lunes, 29 de diciembre de 2014

(IN) TRASCENDENCIA

Entre Cocker y Duverger
Ox Armand

Saldo lamentable, rondando la fecha navideña, nos enteramos de la muerte de dos célebres que nada dicen a las nuevas generaciones. Como reguero de pólvora, instantáneamente supimos de Joe Cocker. Más tarde, la de Maurice Duverger. No da tiempo de hurgar mucho al respecto, salvo la tarde del asueto forzado del 25. Parece mentira, en los tiempos del teléfono móvil y de las tablas, algo menos portátiles debido a la notoriedad que muy bien cotiza el hampa, no da tiempo. Nos antojamos que hubo mayor ocasión cuando empuñábamos el periódico en los remotos días de una mayor densidad informativa y no de los ramalazos, las pinceladas, el rasguño de ahora.

Nos lo presentó Woodstock y quizás su mayor mérito fue una versión distinta y muy sentida de “With a Little Help from My Friends” que marcaba su distancia con la pieza de salón, amable, inofensiva, pastillera de Los Beatles. Del resto, excepto el disfraz de hippie, Joe Cocker fue un excelente producto de la arrolladora industria discográfica. Aceptable, potable, pasable, de tan escasa voz como otras celebridades, harto convencional. La primera idea que me viene es que perteneció a una generación que, por el hecho de vivir su juventud, la creyó una revolución. Cualquier morisqueta lo era. Después, aprendimos y comprendimos que la moda, al pasar, nos obligaba a otros horizontes musicales. Pero con Mauricio Duverger pasa otra cosa. Muerey nuestros intelectuales (e intelectuales-políticos) deben sentir un acento de tristeza. Bueno, lo de intelectuales-políticos es un decir, porque la mayoría de los que hacen el oficio tienen por fundamento el ramalazo, la pincelada, el rasguño. Y cuando desean internarse a fondo, devienen politólogos. Pretenden marcar pautas. Señalar rumbos. Convertirse en los analistas del momento. Y el exacto oficio político parece que no es así si nos referimos a la tarea de pensar en la acción para actuar con el pensamiento (parafraseado y todo Santayana, pues).

Duverger es el gran inspirador de los políticos de la generación de 1958 que se atrevieron a leerlo. Tienen una gran deuda con él. No se imaginan con cuánta profundidad lo citan para esas distinciones básicas como la de partido de masas y partido de cuadros. Muy después es que llegaron los italianos con Sartori, por ejemplo. Eran los tiempos que los graduados de la mitad de la década de los sesenta del XX, en adelante, se enteraron del francés al iniciar los estudios de derecho. Luego, se informarían de otros autores con el dato que corría de las escuelas de Estudios Políticos, en torno a otros nombres. Mientras tanto, Duverger quedó, como quedó la idea institucional de la Unión Soviética. Ya está superado, claro está. Pero eso no quita la posibilidad de pensar un poco sobre la recepción del autor en Venezuela. Y la despedida también. Para quedar en el vacío.

Somos más cockerianos que duvergerianos. Como a Maurice nadie lo sustituyó y véase muy bien las trazas del discurso político actual, queda Joe. Es decir, la intrascendencia.

Fuente:
http://www.opinionynoticias.com/opinioncultural/21349-entre-cocker-y-duverger

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