domingo, 21 de diciembre de 2014

ANIDAR

Refundar a la familia
Luis Barragán


Desde muy distintos ángulos, podemos apreciar la crisis que padecemos, pero no existe otro más vivo e interpelante que el de la intimidad personal con sus quebraduras frecuentemente inadvertidas, sus correspondencias con una sociedad que nunca puede relevarnos de una reflexión inmediata, sus consecuencias que no pueden ocultarse entre los oropeles de la festividad ocasional.  Ha de interpelarnos cuando la familia luce prescindible, se le limita a la más estricta proximidad que también suele extraviarse, fingiendo valores y principios que solemos reclamar a otros.

Escasea el respeto, la cordialidad, la solidaridad, la armonía, la propia e incondicional hermandad, en la aparatosa supervivencia que se nos ha impuesto. Empero, no todo está perdido, porque la propia crisis obliga a resistirse a una perversa pedagogía como la ejercida por la duplicidad discursiva de los poderes establecidos, recobrando los más elementales testimonios, nociones y gestos que hablan de las relaciones familiares imposibles de tasar por la complicidad de los intereses que la tientan.

Hay ciertas manifestaciones del reencuentro que parten de la memoria, precisamente en un país desmemoriado: las llamadas nuevas tecnologías permiten compartir viejas historias, fotografías y videos que, de alguna manera, como está sucediendo, encuentran cupo hasta en un blog que las nuevas generaciones pueden descubrir ahora o mucho más tarde para hallar las pistas de una identidad necesaria. Otros, contratan a especialistas para que indaguen y tejan una larga trayectoria de tatarabuelos que desemboquen en los actuales herederos, más allá de las posibles vanidades, reportando viejos orgullos que alguna lección sigue arrojando.

Aficionados a la prensa de antaño, siguiendo una distinta línea de investigación, a veces obsequiamos a amigos los hallazgos fortuitos de remotos nombres familiares. Parecerá una necedad, aunque la curiosidad dice de la punta de los hilos que nos convirtieron en el país mismo que sobrevive a los más disímiles avatares: no es necesario contar con un familiar al que salvó una lejana referencia periodística,  porque está la rica tradición oral que no puede perderse por obra de las urgencias del presente.

Con la maravillosa humildad de su oficio,  tuvo a bien el Padre José Martínez de Toda (SJ) obsequiarnos uno de sus títulos seguramente más preciados como “Juan y Aura: un testimonio fecundo” (Ediciones Scire, La Rioja, 2005).  Al reseñar a los fundadores de su numerosa familia que contribuyó, por cierto, con varios religiosos, nos muestra un itinerario de emociones que convierten el recuerdo en acicate para los extraños que cruzan la puerta del hogar de origen.

Martínez de Toda vino de la península ibérica, siendo ya muy larga su estadía en la Venezuela con la que se ha comprometido para honrar una vocación sacerdotal que los feligreses admiramos, sobre todo por la terca modestia del diligenciante de la fe. Lo conocimos poco a poco, gracias a sus misas dominicales y, ahora, al dirigir los ejercicios ignacianos, comprendemos la misión del jesuita que, como otros de sus hermanos de sangre esparcidos por el mundo, procura sembrar los Evangelios en el más insospechado rincón de nuestras inquietudes.

“Cuando Juan estaba en el campo – refiere – y venía una gran tormenta de relámpagos y truenos, en casa todos se asustaban. Pegados a las faldas de la madre, cerraban bien todas las ventanas y terminaban todos en el comedor de rodillas delante del Corazón de Jesús, rezando por el feliz regreso del padre a casa”.

La breve escena de angustia se repite en Venezuela, ya no por la severa amenaza de una tormenta de nieve, sino por las otras consabidas, incluyendo las más ardorosas invocaciones que marca al más distraído de los niños.  Mal haríamos en acostumbrarnos a la violencia generalizada, violentando los propios valores que deben anidar en el hogar y desplegarse para la realización humana de la prole.

Aproximándose la Navidad, a propósito del libro de nuestro querido Padre José, se impone una reflexión sincera sobre la familia que urge refundar sobre cimientos más firmes. La esperanza realizadora del amor que ha de confirmar la fe, aún para el que no es creyente expreso y estridente, oriente a todos los hogares venezolanos, convirtiendo 2015 en escenario de fructíferas realizaciones.

Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2014/12/refundar-a-la-familia/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1066482

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