martes, 7 de julio de 2015

ANTAÑO Y HOGAÑO

Conspicuo desorden
Luis Barragán


Atriles inevitables, los muros de ciudades, pueblos y caseríos, reflejan y explican fielmente al régimen cual asiento notarial. Nos valemos de una pared como ejemplo, entre las miles del país, que escuda a un supuesto centro de deportes extremos del oeste caraqueño, cuya precariedad únicamente lo destaca  como el farallón publicitario para la hábil supervivencia de sus administradores, pues, el constante reclamo de su adhesión gubernamental lleva a Chávez Frías a empuñar una patineta ya de imposible importación y masificación entre la muchachada aficionada al atrevido deslizamiento con sus insólitas piruetas.

Muro de una ilimitada espontaneidad, desafiando el trazo más solemne de los propagandistas de oficio, ha soportado infinitas capas de pintura que, endurecidas, sospechamos lo sostienen: quizá con seis meses de duración, saturado por otros pequeños motivos gráficos del ocio rutinario,  la última edición – digamos – publicitó los delitos políticos del pasado ya remoto, resaltando a Lovera y a Pasquier; estampado por el lujoso afiche de las consabidas primarias del PSUV, sobrepuesto a la otra mano de la costosa pintura, es seguro borrador de nuevas ocurrencias; y, al pie, el árbol sobreviviente que rubrica la ajada acera presta a la condensación  y rebote del polvo y la suciedad licuados con tedio.  Estética del deterioro,  rinde fiel testimonio del desorden gubernamental que ni siquiera la sobria impresión de la Gaceta Oficial logra ocultar.

Bastará con otro ejemplo de los extravíos, como la emisión febril de dinero inorgánico que aguijonea la inflación, desabastecidos de los insumos básicos, o la tormentosa inseguridad personal que obviamente resalta las cifras de homicidios, enmascarando las lesiones físicas y psicológicas ya incontables de un hampa que goza de sendas armas de guerra.  La retórica fraudulenta, la tan predecible narrativa anti-imperialista, difícilmente esconde ese desorden inaudito y conspicuo  que no es otro que el moral.

Invertidos los valores,  pintoreteados de buenas e incumplidas intenciones, el reclamo estridente de libertad, paz, hermandad, honestidad, entre otros que agota el discurso oficial, se estrella contra la realidad de una censura, persecución y represión que ha dislocado la básica relación de premios y castigos, cuyo balance define también a una sociedad.  Hay conductas imposibles de investigar y someter al debate del país, por dolosos que sean los manejos de las autoridades públicas y casos como el del Banco de Andorra – supuestamente olvidado – y la restante acumulación delictiva de divisas exportadas y depositadas en el extranjero, por ejemplo, son intocables: lo peor es que basta el más tenue señalamiento hacia un funcionario de dudosas - y muy dudosas - actuaciones   para que inmediatamente ascienda en la jerarquía gubernamental, siendo celebrado un silencio que remitirá – presionándolos – a los jueces penales que el infortunio condena a dirimir las injurias, difamaciones o calumnias alegadas.

Poca duda cabe que la fácil prosperidad petrolera, acaparada por pocos, ha disparado todos los resortes de la ética y de la moral indispensables para la convivencia y existencia misma del país, pero ya son muchos los lustros en los que nos satura el doble discurso del poder, ejerciendo una pedagogía perversa de la mentira y de la simulación muy a lo siglo XXI, con la demoledora e intimidatoria maquinaria propagandística y publicitaria del Estado que realiza los antivalores.  Ciertamente, en la centuria pasada, como lo reporta una didáctica ilustración de Eneko (Economía Hoy, Caracas, 03/07/1989), había recrudecido la deshonestidad. Sin embargo, lejos de idealizar ese pasado, la sola vigencia de las libertades públicas garantizaba la discusión y la contención en torno a la descomposición de los valores; y, no es casual, la severa amenaza y privación de esas libertades, añadida la insana pretensión de los gobernantes atornillados por más de década década y media, ha agravado o exacerbado lo que – antaño – fue un dolor estomacal y – hogaño – un cáncer.

Fotografía:
- El muro en cuestión (Caracas, 30/06/2015).
Ilustración:
- Eneko. Economía Hoy, Caracas, 03/07/1989.
Fuente:
http://www.diariocontraste.com/caracas-el-deterioro-ilimitado-por-luis-barragan-luisbarraganj/

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