sábado, 25 de enero de 2014

DESDE EL PRINCIPIO

EL NACIONAL - JUEVES 31 DE DICIEMBRE DE 1998 / INTERNACIONAL Y DIPLOMACIA
La revolución cubana cumple 40 años
Armas venezolanas defendieron a Castro en la Sierra Maestra
Cerca de una decena de vuelos llevaron a Cuba armamento, comida, ropa, equipos y hombres para respaldar la caída de Fulgencio Batista. Cuatro décadas después, algunos protagonistas decidieron romper el silencio y reconstruir los hechos
Marianela Palacios

En las postrimerías de la Junta de Gobierno presidida por Wolfgang Larrazábal, y siguiendo las señas de una operación militar "estrictamente confidencial", 150 fusiles, 50 ametralladoras, 100 granadas de demolición, 35 cajas de municiones y 3 cajas de armamento de grueso calibre sustraídas del Parque de Armas venezolano, fueron embarcadas en Maiquetía con destino a la Sierra Maestra en noviembre de 1958. ¿El objetivo? Dar apoyo a la causa rebelde cubana que intentaba derrocar a la dictadura de Fulgencio Batista.
Cerca de una decena de vuelos llevaron a Cuba armas, comida, ropa, equipos y hombres. 40 años después, los protagonistas de esa historia han decidido romper el silencio y recrear los hechos.
Fidel Castro era una especie de leyenda viviente para el pueblo venezolano en 1958, un símbolo de los aires revolucionarios democráticos que se respiraban en Latinoamérica. Los ciudadanos contribuían masivamente en campañas de colecta de fondos para los guerrilleros de la Sierra Maestra. Pero el Gobierno no había querido involucrarse directamente con la causa. De hecho, aunque algunos gremios y organizaciones no gubernamentales lo habían solicitado, nunca se rompieron las relaciones diplomáticas con el régimen de Batista, y cualquier respaldo a la revolución habría causado tensiones políticas importantes.
No obstante, el Gobierno venezolano se involucró. Subrepticiamente claro. "Queríamos apoyar el clamor popular, pero un gobierno es un gobierno, no una agencia de tráfico. Por eso todo se hizo bajo cuerda", admitió el vicealmirante (r) Larrazábal. Según él, la operación contó con el respaldo de otros miembros de la Junta de Gobierno, pero "Rómulo Betancourt no estaba al tanto y, si estaba, lo disimuló".
Operación Cóndor
El historiador Manuel Caballero relata que a finales de los cincuenta "se corrió la voz de que Fidel recibió apoyo militar venezolano, pero eso no se demostró. Nunca se supo con exactitud si el Gobierno patrocinó aquello, ni cómo sucedieron las cosas".
Hoy ya no hay lugar para la duda. La operación tuvo cuatro figuras claves: Fidel Castro, identificado como Cóndor durante las trasmisiones de radioaficionados que permitieron coordinar los vuelos; Wolfgang Larrazábal (Cóndor 1) y su hermano Carlos Larrazábal (Cóndor 2), quien era entonces comandante de la Armada; y Carlos Taylhardat (Cóndor 3), hoy ex embajador de la República y quien siendo teniente de navío en 1958 supervisó los vuelos a Cuba y concretó el despacho de las armas.
Pese a la confidencialidad impuesta, no sólo ellos cuatro sabían de la acción. Francisco Pividal Padrón, líder del Movimiento 26 de Julio y luego embajador de Cuba en Venezuela, menciona otros nombres: "El coronel Hugo Trejo (...) Por la marina, el capitán de navío Miguel Rodríguez Olivares, el capitán de fragata Héctor Abdelnour y el jefe de la Infantería de Marina. Por el Ejército, el mayor Carlos Julio Mora y el teniente Hugo Montesinos. Por los civiles, el senador Alberto Ravell, el diputado Raúl Ramos Jiménez y Marcelino Madriz". En otro capítulo cita al periodista Fabricio Ojeda, quien había sido presidente de la Junta Patriótica.
Sin razones políticas
Cuando se le preguntó a Wolfgang Larrazábal por qué autorizó la operación y quién solicitó esa ayuda, respondió: "Posiblemente fue el espíritu de la libertad. No hubo negociaciones políticas de por medio. Lo hicimos porque interpretábamos la voluntad del pueblo venezolano y deseábamos que toda Latinoamérica viviera en libertad".

Sin embargo, Mario Llerena, quien fue presidente del comité del exilio cubano en 1958, admitió que sí hubo un lobby político y no escatimó en dar el lujo del detalle. Tenía en su poder una carta manuscrita de Fidel Castro, fechada el 26 de abril de 1958, que ordenaba gestionar la ayuda de algunos gobiernos latinoamericanos para "fortalecer la revolución en su aspecto militar".
La campaña para apoyar el Movimiento 26 de Julio comenzó en Venezuela. En mayo de 1958 se consiguió un contacto directo con Wolfgang Larrazábal. Llerena puntualizó que "se obtuvo la entrevista por medio de su secretario privado, que era amigo de Sergio Rojas Santamaría, secretario del Comité del Movimiento 26 de Julio en Caracas. (Manuel) Urrutia, (Raúl) Chibás y yo fuimos invitados a almorzar en el suntuoso club militar de las afueras de la ciudad. Allí nos presentaron a Larrazábal (...) Sugerimos diplomáticamente que había tres áreas donde se apreciaría más la ayuda: en el reconocimiento internacional a la causa rebelde, dando permiso para que los cubanos hicieran campaña y operaran libremente en Venezuela y con abastecimiento de equipo militar".
Los cubanos salieron convencidos del éxito de aquella reunión: "Larrazábal escuchaba con una sonrisa y nos dio la seguridad de su buena voluntad personal. Tuvimos la impresión de que recibiríamos una respuesta positiva. No importaba si el encuentro había sido secreto o extraoficial, pero el presidente de Venezuela había consentido en reunirse con los representantes de un grupo revolucionario comprometido con el derrocamiento de un gobierno extranjero reconocido y había expresado simpatía por la revolución. Meses después llegó un cargamento de armas venezolanas a la Sierra Maestra", contó Llerena.
La bala inaugural
Fidel Castro declaró en 1959 que durante los primeros 15 meses de lucha en la Sierra no habían recibido "ni una sola bala del exterior" (Elite, 31-01-59). El primer contingente llegó de Costa Rica en marzo de 1958, con el respaldo del Partido de Liberación Nacional de ese país: "Fue el primer gran eslabón hacia el triunfo de la revolución. Llevamos 200 mil balas, 2 ametralladoras pesadas calibre 50 y varias ametralladoras trípode calibre 30", reveló el piloto de aquel vuelo inaugural, Pedro Díaz Lanz, quien realizó con éxito 13 vuelos a la Sierra Maestra y fue nombrado comandante en jefe de las fuerzas aéreas rebeldes (Elite, 11-07-59).
A partir de entonces, una vez que se demostró que era posible burlar la "cortina" de la dictadura, los despachos aéreos se multiplicaron. Partiendo de México y Centroamérica hubo otras entregas.
Armas yanquis para Fidel
Los vuelos desde Venezuela, patrocinados por el Gobierno (Operación Cóndor), por grupos civiles y políticos (como el Movimiento 26 de Julio y el PCV) o por particulares (el periodista Julio César Martínez, por ejemplo), aumentaron su frecuencia en diciembre de 1958. 
"La aviación de Batista necesitaba al menos 20 minutos para responder a las emergencias. Así que teníamos que aterrizar en Cuba, dejar la carga, y emprender el regreso antes de que transcurriera ese tiempo. Los rebeldes improvisaban pistas de aterrizaje a fuerza de machete y colocaban jeeps a lo largo de la vía para iluminarlos. Usamos plataformas enceradas para deslizar las cargas de forma inmediata. No hubo complicaciones", relata Carlos Taylhardat.
El armamento que se llevó a Cuba en el primer viaje venezolano había estado almacenado en el país desde 1947. Paradójicamente, era parte de una donación de Estados Unidos para abastecer a la recién creada Infantería de Marina. Eran armas (M1) usadas por los norteamericanos en la Segunda Guerra Mundial, pero nunca utilizadas por militares venezolanos.
¿Dinero de la partida secreta?
Las armas fueron transportadas en un Curtis C-46, un avión de carga que la línea aérea Avensa vendió por 10 mil dólares (unos 40 mil bolívares para la época). ¿De dónde salió ese dinero? Carlos Taylhardat asegura que el almirante Wolfgang Larrazábal entregó un cheque a un miembro de la Casa Militar, el capitán Héctor Abdelnour, para que comprara la nave a título personal. "No la podíamos comprar para el Gobierno porque no convenía que se supiera que estábamos participando en esto", justificó Taylhardat.
En sintonía con lo anterior, Manuel Caballero explica que, históricamente, ese tipo de actividades se ha financiado con la partida secreta del Ministerio del Interior.
Sin embargo, Wolfgang Larrazábal sostiene otra cosa: "Ese cheque no salió de mis manos. Era dinero de las campañas de recolecta de fondos para la revolución, era dinero recogido en las calles. No era del Estado".
Cubanos en el exilio pertenecientes al Movimiento 26 de Julio también han sido referidos como financistas de esta negociación: a mediados de 1958 ya habían recaudado 220 mil dólares para respaldar la causa cubana (Ultimas Noticias, 20-09-98).
Un Fal para Fidel
El avión usado para transportar el armamento venezolano a Cuba fue bautizado con el nombre de "El Libertador". Lo pilotearon dos cubanos: J.R. Segredo (piloto) y Humberto Armada (copiloto). En el primer vuelo, sólo viajaron ellos, el entonces teniente de navío Carlos Taylhardat y las siete toneladas de armas que se extrajeron del Cuartel San Carlos, tal como consta en una Hoja de Ruta firmada por el teniente coronel del Ejército Rodrigo Chacón el 21 de noviembre de 1958.
A pesar de que era armamento viejo, grande y pesado, resultó ser una bendición para los rebeldes. "Ellos habían empezado con machetes, escopetas, bombas caseras y cuchillos. Se fueron armando progresivamente. Su principal proveedor fue el mismo ejército de Batista, porque cada vez que ganaban un combate en la Sierra se adueñaban de las armas del enemigo. Pero las venezolanas fueron determinantes para algunas batallas. Sobre todo por el efecto psicológico que desencadenaron: los rebeldes se sentían apoyados por hermanos latinoamericanos", argumentó Taylhardat.
Voceros del Movimiento 26 de Julio consideraron que las armas de Venezuela fueron decisivas en una de las últimas batallas, la de Maffo, realizada el 30 de diciembre de 1958. Francisco Pividal Padrón, un líder del movimiento, lo describió en estos términos: el empleo de esas armas "desmoralizaría a las tropas de la tiranía que están acostumbradas a escuchar disparos con armas muy variadas. En esta ocasión, habrían de sorprenderlos las detonaciones producidas con un armamento uniforme y de grueso calibre".
El Libertador también transportó a rebeldes gravemente heridos que fueron sacados de la isla y llevados a hospitales de Caracas.
El 6 de diciembre de 1958, un día antes de las elecciones que llevaron al poder a Rómulo Betancourt (49,6%) y en las que Wolfgang Larrazábal llegó de segundo (36,6%), el avión llevó a Cuba otra remesa de armas y a cinco personajes claves de la revolución cubana: Manuel Urrutia (quien fue nombrado presidente de Cuba al caer Batista), Luis Buch Rodríguez (coordinador del Movimiento 26 de Julio en Venezuela), Guillermo Figueroa (rebelde en el exilio), Esperanza Laguno y Enrique Jiménez Moya (dominicano que lideró la fallida insurrección contra el general Rafael Trujillo en Santo Domingo).
En ese mismo viaje se le envió a Fidel Castro un fusil con sentido emblemático: "Era mi Fal. Le pedí a Enrique Jiménez Moya que se lo entregara a Fidel, para que lo usara durante la guerra y luego me lo devolviera. Y así pasó. Cuando triunfó la revolución y Fidel vino a Venezuela en enero de 1959, lo trajo consigo y me lo entregó", recordó Carlos Taylhardat.
Bajo la bandera del socialismo
ÿLA HABANA/AFP
Contra muchos pronósticos, Cuba cumple mañana 40 años bajo el mando de Fidel Castro, quien a sus 72 años insiste en mantener a flote a la isla con la bandera del socialismo, alentado por la crisis económica neoliberal en el mundo.
Castro llegó al poder el 1 de enero de 1959 encabezando un movimiento guerrillero que derrocó al dictador Fulgencio Batista. Desde entonces, muchos apostaron a la caída del Gobierno revolucionario, y varios de ellos fueron quedando en el camino.
Tras cuatro décadas, una después de haber concluido la Guerra Fría, el edificio de la revolución cubana se mantiene en pie, aunque apuntalado con elementos de la economía de mercado, que le ayudaron a evitar el colapso luego del terremoto que borró de un plumazo al bloque socialista europeo a finales de los años ochenta.
Las reformas económicas que dieron oxígeno al régimen en esta década han filtrado, sin embargo, virus que amenazan la salud de un tejido social duramente castigado por casi una década de carencias, debido a la severa crisis y al apretón de tuercas que dio Washington en 1996 en su bloqueo a la isla, con la aprobación de la polémica ley Helms-Burton.
El brote de manifestaciones como la prostitución, la corrupción oficial, el robo y la drogadicción son consecuencia de la libre circulación del dólar, de la apertura al turismo en gran escala y de la formación de pequeñas empresas familiares, han asegurado en diversas ocasiones miembros del gobernante Partido Comunista Cubano (PCC).
Pero el régimen ha tenido que aprender a vivir con esos virus para salvar su proyecto de socialismo caribeño, máxime cuando las reformas comenzaron a sacar a flote a la isla en 1995, luego de un hundimiento brutal del PIB, de 37%, entre 1989 y 1993.

Aun así, la economía cubana camina a marchas forzadas y sufre una desaceleración; luego de 7,8% de crecimiento registrado en 1996, el PIB llegó a 2,5% en 1997 y este año apenas rebasará 1%.
Pero si en el terreno económico las cosas no han funcionado como quisieran las autoridades, en el escenario político la isla logró en el último año un fortalecimiento de su imagen en el exterior, tras años de aislamiento.
La puerta la abrió el papa Juan Pablo II con su histórica visita a la isla comunista, en enero de 1998, seguida de la del primer ministro canadiense, Jean Chretien, y del canciller español, Abel Matutes, quien allanó el camino para el futuro viaje -en la primavera de 1999- de los reyes de España, Juan Carlos y Sofía.
En el interior, la isla presenta una paz social debido al imperante sistema autoritario, aseguran los detractores del Gobierno. El discurso de la oposición interna, representada por minúsculos y fragmentados grupos que no cuentan con un espacio legal para desarrollar sus actividades, tiene escaso eco en la población, pero ha logrado llegar al exterior, desde donde personalidades como el Papa han abogado por la excarcelación de varios disidentes.

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