lunes, 29 de junio de 2015

INMERECIMIENTO



El Estado Censal (y una nota liscaniana)

Luis Barragán

“Nos infecta el afán de poder,
el ansia de dominar
sin merecimiento”
Juan Liscano


Días atrás, la actual ministra de la Mujer anunció como un importante logro el registro de más de un millón y tantos de personas en una plataforma que aspira a coordinar el trabajo de alrededor de 400 movimientos feministas del país. El  trabajo  tiene como expresa prioridad la de consolidar el socialismo bolivariano y fortalecer – ni siquiera crear – la economía productiva.

No hay promesa, programa o plan de esta década y media que no comience con el censo   de sus potenciales beneficiarios, actividad ésta que sólo es capaz de empujar la maquinaria del Estado. Fueron inmensas las colas esperanzadas en las plazas públicas de los que creyeron que bastaba con registrarse para conseguir una vivienda a la vuelta de uno o dos años, como ha ocurrido en el resto de  las llamadas misiones.

Una y otra vez, el Estado no sólo anota la data personal del aspirante a sus favores, sino que acopia y embala los documentos que dan soporte a su petición. Nos asombra que, tras la acumulación de una gigantesca data, aparentemente desconozca quiénes somos los venezolanos, qué necesitamos y aspiramos, a qué estamos dispuestos, cuáles actitudes albergamos u otros aspectos para los cuales invierte inmensas cantidades de dinero a objeto de precisarlas, como los seguimientos de (contra) inteligencia o los estudios de opinión.

Demagógicamente, la aludida registraduría gubernamental que, por cierto, no ha de confundirse con las actividades y formalidades registrales que llevan el sello del gobierno cubano, se ofrece como una gran conquista, cuando son muchos los años de espera por un beneficio  incumplido millones de veces. La única y clara razón para la acostumbrada inscripción en las misiones, apunta a una terrible realidad: los recursos no alcanzan para todos. Y, por consiguiente, confundido con el Estado, el Partido renueva la inscripción de los militantes en cada departamento, rifando – a lo sumo – todas las posibilidades y disponibilidades entre los más fieles u obsecuentes.

Permitiéndonos una digresión, en la vecindad del centenario de su nacimiento, Juan Liscano fue un duro  crítico de la insurgencia guerrillera de los años sesenta del XX, sin ceder a la tentación de una buena parte de la intelectualidad que la aplaudió y después, simplemente, se lavó las manos. No temió a la defensa de la – por entonces – renaciente democracia representativa, ni al vivo cuestionamiento del marxismo que hoy no encuentra – interesadamente – quien lo discute.

Fotografía: Archivo de El Nacional. 
Cfr. Juan Liscano: http://www.poesi.as/jli001.htm

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