lunes, 29 de diciembre de 2014

ESPACIOS PARA EL CONFLICTO SUPERABLE

Bandera discutida
José Antonio Pagola
      
Simeón es un personaje entrañable. Lo imaginamos casi siempre como un sacerdote anciano del Templo, pero nada de esto se nos dice en el texto. Simeón es un hombre bueno del pueblo que guarda en su corazón la esperanza de ver un día «el consuelo» que tanto necesitan. «Impulsado por el Espíritu de Dios», sube al templo en el momento en que están entrando María, José y su niño Jesús.
El encuentro es conmovedor. Simeón reconoce en el niño que trae consigo aquella pareja pobre de judíos piadosos al Salvador que lleva tantos años esperando. El hombre se siente feliz. En un gesto atrevido y maternal, «toma al niño en sus brazos» con amor y cariño grande. Bendice a Dios y bendice a los padres. Sin duda, el evangelista lo presenta como modelo. Así hemos de acoger al Salvador.
Pero, de pronto, se dirige a María y su rostro cambia. Sus palabras no presagian nada tranquilizador: «Una espada te traspasara el alma». Este niño que tiene en sus brazos será una «bandera discutida»: fuente de conflictos y enfrentamientos. Jesús hará que «unos caigan y otros se levanten». Unos lo acogerán y su vida adquirirá una dignidad nueva: su existencia se llenará de luz y de esperanza. Otros lo rechazarán y su vida se echará a perder. El rechazo a Jesús será su ruina.
Al tomar postura ante Jesús, «quedará clara la actitud de muchos corazones» El pondrá al descubierto lo que hay en lo más profundo de las personas. La acogida de este niño pide un cambio profundo. Jesús no viene a traer tranquilidad, sino a generar un proceso doloroso y conflictivo de conversión radical.
Siempre es así. También hoy Una Iglesia que tome en serio su conversión a Jesucristo, no será nunca un espacio de tranquilidad sino de conflicto. No es posible una relación más vital con Jesús sin dar pasos hacia mayores niveles de verdad. Y esto es siempre doloroso para todos.
Cuanto más nos acerquemos a Jesús, mejor veremos nuestras incoherencias y desviaciones; lo que hay de verdad o de mentira en nuestro cristianismo; lo que hay de pecado en nuestros corazones y nuestras estructuras, en nuestras vidas y nuestras teologías.

Fuente: http://www.feadulta.com/anterior/Ev-lc-02-22-40-Pag.htm


Vive en tu familia,la grandeza de ser plenamente humano
Fray Marcos (Rodríguez)

La liturgia nos propone hoy la familia de Nazaret como punto de reflexión. No sabemos casi nada de esa familia, pero teniendo en cuenta el refrán: “de tal palo tal astilla”, debemos suponer que fue una familia ideal. No obstante, tenemos que dejar claro desde el principio que el modelo de familia de aquella época tenía muy poco que ver con el nuestro. Los estudios sociológicos que se han hecho sobre la familia en tiempo de Jesús, no dejan lugar a duda.
Si no tenemos en cuenta los resultados de esos estudios será imposible entender nada del ambiente en que se desarrolla la infancia de Jesús y no saldremos nunca de las artificialidades que se nos han querido enseñar como hechos reales. La verdad es que el tipo de familia de Nazaret que se nos ha propuesto durante siglos, no ha existido nunca. El modelo de familia del tiempo de Jesús, era el patriarcal. La familia molecular era completamente inviable, tanto por motivos sociológicos como económicos.
Cuando el evangelio nos dice que José recibió en su casa a María, no quiere decir que formaran una nueva familia, sino que María dejó de pertenecer a la familia de su padre y pasó a integrarse en la familia a la que pertenecía José. Esto no quiere decir que no tuvieran su intimidad y sus relaciones más estrechas, los tres; pero no debemos pensar en una casita separada donde vivían los tres con autonomía de todos sus familiares.
El relato de la pérdida del Niño en Jerusalén es impensable en una familia de tres. Pero cobra su verosimilitud si tenemos en cuenta que es todo el clan el que hace la peregrinación y vuelven a casa todos juntos. Lo mismo cuando el evangelio nos cuenta que su madre y sus hermanos vinieron a llevárselo porque decía que no estaba en sus cabales. Los representantes de la familiar querían evitar un descalabro para todo el clan.
El pasaje evangélico que acabamos de leer, es muy rico en enseñanzas teológicas. Está escrito sesenta o setenta años después de morir Jesús. Lucas quiere dejar claro, desde el principio de su evangelio, que la vida de Jesús estuvo insertada plenamente en las tradiciones judías. Su persona y su mensaje no son realidades caídas del cielo, sino surgidas desde el fondo más genuino del judaísmo tradicional.
Debemos buscar la ejemplaridad de la familia de Nazaret donde realmente está, huyendo de toda idealización que lo único que consigue es meternos en un ambiente irreal que no conduce a ninguna parte.
Sus relaciones, aunque se hayan desarrollado en un marco familiar distinto, pueden servirnos como ejemplo a nosotros, en nuestro propio modelo de familia. Lo importante no es el modelo de familia, sino los valores humanos que desarrollamos, cualquiera que sea el modelo donde tenemos que vivirlos.
Jesús predicó lo que vivió. Si predicó el amor, es decir, la entrega, el servicio, la solicitud por el otro, quiere decir que primero lo vivió él. El marco familiar es el primer campo de entrenamiento para todo ser humano. Todo ser humano nace como proyecto que tiene que ir desarrollándose a lo largo de toda la vida con la ayuda de los demás.
Debemos tener mucho cuidado de no sacralizar ninguna institución. Las instituciones son instrumentos que tienen que estar siempre al servicio de la persona humana. Ella es el valor supremo. Las instituciones ni son santas ni sagradas. Nunca debemos poner a las personas al servicio de la institución, sino al contrario.
Con demasiada frecuencia se abusa de las instituciones para conseguir fines ajenos al bien del hombre. Entonces tenemos la obligación de defendernos de ellas con uñas y dientes. Claro que no son las instituciones las que tienen la culpa. Son algunos seres humanos que se aprovechan de ellas para conseguir sus propios intereses a costa de los demás.
No se trata de echar por la borda una institución por el hecho de que me exija esfuerzo. Todo lo que me ayude a crecer en mi verdadero ser, me exigirá esfuerzo. Pero nunca puedo permitir que la institución me exija nada que me deteriore como ser humano; ni siquiera cuando me reporte ventajas o seguridades egoístas.      
La familia sigue siendo el marco privilegiado para el desarrollo de la persona humana, pero no sólo durante los años de la niñez o juventud, sino que debe ser el campo de entrenamiento durante todas las etapas de nuestra vida.
El ser humano sólo puede crecer en humanidad a través de sus relaciones con los demás. La familia es el marco insustituible para esas relaciones profundamente humanas.
Sea como hijo, como hermano, como pareja, como padre o madre, como abuelo, en cada una de esas situaciones la calidad de la relación nos irá acercando a la plenitud humana si todo encuentro con el otro lo aprovechamos para desplegar nuestra capacidad de amar.
Los lazos de sangre o de amor natural deberían ser puntos de apoyo para aprender a salir de nosotros mismos e ir a los demás con nuestra capacidad de entrega y servicio. Las relaciones familiares tendrían que enseñarnos a dejar nuestro individualismo y egoísmo. Si en la familia superamos la tentación del egoísmo amplificado, aprenderemos a tratar a todos con la misma humanidad: exigir cada día menos y darnos cada día más.
No tenemos que asustarnos de que la familia esté en crisis. El ser humano está siempre en constante evolución, si no fuera así, hubiera desaparecido hace mucho tiempo.
En el evangelio no encontramos ningún modelo especial de familia. Se dio siempre por bueno el existente. Mas tarde, como el cristianismo se extendió por el imperio romano, se adoptó el modelo romano, que tenía muchas ventajas, pues desde el punto de vista legal era muy avanzado. Los cristianos de los primeros siglos hicieron muy bien en adoptar ese modelo. Lo malo es que se sacralizó y se vendió después como modelo cristiano, sin hacer la más mínima critica a los defectos que conllevaba.
Con el evangelio en la mano, debemos intentar dar respuesta a los problemas que plantea la familia hoy. La Iglesia no debe esconder la cabeza debajo del ala e ignorarlos o seguir creyendo que se deben a la mala voluntad de las personas.
No conseguiremos nada si nos limitamos a decir: el matrimonio indisoluble, indisoluble, indisoluble; aunque la estadística nos diga que el 50% se separan.
No se trata de que hoy las personas sean peores que hace cincuenta años. Hoy para mantener un matrimonio se necesita una madurez mucho mayor. Al no darse esa madurez, los matrimonios fracasan.
Dos razones de esta mayor exigencia son:
a) La estructura nuclear de la familia. Antes las relaciones familiares eran entre un número de personas mucho más amplio. Hoy al estar constituidas por tres o cuatro miembros, la posibilidad de armonía es mucho menor, porque los egoísmos se diluyen menos.
b) La mayor duración de esa relación. Hoy es normal que una pareja se pase sesenta años juntos. Es más fácil que en algún momento, surjan dificultades insuperables.
Como cristianos tenemos la obligación de hacer una seria autocrítica sobre el modelo de familia que proponemos. Jesús no sancionó ningún modelo, como no determinó ningún modelo de religión u organización política. Lo que Jesús predicó no hace referencia a las instituciones, sino a las actitudes que debían tener los seres humanos en sus relaciones con los demás.
Jesús enseñó que todo ser humano debía relacionarse con los demás como exige su verdadero ser, a esta exigencia le llamaba voluntad de Dios. Cualquier tipo de institución que permita esta relación plenamente humana, puede ser cristiana.
No debemos identificar un matrimonio roto con una infidelidad al evangelio. La falta de amor puede ser sustituida durante mucho tiempo por intereses mutuamente satisfechos. Cuando ese equilibrio de intereses se rompe, no queda más remedio que reconocer la falta de amor.
No sólo no es malo que se separen dos personas que no se aman. Es completamente necesario que se separen, porque no hay cosa más inhumana que obligar, por decreto,  a vivir juntas dos personas que no se aman.
Creo que con el tiempo debería aparecer una ley que prohíba tajantemente vivir juntos a dos personas que no se aman. Esto no contradice en nada la indisolubilidad del matrimonio, porque lo único que demostraría es que la falta de amor ha hecho nulo de todo derecho lo que hemos llamado matrimonio.
Estamos muy acostumbrados a oír que el estado de perfección se da  entre los que deciden no casarse. Esto necesitaría también una pequeña revisión. Creo que el verdadero estado de perfección es el de unos padres que sean, de verdad, modelos para sus hijos; es decir, que les ayuden a desplegar plenamente su humanidad caminando delante de ellos con su humanidad desplegada. Es muy difícil ser padres si no se conforman con enseñar de palabra un evangelio que no se vive personalmente. Muchas veces se lo he oído a los religiosos que se han casado.
Meditación-contemplación
El niño iba creciendo y robusteciéndose y se llenaba de sabiduría.
Éste es el Jesús que nos interesa de verdad.
Un ser humano que recorre nuestro propio camino,
y de esa manera, nos puede indicar la dirección a nosotros.
…………………….
No nos debe asustar que no hayamos llegado a la meta.
Siempre nos quedará un gran trecho para llegar.
Como el horizonte, la meta se verá más lejos,
aunque nos estemos acercando a ella.
…………………..
En nuestra vida espiritual
lo importante es no instalarse ni apoltronarse.
Paso a paso debemos avanzar, aunque sea en la oscuridad.
Mientras sigas dando pasos, estás en el buen camino.

Fuente: http://www.feadulta.com/anterior/Ev-lc-02-22-40-MR.htm

Ilustraciones: Tomma Abts.

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