jueves, 4 de septiembre de 2014

PODER DE IMPRENTA

EL NACIONAL, Caracas, 25 de Octubre de 1998
Buen vivir
Hubo una vez un caudillo...
Jesús Sanoja Hernández

Cuando Betancourt estaba a punto de cumplir 55 años, el 21 de febrero de 1963, El Nacional publicó la entrevista que un compañero de generación había conocido como parte de una serie acerca de los presidentes de la "democracia representativa". Miguel Otero Silva decidió introducirla con una retahíla de alabanzas e insultos alternados, provenientes las primeras de sus admiradores desbordados, y los segundos de sus adversarios intransigentes. Las expresiones se movían, sin concesiones eclécticas, entre el amor y el odio, porque según Miguel Otero todo aquel que adoptara una actitud cartesiana, de balance extraído de la duda, era candidato al linchamiento.
La bibliografía (y ni qué decir la hemerografía) sobre Betancourt, es inacabable. Ramón J. Velásquez, en estudios varios, lo ha situado dentro de un proceso histórico donde la continuidad y la discontinuidad se juntan dialécticamente. Manuel Caballero, luego de sus esbozos biográficos y sus análisis del siglo XX, prepara un volumen (como lo hizo ya con Gómez, el tirano liberal) que podría formar parte de una galería de gobernantes, como la que emprendió Enrique Krauze en México. J.F. Sucre Figarella y Blas Bruni Celli figuran, con razones fáciles de entender, entre los hagiógrafos. Y hay excelentes revisiones como las de Arturo Sosa Abascal, enfoques espectrales de Simón Sáez Mérida y Moisés Moleiro, y juicios que como los de Sanín en su Rómulo y Domingo Alberto Rangel en sus trabajos posteriores a 1960, varían respecto a los que se tuvieron a raíz de la revolución o golpe de 1945.
No caeré en la tentación de proseguir una enumeración que resultaría cansona, pero si en la de detenerme en el libro Venezuela, política y petróleo, no caprichosamente escogido, sino porque él, para devotos y enemigos de Betancourt, representa una síntesis de la primera mitad (y un poco más) de nuestro siglo XX, a lo largo de la cual resulta posible examinar su pensamiento y acción, así como fijar las posiciones políticas e ideológicas de quienes lo combatieron o lo siguieron tan ciegamente como se sigue al caudillo.
Lo primero que habría que destacar en el libro de Betancourt es que, a diferencia de Cuatro años de democracia, escrito por Medina en su exilio o El triunfo de la verdad, de López Contreras, no se limita a defender su administración, sino que extiende su mirada a un largo panorama, que incluye desde la primera hasta la última dictadura de andinos (desde Castro hasta Pérez Jiménez), pasando por el albaceazgo de López y el "quinquenio de las frustraciones", es decir, el de Medina, y desde luego por el "tiempo de construir", que vendría a ser el de la Junta Revolucionaria y el corto mandato de Gallegos.
Lo segundo no es menos destacable: para justificar su obra de gobierno y sus polémicas posiciones políticas e ideológicas, Betancourt no necesitó que un Arcaya (por ejemplo, en Venezuela y su actual régimen), o un Vallenilla Lanz, hicieran su defensa y apología como lo hicieron los teóricos del gomecismo. Justamente, antes que gobernante, Betancourt fue un ideólogo, primero del marxismo en Costa Rica, luego del reformismo (partido nacional revolucionario, deslindado del PC y de las Internacionales) y por último de la democracia occidental.
Lo tercero es su estilo, tan definido en su escritura como en su oratoria y en su temple emocional. Betancourt amó la expresión panfletaria, que venía desde Pío Gil y Blanco-Fombona y que decantó Pocaterra, con quien mantuvo relación epistolar en el destierro. Pero Betancourt introdujo porciones de la fraseología revolucionaria de los marxismos y, lo cual resultó más importante e influyente, de la terminología económica, con referencias constantes a fenómenos plenamente contemporáneos.
Lo cuarto es que Venezuela, política y petróleo, además de un examen de lo que su título sugiere, es un tratado autobiográfico que ambas corrientes, la del examen del país y la de la colocación histórica del líder, continúan, si así lo deseáramos para una visión globalizante, con los cuatro volúmenes (La revolución democrática en Venezuela), correspondientes al período gubernamental 1959-1964. Todo lo sucedido después de 1964 está en periódicos y revistas y, seguramente, en el archivo de Pacairigua. Todavía en el siglo XXI se seguirá escribiendo sobre Betancourt, aunque ya Venezuela y el mundo atraviesen por otras etapas de discusión y proyectos.

Cfr. Mirela Quero de Trinc: http://www.c3ig.com/webFRBAgosto2006/Confytrabj/LicMQuero.pdf

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