domingo, 14 de diciembre de 2014

MEDIO SIGLO

Nota adicional sobre Escalante
Ox Armand


A  mediados de noviembre de 1964, desapareció físicamente Diógenes Escalante, el varias veces aspirante a la presidencia de la República que intentó rebanar la densa sombra del gomezalato original y sus derivados. De estricto interés histórico,  apuntamos a las excepcionales posibilidades que todo régimen de fuerza ofrece. A pesar de las brutales dictaduras a las que sirvió, quizá conmovido e impotente en el exterior,  su preparación y actuación contrastó con el gamonal y los gamonales de los que aprendió también a cuidarse, hábilmente escurrido hacia Caracas para evitar el riesgo que Eustoquio Gómez acusaba a la hora de gobernar la natal tierra tachirense. Hubo ciertas destrezas políticas de supervivencia que, resignado o culpablemente resignado, lo llevaron a postergar, en distintas etapas, sus aspiraciones miraflorinas a favor de un Victorino Márquez Bustillos, Juan Bautista Pérez o Isaías Medina Angarita.

Los interlocutores foráneos le resultaban más cómodos que los funcionarios del patio, lidiándolos sagazmente cuando ejerció el ministerio o la secretaría general de la presidencia en Caracas. Lo imaginamos de una clara inteligencia,  prudencia de bisturí y  modales cuidadosos, aunque nunca despojado de la andinidad que muy bien retrató Javier Vidal en su célebre y marcadora pieza  teatral. Permitiéndonos la larga cita, José Abel Montilla – coetáneo – escribió: “El comunicar con Escalante sorprendía al algunos, porque lo hallaban un tanto frío, introverso y con cierto matiz aristocrático, matiz de gentleman de la vieja Albión, lo cual era solamente aparente, pues tenía el espíritu abierto a todas las inquietudes humanas, con un sentido de observación alerta ante las nuevas realidades de la vida y con un intelecto claro y una fina sensibilidad” (El Universal, Caracas, 21/11/1964).  Agrega, luego de apuntar que estuvo en los combates de Jajó (1898) y El Zumbador (1899), y los de la campaña contra la Libertadora (1901-1903), como ayudante de Gómez, Olivares, Morales y Velutini, invocada su trayectoria burocrática, “no era pues un desvinculado del país, como algunos retrógrados e intrigantes, con propósito hostil, lo propalaban para cerrarle el paso”.

Podemos juzgar el oportunismo  del aldeano al que deslumbró inicialmente Caracas para luego desenvolverse confortablemente en las grandes capitales del mundo, o el periodismo complaciente que hizo desde  El Nuevo Diario que cofundara, pero una perspectiva balanceada igualmente nos orienta al reconocimiento de un alto funcionario que, paciente, disciplinado, riguroso e informado, sobresale respecto a  los otros que simplemente saquearon el erario público. Suele ocurrir, por más retardatario que sea un régimen que – por si fuese poco – se reclama como progresista o adelantado, hay quienes casi cautelosamente  se empinan, labrando un talento acaso insospechado.  En el cuadro primitivista del régimen, por capricho o por una de esas poderosas intuiciones que la jefatura del Estado impone, Gómez acertó con determinados colaboradores que, lejos de demeritarlos, toda una paradoja, constituyeron la excepción de la regla dictatorial que contribuyeron a afianzar.

Precisamente, iniciada la transición lopecista, es en el servicio exterior donde destacan algunos nombres que se convierten en el elenco político alternativo. Escalante o Esteban Gil Borges, por ejemplo, cuyas labores diplomáticas no los implicaba directamente en las faenas represivas, a pesar del seguimiento y espionaje del exilio que debieron cumplir, fungían como la inmediata reserva política de una sólida reputación intelectual que, después, hubo de medirse con las nuevas promociones dirigenciales.Además, planteada la transición de la década de los cuarenta, no por azar surgió la opción de Escalante que quedará como una incógnita para siempre. Históricamente accidentado por una sorpresiva enfermedad mental, nunca sabremos cuál hubiese sido el destino del país bajo su presidencia.

Recordemos, fallecido en Florida y trasladado a Caracas, significativamente el presidente Leoni concurrió a sus funerales, medio siglo atrás.  Queda la referencia de un actor político, como Escalante, y ojalá no sea tarde para indagar y recuperar los archivos que seguramente llevó de una larga travesía.

Reproducciones:
"El XVI Aniversario de 'El Nuevo Diario'. Élite, Caracas, nr. 173 del 06/01/1929. En una etapa dirigido por Diógenes Escalante y, en otra, por Laureano Vallenilla Lanz, teniendo por jefe de Redacción a Alejandro Fernández García, "ha cumplido con una excelente obra de cultura nacional y de acendrado partidarismo y adhesión hacia el Gobierno Nacional que reside el señor General J. V. Gómez". En la fotografía de Luis F. Toro, aparecen Vallenilla Lanz y Fernández García, junto a "eminentes y destacadas personalidades del Ejecutivo, de la Diplomacia, del Ejército y de todos los organismos representativos".
El Nacional, Caracas, 27/11/1964.

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