lunes, 4 de mayo de 2015

(AUTO) ENGAÑO



Checoeslovaquizados
Ox Armand

Irrumpió  1968 con una cosa llamada la Primavera de Praga. Alexander Dubček encabeza cierta liberalización de los países por entonces integrados bajo el régimen comunista. Lucía lógico el proceso que se tomó en serio la desestalinización. La red de redes está llena de datos, pues, por fortuna, comenzando con la Wikipedia, al mismo tiempo amada y odiada, la sistematización ha impedido que la memoria sufra una baja más, como también ocurre en la era digital. Por supuesto, he acá la noticia, por agosto los tanques soviéticos se pasaron por Checoeslovaquia, simpemente invadiéndola y cortándole la yugular al experimento. No estaban dadas las condiciones objetivas para la reforma que pudo adelantar varios años después Mijaíl Gorbachov, asomado en alguna terraza del Kremlin luego de atisbar el fin definitivo de la Guerra Fría. El movimiento comunista internacional (precisamente, en nombre del internacionalismo proletario), inmediatamente se solidarizó con Moscú. Saliera sapo o rana, en Venezuela, apenas saliendo de la derrota también definitiva de las guerrillas, como no lo deseaban, salvo honrosas excepciones, los comunistas quedaron resueltamente checoeslovaquizados: ciegamente apoyaron al hermano partido soviético que no dudó en aplastar la novedad y ofrecer una versión idílica del socialismo, por lo demás, desarrollado y superior al estadounidense. El resto de la historia es conocido, pero las nuevas generaciones todavía saben muy poco. Recuerdo que, por entonces, en los pasillos de la universidad circulaba un librito argentino de un tal Fernando Nadra que convertía la contrarrevolución checa en lo peor de este mundo, dispensándole todos los sapos y culebras qe les fueron posibles bajo el formato y el lenguaje de un decidido progresismo.

Nadra nos incomodaba. Parecía imposible que todo fuese verdad. Ya escuchábamos hablar de la tesis de Teodoro Petkoff, un dirigente en nada subestimado del PCV, hablar del asunto. No sé si exactamente ocurrió que leímos en Tribuna Popular o en Deslinde una larga entrevista que removió aquellas convicciones personales que nos ligaban al sueño de una sociedad diferente, pero lo cierto es que anunció un libro que luego sería un escandalazo para la ortodoxia. “Checoeslovaquia, el socialismo como problema” lo editó Domingo Fuentes en 1969 (y, a pesar del autor, lo reeditó Monte ävila hacia 1990). Un estudio muy concienzudo del ensayo socialista que ganó la pública y pivoteante maldición de Leonid Brézhnev, acaso, tiene pocos equivalentes en nuestra literatura política. También la historia es conocida (división del PCV, etc., etc.). El caso está, por una parte, en que Petkoff (para bien y para mal) ha sido un luchador todavía la vida por unas ideas que (faltando poco) ha tenido la capacidad de cultivar, estudiar, discutir. Exresa esa combinación hoy inaudita del líder político de un coraje personal harto comprobado y de una sovencia intelectual harto reconocida, como no lo tiene chavista alguno (perdonen el oxímoron). Recientemente premiado con el Ortega y Gasset, tampoco pudo viajar a recibir su merecido galardón porque cobardemente se le ha prohibido viajar al extranjero, forzado al itinerario semanal que ha de cumplir en un tribunal penal. Presentarse en éste es un insulto propinado por quien y quienes se dicen revolucionarios. Y, por el otro lado, persiste el fenómeno de la checoeslovaquización. Poco importa el fracaso del modelo  en la Cuba que apuesta ahora a su puerto de aguas profundas de Mariel, anhelando una zona especial que enganche al resto del mísero país, o que en Venezuela saltemos de una larga bonanza petrolera al charco inconcebible del desabastecimiento, la inflación, la censura, la inseguridad personal, la corrupción.  Insisten en tapar el sol con un dedo y a punta de pólvora se sostienen en el poder. Le buscan la vuelta a todo. Y nos versionan como un paraíso que envidia todo el planeta.

Reproducción: Ugo. El Nacional, Caracas, 04/10/1997.

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