martes, 21 de enero de 2014

TESTIMONIO (I)

"Este es el cordero de Dios..." (Jn. 1,29-34)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

Comenzamos hoy el tiempo Ordinario, que luego vamos a interrumpir con el tiempo de Cuaresma que nos preparará a Semana Santa. Se llama tiempo Ordinario, porque no hay un acontecimiento importante que destacar o acentuar de manera especial, sino que simplemente se va presentando, domingo a domingo, una escena de la vida de Nuestro Señor, un mensaje de una de las cartas paulinas o un acontecimiento del Antiguo Testamento, que se propone para nuestra reflexión y que podamos hacer vida o vivir en el presente. Es el caso del pasaje del evangelio de hoy, tomado del evangelista San Juan, que nos presenta a Jesús como el "Cordero de Dios que quita el pecado del mundo"; expresión que utiliza San Juan Bautista al ver a Jesús caminando  cerca del río Jordán y con lo cual proclama su mesianismo y divinidad.
La expresión de Juan Bautista es realmente profunda y más allá de una simple comparación de Jesús con un animal indefenso, remite al Antiguo Testamento, donde la figura del cordero tiene un significado especial para el pueblo de Israel. Para nosotros es una expresión que nos remite a la Eucaristía, donde el sacerdote mostrando la Hostia Consagrada a los fieles, la utiliza para manifestar que Jesucristo es el Cordero sacrificial que expía, vence y borra el pecado de la humanidad y que lo recibimos como alimento en la Sagrada Comunión de su Cuerpo y su Sangre.
En el Antiguo Testamento se recoge la figura del cordero sacrificial que se sacrificaba en el Templo de Jerusalén para expiación de los pecados del pueblo o se utilizaba el "chivo expiatorio" a quien, a  través de un ritual de los sacerdotes del Templo, se le colocaban "encima" todos los pecados del pueblo y se enviaba al desierto, donde moría y así con él los pecados de toda la comunidad. Sería muy interesante leer todo el capítulo 12 del libro del Éxodo y los primeros 16 capítulos del libro del Levítico que nos hablan de los sacrificios rituales por los pecados y que nos ayudan a comprender la profundidad del significado de la expresión que Juan Bautista aplica a Jesús y con lo cual deja claro ante sus discípulos y seguidores que ya no será la sangre de un animal o la muerte del mismo o el comer su carne lo que nos limpiará de nuestros pecados; será un nuevo y definitivo sacrificio realizado por Cristo en el madero de la cruz, será su  Sangre la que limpie y lave los pecados de cada uno de los hombres que acepten sus palabras y la pongan en práctica. Será su Cuerpo y su Sangre la verdadera comida que sacie nuestra hambre y calme nuestra sed.
Jesús, como los corderos o chivos expiatorios del Antiguo Testamento, fue inmolado el día de la Pascua, fiesta grande para los judíos y cristianos. Él es ahora el sacrificio definitivo de la Nueva Alianza de Dios con los hombres que supera y elimina la sangre de los sacrificios de animales (Hb.10,1-18). Por su sangre derramada en la cruz hemos recibido la redención y el perdón de los pecados (Ef.1,7), Él es "el Cordero sin defecto ni mancha" cuya sangre nos ha rescatado de la muerte eterna y que supera todo valor o sacrificio alguno. (1Pe.1,18-19).
Cristo de una vez para siempre, con su sacrificio en la cruz, como ese "cordero manso llevado al matadero" (Is.53,7) ha logrado quitar el poder del Demonio, del poder del pecado en el mundo. Ya el mal, la muerte o la iniquidad no tendrán la última palabra sobre el ser humano, sino su Sangre redentora a la cual tendrá acceso todo hombre. Con la muerte de Jesús y con su resurrección no sólo queda saldada la deuda pecaminosa del Antiguo Israel, sino el pecado de la humanidad de todos los tiempos; porque su sacrificio en la cruz fue de una vez para siempre. Sacrificio que se actualiza, se rememora en cada celebración eucarística donde los cristianos católicos podemos recibir su Cuerpo, su Sangre y  participar así de su redención; de acuerdo a sus mismas palabras y promesa: "Quien come mi cuerpo y bebe mi sangre tendrá vida eterna", "Yo soy el pan vivo bajado del cielo, quien come de éste pan vivirá para siempre", "Tomen, esto es mi Cuerpo, beban, esta es mi Sangre". No es algo simbólico, metafórico, sino expresiones explícitas, con actos explícitos del Señor que aluden a este sacrificio que cada sacrificio de la misa actualiza.
Ida y retorno: Como ser humano, cristiano y sacerdote he recibido conmovido la triste noticia de la tragedia en la Manguita. Desde esta columna expreso mis condolencias a los familiares y amigos de los cinco niños y del señor fallecido en tan lamentable accidente. Estoy seguro que Jesús, el Buen Pastor, los tiene junto así en el cielo y creo también que a sus familiares y seres queridos los ayudará con su amor a sobrellevar el dolor, la tristeza, el vacío y la soledad que se experimenta ante la pérdida de un ser amado y sobre todo en las circunstancias en que ocurrió este fatal accidente. Dios bendiga a éstas familias que viven su duelo y otorgue vida eterna, esa que esperamos y creemos que Jesús nos tiene preparada para ellos y nosotros. Descansen en paz.

http://www.notitarde.com/Columnistas-del-Dia/-Este-es-el-cordero-de-Dios-Jn-129-34/2014/01/18/297901
Cfr. José Martínez de Toda (SJ): http://www.jesuitas.org.co/homilias/944.pdf
Fotografía: LB,  intervención de un feligrés durante la homilía del Padre José Martínez de Toda (SJ). Caracas, 19/01/2014.

No hay comentarios:

Publicar un comentario