lunes, 9 de junio de 2014

OPACIDAD URBANA

De una coletilla reveroniana
Luis Barragán


Ciertamente, la interesada sobresaturación noticiosa del gobierno nacional impide cualesquiera inquietudes sobre los problemas tenidos por secundarios, en la escala que se ha hecho una pésima costumbre. Son tan graves las ficciones y realidades a las que apunta que, inadvertidos, existen detalles reveladores que no gozan de jerarquía alguna en el extenso problemario que nos agobia.

Finalizando o comenzando, como se quiera, el caraqueño boulevard de Sabana Grande, hay una pieza – rara avis in terris -  de Johan González (2014) que rinde un justo tributo a Armando Reverón. Hemos tenido ocasión de fotografiar la sugerente postura del extraordinario pintor, como el mudo registrador de sus vecindades, incluyendo al transeúnte curioso que puede hermanarse con él  a través de un novedoso “selfie”. Sin embargo, recientemente nos percatamos que la escultura comienza a andar el camino de sus deterioros, pues, ya está partido el block de sus trazos como anuncio de los otros actos vandálicos que pueden afantasmarlo aún más en el extravío de una urbe por siempre urgida.

Se nos antoja una doble paradoja del hecho que puede tenerse por intrascendente, pues, por un lado,  no hace mucho, el oficialismo parlamentario rasgó sus mejores vestiduras al pretender homenajear a Reverón desde una perspectiva casi demencial, debido a la interpretación tan peculiar que hizo de su vida. Ocurre mientras la pieza en cuestión soporta, estoicamente, sintetizándola, la dramática situación que vivimos todos los venezolanos de carne y hueso.

Del otro, nos permitimos hablar del Estado desintegral en la medida que ensaya estos tributos artísticos, pero no puede garantizar la propia supervivencia de sus inversiones porque – simplemente – no atiende sus responsabilidades básicas. Ojalá que no fuese así, sospechamos que ello permitirá futuras remodelaciones y restauraciones para enjugar algunas cuentas bancarias, ya que no encontramos una explicación adecuada para la creación y colocación de piezas después sometidas a la prueba del consabido vandalismo.

El Reverón de González quizá boceteó la rutina con tanta vehemencia, añadiendo el retrato hablado de los delincuentes que lo circundan, por lo que mejor fue quebrar la lámina de sus anotaciones. Más adelante, ridiculizado con un baño de pintura, hurtada la chistera o desfigurado el rostro, ejemplificará el trance de los numerosísimos testigos de crímenes que no cuentan con garantía alguna para las diligencias policiales o judiciales que los requieran, absteniéndose.

Fuentes:
http://opinionynoticias.com/opinionnacional/19535-de-una-coletilla-reveroniana
Fotografías: Caracas, 09/09/2013 y 12/05/2014.

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