sábado, 25 de enero de 2014

DETECTAR LA DECADENCIA

Jacques Barzún
Marcos Villasmil

Varias características destacan en la vida de Jacques Barzún, académico, historiador de la cultura y filósofo. En primer lugar su longevidad: Vivió 104 años (Créteil, Francia, 30 de noviembre de 1907 - San Antonio, Estados Unidos, 25 de octubre de 2012). Nació en Francia, pero, luego de emigrar con su madre en 1920 huyendo de las turbulencias provocadas por la Gran Guerra, llegaría ser un reputado académico estadounidense -por más de 40 años fue profesor en la Universidad de Columbia, fundamentalmente en el Departamento de Historia, donde fue admitido como estudiante en 1923, a la edad de quince años-. Escribió, y extraordinariamente bien, sobre una poco usual variedad de temas: reputado especialista en Berlioz, también se destacó con obras sobre Wagner, Goethe, el romanticismo, el sistema educativo -sobre todo la educación superior, criticando lo que denominó “la gangrena de la especialización”-, el estilo literario, o el arte de la edición. A los 84 años comenzó a escribir la que sería su última, notable y celebrada obra: “From Dawn to Decadence: 500 Years of Western Cultural Life, 1550 to the Present.”  (Del Amanecer a la Decadencia: 500 Años de la Vida Cultural Occidental, de 1550 al Presente). Preguntado sobre el tiempo que había necesitado para escribirla, respondió: “toda una vida.” Gracias a esta obra tuvo el muy inusual logro de producir un best-seller a los 90 años.
¿Cuál es el mensaje central en Del Amanecer a la Decadencia? Para el filósofo español Eugenio Trías, Barzún se hace esta pregunta esencial: ¿Estamos en decadencia en relación a un paradigma de la cultura occidental que ha prevalecido en los últimos 500 años? ¿Vivimos una redefinición tan radical de lo que podemos entender por cultura, que esas pautas iniciadas hacia mil quinientos, y continuadas por los últimos cuatro siglos y medio, han perdido ya toda capacidad de configuración de nuestros valores intelectuales, morales, emocionales?
La crisis no es sólo de ideas o de conductas -¡cuán bien lo sabemos los ciudadanos de este petroestado rico en oro negro, y carente de tantos valores del espíritu!- sino que afecta también las formas de convivencia, así como a las instituciones encargadas de mediar y orientar las acciones de la sociedad. Por algo dirá el dramaturgo Eugene Ionesco que la falta de ideologías orientadoras “da la impresión de conducirnos a ninguna parte.” Y ese no llegar a nada concreto, vivir en una sociedad que parece repetir siempre sus errores, puede ser el peor de los infiernos.
Analizar y evaluar en su justa medida los problemas de una sociedad, y sortear con éxito esa decadencia de la que nos habla Barzún, requiere mucho más que ceder a la tentación tan de moda de darle la palabra y la decisión a tecnócratas. Requiere una auténtica revolución del espíritu. Muy fácil decirlo. Mucho más difícil lograrlo.
A pesar de pasar toda una vida dedicado a la academia, Barzún no se quedó encerrado en ella, como en una vasija de cristal: siempre tuvo interés en investigar y escribir sobre temas de cultura popular, como el béisbol (“quien quiera conocer el corazón y la mente de los Estados Unidos, mejor aprende béisbol”), así como un asunto central en su vida de lector incansable (y, más modestamente, en la mía): la ficción detectivesca.

La segunda parte de esta nota quiero dedicarla a este asunto: En 1961 recibirá el encargo de hacer una antología llamada “The Delights of Detection” (Los Placeres de la Detección), y una introducción a la misma,  “The Detection and the Literary Art”, (La Detección y el Arte Literario).
Los Placeres de la Detección no será, por cierto, el único esfuerzo de Barzún en el tema detectivesco. Diez años después, en 1971, junto a Wendell Hertig Taylor, escribirá “A Catalogue of Crime:  Being a Reader's Guide to the Literature of Mystery, Detection, and Related Genres (Un Catálogo del Crimen: Guía del Lector a la Literatura de Misterio, Detección y Géneros Relacionados), que recibirá el Premio Especial Edgar, otorgado por la Mystery Writers of America.
Un objetivo fundamental de La Detección y el Arte Literario es demostrar que no es lo mismo una historia de crímenes que una historia detectivesca; que el cuento es el medio verdadero de la detección; y que esta última “es por excelencia el romance de la razón”, así como el detective es “un excéntrico, una suerte de artista incluso en su labor científica, y en cualquier caso, una criatura de voluntad y alcance superiores a los de la multitud. Él es, en pocas palabras, el último de los héroes.”
Barzún subraya que la detección en literatura se somete a cánones muy rígidos. Es un arte simétrico,  busca la apariencia de necesidad lógica, como la tragedia clásica, y al igual que la tragedia valora la unidad de lugar –la habitación cerrada bajo llave, el barco o tren en movimiento-. En la detección los detalles son numerosos y deben ser instantáneamente convincentes. Todos estos vaivenes de materia moviéndose en el tiempo y en el espacio deben ajustarse a estándares claros de credibilidad. Esa es la razón por la cual hace muchos años el padre Ronald Knox estableció una de las leyes de la ficción detectivesca: “No debe haber chinos.” Menudo problema hoy, con tanto chino rodando por el mundo...
Nuestro autor nos muestra asimismo que se necesitó un genio para tomar esta fascinante idea de la detección y crear un estilo literario distintivo al mostrarla de forma apropiada. Ese genio fue Edgar Allan Poe y la forma fue el cuento, del cual él fue el teórico original.
Y es que siendo un apasionado como pocos del tema, Barzún afirmó tajantemente: “históricamente, el tema de la detección ha despertado la imaginación de escritores tales como  Voltaire, Balzac, Cooper y Poe, hasta autores como Dickens, Dostoievsky, Mark Twain, Henry James, Yeats, Eliot y C. Day Lewis. Sea lo que sea, el relato detectivesco no es placer para idiotas.”
Cfr.
http://es.wikipedia.org/wiki/Jacques_Barzun
http://www.eltiempo.com/archivo/documento/MAM-1565477

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