lunes, 13 de julio de 2015

CAROS PRINCIPIOS

De la novísima crucifixión
Luis Barragán


Se entendía como un encuentro protocolar de intercambio – además – de obsequios, yendo más allá Evo Morales con un sorpresivo crucifijo para el Papa Francisco.  Éste inmediatamente señaló que no estaba bien con la discreción que ameritaba el acto, poniendo en evidencia esa suerte de marxismo de la post-modernidad que toma por asalto cualquier símbolo en un devorador sincretismo del que cuida no interrogarse, rechazando la interrogación ajena.

La talla de Luis Espinal Camps, sacerdote jesuita después ajusticiado por las viejas fuerzas represivas, constituye una pieza artísticamente válida y sugestiva, como también contradictoria,  y no sólo por lo que deba alegarse en la relación entre cristiandad y comunismo, sino por la hoz y el martillo que reemplazan a la cruz romana. Jesús estuvo y está presente en los gulags (o gulages) del socialismo real soviético y el  cubano, transitando los caminos de Corea del Norte.

El obsequio en cuestión, por cierto, ha dado ocasión para cuestionar a Bergoglio con una intensidad a veces inusitada y – descolocándonos – se le califica como el primer sucesor de Pedro anticapitalista, anti-imperialista y antiliberal de la historia, gracias a un dictamen apresurado y sectario que cuela la connivencia de los jesuitas con el propio régimen imperante en Venezuela. Obviamente, fiel a la Enseñanza Social de la Iglesia que, en América Latina, experimentó extraordinarios cambios post-conciliares a partir de Medellín y Puebla, ha de escandalizar a aquellos que se atrincheran en el fácil discurso maniqueo.

Novedad alguna reportan las posturas de la Iglesia Católica en torno al liberalismo y al marxismo, como tampoco las posturas encontradas entre miembros de una misma orden, como las de los padres Ugalde, Molina y Sosa, quien – por cierto –nos debe una mayor precisión de las críticas que ahora plantea (https://www.youtube.com/watch?v=203ueL8FhWU),  por lo menos, con la misma fuerza y recurrencia con la que, solapada o abiertamente, defendió al régimen; y esto, por no citar el clásico ejemplo de los monseñores Porras y Moronta. Recordamos muy bien la decidida posición contraria a la reforma constitucional de 2007, cuando el padre Arizmendi leyó el comunicado de la Conferencia Episcopal seguido de los aplausos estruendosos de toda la  feligresía de la caraqueña Iglesia de San Francisco en una memorable misa dominical.

Juan Pablo II adjetivó responsablemente el capitalismo  de sus días, pero nunca olvidó sus convicciones ni postergó las diligencias que ameritaban regímenes como el que padeció su natal Polonia. Resulta aconsejable un debate histórico, sociológico y hasta teológico, mas no la condena preventiva de una Iglesia que impulsa valores y principios, confinándola a la inmediatez de una coyuntura local.

Debate que puede alcanzar al Centro Gumilla y a la larga evolución de posiciones que,  acertadas o equivocadas,  responden a una incansable búsqueda de caminos para la realización de esos valores y principios. Negando la buena fe, harto diferente es estigmatizarlo como colaboracionista,  y – rompiendo el record del mejor velocista – insinuar o catalogar al Santo Padre como un cómplice de regímenes como el boliviano o el venezolano, añadidos los encarcelamientos, las torturas y muertes de toda su inocultable faena represiva.

Días atrás,  supimos de una reunión de activistas del gobierno que, al rebelarse contra las directrices electorales en un municipio rural, fustigaron al orientador porque anteriormente hallaban las semillas en Agro-Isleña y, ahora, simplemente, estatizada, es objeto de la corrupción sistemática que no ayuda ni para un manual de cultivo; y, por lo demás, los denunciantes fueron amenazados con formales medidas disciplinarias, sabiéndose perjudicados respecto a algunos beneficios complementarios a sus esfuerzos políticos. Vale decir, a la luz de la Enseñanza Social de la Iglesia, puede inferirse que la realización de principios como el del destino universal de los bienes o el de la libertad liberadora ameritan de la iniciativa privada en este concreto sector de la economía y del propio cambio del sistema político actual. Ergo, para quienes creemos en soluciones como la de una economía abierta y competitiva o una efectiva división de los órganos del Poder Público, la Iglesia Católica ofrece ricas perspectivas.
 
Valga acotar, disentimos recientemente del padre Peraza a través de las redes sociales, pues la oposición democrática – perseguida y censurada – ha planteado respuestas muy concretas a la crisis, como específicamente puede verse en el documento de la Transición suscrito por Machado, Ledezma y López, llevando una denuncia responsable de la gravísima situación que vivimos. Empero, salvo pruebas convincentes en contrario, no puede autorizarnos al denuesto, como no lo hemos hecho con el padre Molina, quien está a tiempo de rectificar por los yerros en los que ha incurrido al confundir la misión pastoral con la confesa militancia política.

Reproducción: La portada de la revista trae recuerdos de los tiempos en que la coleccionábamos (creemos que costaba Bs. 20,oo), e - incluso - llegamos a adquirirla regularmente en una librería de Parque Central,  Caracas. Tiempos en los que llegaba al país la otra perspectiva marxista del debate sobre Polonia, resueltamente incomprensile para los tan particulares marxistas venezolanos de la hora.

Fuente:
http://www.opinionynoticias.com/opinionpolitica/23076-de-la-novisima-crucifixion-

No hay comentarios:

Publicar un comentario