútilmente hurgamos  para intentar la precisión deseada en nuestra exposición (si es que hay ocasión), y nada que oportunamente aparece el dato.
Otras veces, como ahora, ya para concluir un arduo día, nos provoca comentar un curioso y reducido directorio telefónico de finales del siglo XIX que pudo estar en la estantería del coleccionista del que habló Paul Auster (o soñó uno de sus protagonistas), o de algún modo celebrar la exitosa batalla que Yordano ha dado contra el cáncer, cuya fotografía que, además, puede luego perderse en la selva de las redes, ha circulado hoy profusamente. O explicar el por qué de esta defensa del territorio esequibano que cuida de no confundirse con el chavinismo exhibido por no pocos. Sin embargo, nos vence el sueño. Y queda como una nota para el cuaderno de una bitácora de la que tampoco sabemos si interesará a la vuelta de los años o de las décadas, a alguien.
LB

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