domingo, 7 de diciembre de 2014

SACRA SUMERSIÓN

La buena nueva te ilumina en el camino hacia lo más humano
Fray Marcos (Rodríguez)
 
INTRODUCCIÓN
Las lecturas del domingo pasado nos hablaban de velar, de vigilar, de estar despierto. Hoy hablan los que han estado en esa actitud de centinelas: los profetas. Desde su atalaya de personas realizadas, descubren en el horizonte la llegada de la catástrofe o de la dicha. Se convierten así en vigías y heraldos.
El profeta es la figura clave de este tiempo de adviento. No se trata de un adivinador del porvenir. Tampoco debemos pensar en un ser humano separado de los demás, que, por elección especial, Dios le va indicando lo que tiene que decir a los demás. Profeta es todo aquel que está despierto con lo ojos bien abiertos. La principal característica del profeta es precisamente su inserción en el pueblo y su preocupación por la suerte de los más humildes. Por eso su principal objetivo ha sido siempre denunciar la injusticia, la condena sin paliativos de toda clase de opresión.
Pero no nos hagamos ilusiones. Aunque ser profeta tenía que ser la meta de todo ser humano, resulta que sólo la alcanza un reducidísimo número de personas. Es más, la inmensa mayoría de los que se erigen en profetas para los demás, son falsos; o porque se limitan a proclamar las miserias del hombre hundiéndolo aún más, o porque les conducen por caminos equivocados.
En teoría parece fácil distinguir al auténtico del falso, pero en realidad es casi imposible. Verdadero profeta sería el que ha llegado a una experiencia de su verdadero ser y, fiel a esa experiencia, ayuda a los demás a ser más humanos. Falso sería el que conduce al hombre a mayor egoísmo. El problema está en que lo “humano” sólo se puede valorar desde lo humano. Por eso no hay manera de distinguir lo falso de lo verdadero mientras no se tenga una mínima experiencia de lo humano.
EXPLICACIÓN
La primera lectura es un canto de esperanza, aunque habla como si ya hubiera sucedido lo que tanto anhelan. Dios, que había abandonado a su pueblo, vuelve para darle la salvación. El profeta Isaías intenta animar al pueblo con el anuncio del final de la dolorosa separación de su tierra.
Decíamos el domingo pasado que todo el AT está escrito en clave de Adviento. No debemos extrañarnos de encontrar tantos y tan expresivos textos para este tiempo litúrgico.
Lo que Isaías anuncia es un evangelio (buena noticia). El destierro había acabado con toda una teología triunfalista que invitaba a dormirse en los laureles de sentirse elegidos, sin aceptar ninguna responsabilidad para con Dios ni para con los demás. La denuncia de todos los profetas advertía de que no se puede confiar en Dios mientras se practica toda clase de atropellos e injusticias.
Hoy no hay contexto porque leemos el comienzo del evangelio de Marcos. Llevo sesenta años leyendo el evangelio de mi tocayo Marcos y acabo de hacer un descubrimiento sorprendente: La primera palabra la entendí mal durante todo ese tiempo. El “arje” griego no designa el comienzo de un texto, que es lo que yo había entendido siempre. El principio del evangelio de Juan comienza también con esta palabra y lo traducimos: “en el principio” = “origen”.
Arje significa origen y fundamento; es decir, aquello que ha sido la causa de que otra cosa surgiera. La Vulgata lo ha traducido por “Initium” que también significa “origen”. Así, un “iniciado” no es el que acaba de empezar su andadura en una religión, sino el que ya ha avanzado en su profundización y conoce todos los fundamentos de la misma. El texto no se debe traducir por “comienzo del evangelio...”, sino: “Vamos a tratar de los orígenes de esta aventura que llamamos cristianismo”.
Tampoco “euanggelion” debemos traducirlo por “evangelio” que es un concepto elaborado precisamente a partir del uso que empezó a darle Marcos a esta palabra. El título del evangelio de Marcos nos está diciendo que van a narrarse los hechos que dieron origen a la buena noticia de Jesús. Evangelio aquí hay que traducirlo por “buena noticia”, sin  más.
El comienzo del evangelio de Marcos quiere decir que lo que dijo Jesús es una buena noticia. Al final de su evangelio, terminará afirmando que el mismo Jesús es "la buena noticia". Jesús predica el Reino de Dios y la comunidad cristiana predica a Jesús como encarnación de ese Reino.
Lo mismo tenemos que decir de “Jesous” y  “Christos”  que en griego están separados y significan simplemente, Jesús el ungido. Con el tiempo los cristianos unieron, de modo inextricable, el nombre con el adjetivo y confesaron a Jesucristo.
El texto con que comienza este evangelio es solemne y programático. Se debería traducir: “Éste es el origen de la alegre noticia de Jesús el Ungido (Mesías, titulo judío), el Hijo de Dios” (título universal que le dio la primera comunidad).
Tened muy en cuenta que este evangelio, no sabe nada de la infancia de Jesús. Esto es muy interesante a la hora de interpretar los textos de Lucas y Mateo, que vamos a leer en todo el tiempo de Navidad. Estos relatos no tienen nada que ver con la historia. Son relatos míticos y leyendas casi todas anteriores al cristianismo que se han “bautizado” para darnos un mensaje teológico, no para informarnos de lo que pasó realmente.
Marcos pasa directamente a hablarnos de Juan Bautista como último representante del profetismo. El Bautista es uno de los personajes claves en el tiempo de Adviento, porque representa el último de los profetas del AT. Debemos recordar que hacía casi trescientos años que no se había conocido un verdadero profeta. Todos los evangelistas lo consideran el heraldo de Jesús, lo anuncia, lo propone al pueblo y es protagonista de su nacimiento en el Espíritu (bautismo).
Aquí empieza Jesús a manifestar lo que es. Antes, nadie se había dado cuenta de lo que Jesús significaba. No podemos asegurar que esta consideración responda a una situación histórica. Es muy poco lo que sabemos sobre Juan Bautista y no nos permite ninguna conclusión sólida sobre la relación de Jesús con Juan. De todos modos, es cierto que los primeros cristianos le dieron un papel relevante en la aparición del cristianismo; seguramente mayor del que hoy le reconocemos. La prueba está en que vieron la necesidad de marcar distancias entre Jesús y Juan para que nadie se equivocara.
“Preparadle el camino al Señor”. Este grito es el mejor resume del espíritu de Adviento. Si Dios no llega a nosotros es porque se lo impedimos con nuestra actitud vital, que orienta su preocupación en otras direcciones. Él viene, pero nosotros nos vamos.
“Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo”. Esta es la clave del relato y marca la diferencia abismal que existía, para aquellos cristianos, entre Jesús y el Bautista. Las primeras comunidades tenían muy clara la originalidad de Jesús con relación a cualquier otro personaje del pasado o del futuro.
APLICACIÓN
Todos los textos de este domingo nos hablan de una utopía.
Isaías: “Aquí está vuestro Dios, llega con fuerza”.
Pedro: “Nosotros esperamos un cielo nuevo y una tierra nueva donde habite la justicia”.
El salmo: “La misericordia y la fidelidad se encuentran, la justicia y la paz se besan...”.
Marcos: “Él bautizará con Espíritu Santo”.
Todo son utopías en las que necesitamos creer para no caer en el desaliento. En un mundo tan poco propicio al optimismo, encontrarnos con esta invitación pude ser impactante. Pero en ningún caso tenemos que caer en el triunfalismo. Derrotismo y triunfalismo son los peligros que impiden un sano equilibrio que permite al hombre caminar hacia su desarrollo humano. Se trata de tomar conciencia de lo que el ser humano es y de lo que puede llegar a ser.
Hoy la necesidad de estar alerta es más apremiante que nunca, porque jamás se han ofrecido al ser humano más caminos falsos de salvación que en nuestro tiempo. Las posibilidades de satisfacer nuestra necesidad de placer sensible son mayores que nunca. Hay toda una gama de productos disponibles en el mercado, desde las drogas hasta los gurús a medida.
Por eso necesitamos más que nunca de la figura del profeta. Personas que por su dedicación a la experien­cia personal puedan arrojar alguna luz en esa maraña de senderos que se entrecruzan y que la inmensa mayoría son sendas perdidas que no llevan a ninguna parte.
También los del pasado nos pueden servir de mucho, porque la profunda realidad del ser humano no ha cambiado demasiado en lo que llevamos de historia. Pero sería de desear que hubiera hoy auténticos profetas, que sin miedo y partiendo de su experiencia de Dios nos ayudaran a encontrar el verdadero camino.
El hombre tiene dos alternativas: volcarse sobre lo terreno y sensible, buscando el placer inmediato en un planteamiento hedonista de la vida. O tomar conciencia de las posibilidades de plenitud que encierra dentro de él.
Todo lo que nos rodea nos empuja en dirección al hedonismo. El no tomar ningún partido es ya tomar partido por lo que nos pide el cuerpo. Tomar partido por las posibilidades “espirituales” sólo es posible después de una toma de conciencia, que tiene que ir más allá de los sentidos y de la razón. Es una iluminación que me empuja por un camino nuevo y fascinante, que ni siquiera sé a dónde me va a llevar, aunque estoy convencido de que es el único camino que me hará más humano.
Meditación-contemplación
Él os sumergirá en lo sagrado,
porque él mismo se vio sumergido en Dios.
La experiencia del bautismo que nos narran los evangelios,
es la clave para entender toda la vida de Jesús.
Desde ese momento es el ungido.
………………
Después de esa experiencia personal
puede decir a Nicodemo:
Hay que nacer de nuevo,
hay que nacer del agua y del Espíritu.
………….
El único camino es el que Jesús recorrió.
Tenemos que sumergirnos en lo sagrado.
Tenemos que dejarnos inundar por lo divino.
Todo nuestro ser tiene que ser iluminado por su luz.

Ilustración: He Qi.

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