sábado, 9 de agosto de 2014

PANEBARCO 2/10

EL NACIONAL, Caracas, 8 de agosto de 2014
De Marx a los bolcheviques: Un Reader’s Digest (y II)
Héctor Silva Michelena

Aleksandr Kérenski que había sucedido a Gueorgui Lvov, del Partido Constitucional Democrático (KD o kadete, liberal) actuó como el segundo y último primer ministro del Gobierno provisional instaurado tras la Revolución de Febrero, del cual era su figura principal, fue capaz de hacer fracasar el golpe del general Lavr Kornílov, pero no pudo evitar la Revolución de Octubre en la que los bolcheviques tomaron el poder. Estos primeros Gobiernos realizaron una amplia labor de reforma política, pero no resolvieron los problemas más importantes para la población: el fin de la guerra, la reforma agraria, los cambios en las condiciones de los obreros urbanos y las aspiraciones de las minorías. Kerenski liberó de la cárcel a los bolcheviques que habían participado en el golpe de Kornilov, y les proporcionó armas. Durante los siete meses del “gobierno provisional”, existió en Rusia un “poder dual”, ya que los soviets de Petrogrado (San Petersburgo) y Moscú, muy poderosos, incitaban a la subversión.
En las elecciones a los soviets celebradas el mes siguiente, los bolcheviques obtuvieron resultados impresionantes, lo que indicó a Lenin que había llegado el momento del golpe decisivo, y así fue. La  decisión de tomar el poder se decidió en una reunión clandestina celebrada la noche del 23 al 24 de octubre de 1917. El golpe tuvo lugar el 7 noviembre  (calendario gregoriano adoptado en 1918), que corresponde al 25 de octubre, según el calendario juliano, vigente en esa época. Cuando los bolcheviques se estaban preparando para asaltar el Palacio de Invierno, sede del Gobierno provisional, en el Palacio Smolny comenzaron las sesiones del Segundo Congreso de los Sóviets de los Representantes de Obreros y Soldados de Rusia. Del total de 670 delegados, 300 eran bolcheviques y unos 100 miembros del partido social-revolucionario de izquierda que también estaban a favor de derrocar al Gobierno provisional. Los demás delegados insistían en calificar de ilegítimo el asalto al Palacio de Invierno.
Lev Trotski dijo que eran “penosos individuos aislados” y les instó a marchar al “basurero de la historia”. Los que no estaban a favor de los bolcheviques abandonaron el Palacio Smolny. Unos cuantos días atrás, Lenin había lanzado su famosa consigna: “Todo el poder a los soviets”, que penetró rápidamente en los soviets urbanos de San Petersburgo (Petrogrado) y Moscú. Fue el soviet de San Petersburgo el que dio a Trotski  el instrumento militar con el cual fue capaz de derribar el gobierno provisional, instalado en el Palacio de Invierno.
Cuando los bolcheviques se estaban preparando para asaltar el Palacio de Invierno, sede del Gobierno provisional, en el Palacio Smolny comenzaron las sesiones del Segundo Congreso de los Sóviets de los Representantes de Obreros y Soldados de Rusia. Del total de 670 delegados, 300 eran bolcheviques y unos 100 miembros del partido social-revolucionario de izquierda que también estaban a favor de derrocar al Gobierno provisional. Los demás delegados insistían en calificar de ilegítimo el asalto al Palacio de Invierno. Lev Trotski dijo que eran “penosos individuos aislados” y les instó a marchar al “basurero de la historia”. Los que no estaban a favor de los bolcheviques abandonaron el Palacio Smolny.
Lenin proclamó el triunfo de la revolución. El congreso aprobó un mensaje a todos los ciudadanos de Rusia en el que se anunciaba la caída del Gobierno provisional y la toma del poder por el sóviet de comisarios del pueblo. Lenin fue elegido su presidente, Trotski encabezó la comisaría de relaciones exteriores y Iósif Dzhugashvili, el nombre real de Stalin, se ocupó de las minorías étnicas.
Los bolcheviques estaban convencidos de que, con la toma del poder, la revolución se difundiría rápidamente por toda Europa. Lenin siempre tuvo una perspectiva internacionalista; para ese entonces, no aceptada la tesis de “la revolución en un solo país”. Karl Marx había sentenciado: “Es imposible la revolución en un solo país”. Y Engels, todavía más enfático: “La emancipación del proletariado no será posible más que como un acto internacional”. Cuando Lenin constató que la gran mayoría de los líderes socialistas habían apoyado a sus gobiernos nacionales en 1914, cuando estalló la Gran Guerra, los denunció como traidores a la causa y dedicó sus fuerzas a echar las bases de una nueva organización de revolucionarios socialistas. Después de apoderarse del poder, los bolcheviques  resolvieron crear una Tercera Internacional. Cuando los delegados concurrentes se reunieron en Moscú en 1919, un levantamiento revolucionario en Berlín había sido aplastado, y sus líderes asesinados. Pero la gran mayoría de la clase obrera alemana quería, con toda evidencia, darle una oportunidad  al liderazgo social demócrata de crear una nueva República alemana. Empero,  para los líderes rusos todavía se avistaba cercana la revolución mundial.
Los bolcheviques formaron, de esta manera, la llamada Internacional Comunista, o Comintern, que se reunió en Moscú en julio de 1920; ya no se trataba de una reducida reunión de individuos o de representantes de pequeñas sectas, sino de un congreso de delegaciones provenientes de más de una docena de los mayores Partidos Comunistas europeos. Como resultado de esta reunión, se le entregó a los bolcheviques el control  de la nueva Internacional, que rompió definitivamente con el movimiento socialista, a quienes acusaron de “social patriotas”,  un herejía antimarxista. El Comintern quedó bajo la férula de los líderes rusos que exigían disciplina y obediencia revolucionaria. Hacia 1923, la tan esperada marea revolucionaria en Europa nunca se desarrolló. Más bien, Europa entró en una fase de relativa estabilidad económica y social. Después de la muerte de Lenin en 1924, los bolcheviques, bajo Stalin, comenzaron a utilizar los partidos sobre los cuales todavía ejercían un cierto dominio como instrumentos de la política exterior rusa. Aunque un líder de la talla de Trotski todavía creía (y murió creyendo) que la revolución mundial estaba en la agenda del Partido, su fe ya no era compartida por la mayoría del liderazgo ruso.
En el período de entre guerra se produce la ruptura total y agresiva de socialistas y comunistas. Los comunistas denunciaron por el mundo entero a los socialistas como “traidores sociales” que “objetivamente” estimulaban el sostenimiento del capitalismo. Los acusaron de haber repudiado el marxismo y traicionaron al socialismo internacional. Los socialistas replicaron enérgicamente demostrando los hechos dictatoriales del Estado soviético y acusaron a los comunistas de haber traicionado la tradición democrática socialista. El movimiento socialista europeo quedo irremediablemente dividido. La oposición fue tan agria que en las elecciones de 1932, los nazis ganaron el 33 por ciento de los votos, más que cualquier otro partido. En enero de 1933, Hitler fue nombrado canciller con el apoyo de los comunistas, al partido nazi (los socialistas se opusieron). Los comunistas esperaban que la victoria nazi sería solo temporal y que, después las masas alemanas los seguirían a ellos. Su grito de batalla era: “Después de los nazis, nosotros”. El resultado final fue el desastre: tanto comunistas como socialistas fueron duramente perseguidos por los nazis, que habían ayudado al ascenso del fascismo.
Ahora nos preguntamos ¿cuál es el carácter del PSUV? Aplicando la frase de la Biblia: “Por sus obras los conocerías” (Mt 7,15-20). Ciertamente, los primeros siete años del gobierno de Chávez no definieron nunca con claridad el carácter de su “revolución bolivariana”, más bien hubo muchos vaivenes en el modelo económico, y la economía fue sometida a la política bajo el mando de Chávez pues la consolidación del poder político fue la guía de su gestión, y para eso ajustaba en una u otra forma el modelo económico. La pretensión de un Estado socialista se dibuja, al fin, después de muchas indefiniciones y esperas en el proyecto de reforma constitucional sometido a Referendo en diciembre de 2007 y derrotado. En el artículo 112 del citado proyecto se planteaba que, el Estado promovería una economía productiva, independiente, diversificada, fundada en valores humanísticos y la preponderancia de los intereses comunes sobre los individuales, todo ello con el objeto de crear las mejores condiciones para la construcción de una economía socialista. La propuesta fue derrotada en Referéndum, sin embargo, la propuesta fue introducida mediante leyes habilitantes y una enmienda constitucional aprobada en referéndum de 2009.
Se desarrolló entonces una estructura económica caracterizada por un capitalismo de Estado muy importante, una decreciente economía privada y un pequeño de economía social, que se aspiraba a extender. Así en su programa de gobierno presentado al CNE el 11 de junio de 2012 para las elecciones del 7 de octubre de ese año, titulado “Plan de la Patria”. Programa del Gobierno Bolivariano 2012-2019. Planteada una “radical supresión de la lógica del capital que debe irse cumpliendo paso a paso”. “para avanzar hacia el socialismo necesitamos de un poder popular capaz de desarticular las tramas de opresión, explotación y dominación que subsisten en la sociedad venezolana”. Un párrafo importante es el siguiente: “La consolidación y el acompañamiento del Poder popular en el periodo 2013-2019 afianzaran la conformación de tres mil Comunas Socialistas, considerando un crecimiento anual aproximado de 450 Comunas, de acuerdo a las características demográficas de los ejes de desarrollo territorial. Esta Comunas agruparan 39.000 Consejos Comunales donde harán vida 4.680.000 familias, lo que representa 21.060.000 de ciudadanos. Es decir, que alrededor de 68% de los venezolanos en el años 2019 (30.550.479) vivirán en subsistemas de Comunas”. Finalmente, digamos que su última gran divisa política fue: ¡Comuna o nada! De esta manera Chávez trazo los rasgos de la Revolución Socialista Bolivariana.
Quedaban así definidos un Poder Público y un Pode Comunal. En la realidad, el Poder Público exacerbó su presencia  e introdujo una maraña irrespirable de controles en toda la vida económica y social, que ataron el movimiento progresivo de la economía y la llevaron al profundo agujero económico en que hoy nos encontramos.
Celebrado el III Congreso del PSUV del 26 al 29 de julio de 2014, y entregado los documentos el 30 de julio a Nicolás Madura en el suntuoso Cuartel de la Montaña (tomado del poema de Neruda dedicado a Bolívar), se produjeron 32 resoluciones que el articulista de Aporrea Yuri Valecillo tituló adecuadamente, de “Infusiones para dormir”, no atacaron nada especial. Sin embargo, propusieron “transformar el partido en poderosa herramienta de lucha para superar la pobreza. Generar desde el Partido, en unos perfecta con el Gobierno Bolivariano, la estrategia de lucha”. También aprobaron “asumir plenamente, desde la practica revolucionaria el carácter cívico-militar  de la Revolución Bolivariana Socialista”.
Es decir, se actuó con un típico partido marxista –leninista: una organización vanguardista, vertical, y en este caso unida a una oligarquía militar obcecada por la “enfermedad infantil del comunismo” (Lenin). Esta oligarquía es la verdadera dueña del poder. En conclusión, no se admitió que la crisis económica fue generada por las políticas tomadas y practicadas por el tándem Giordani/Chávez. No comprendieron que los profundos desequilibrios económicos son un signo claro del fracaso total del modelo diseñado por el “líder Eterno y presidente fundador” del Partido.
El Buró Político del PSUV (en verdad comunistas), en especial Maduro, Cabello y Jorge Rodríguez ignoraron que la historia ya había sentenciado el colapso del comunismo. Lean: 
El ocho de diciembre de 1991 los líderes de Rusia, Bielorrusia y Ucrania, ex repúblicas de la URSS de población eslava, se reunieron en el coto natural de Belovézhskaya Puscha para firmar un acuerdo que pusiera fin a la Unión Soviética y establecer la Comunidad de Estados Independientes (CEI), inicialmente percibida por muchos habitantes de la URSS como el mismo perro con distinto collar.
Pero muy pronto se dieron cuenta de que no era así. El veinte de diciembre el jefe de un Estado que ya no existía, Mijaíl Gorbachov, renunció a la Presidencia de la Unión Soviética y declaró la disolución de la misma. Inmediatamente después Gorbachov firmó un decreto por el que traspasaba el botón nuclear al jefe de las fuerzas armadas de la CEI, mariscal Yevgueny Sháposhinikov, ex ministro de defensa de la URSS. La entelequia creada por Marx quedo al desnudo: era una ilusión. Al tratar de imponerla por la fuerza, se convirtió en represión, crimen y terror.

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