sábado, 21 de diciembre de 2013

SECUENCIA (S)

EL NACIONAL - Domingo 22 de Septiembre de 2013     Opinión/8
Reductio ad Hitlerum
RAÚL FUENTES

Profesor de filosofía política en la Universidad de Chicago y autor de unas meditaciones sobre Maquiavelo (Thoughts on Machiavelli, 1958), Leo Strauss acuñó la locución reductio ad Hitlerum para referirse a la maliciosa acusación de fascista con la que los polemistas de vocación despótica procuran descalificar a quienes les confrontan y, de este modo, poner término a cualquier discusión.
La argumentum ad nazium, como también se la conoce, es la falacia a la que Nicolás Maduro recurre con inusitada asiduidad para desacreditar a sus opositores, esquivar cualquier debate e intentar vestir con un envoltorio de jaquetonería su desnudez conceptual; pero ni aun así logra sacudirse de las aprensiones, pesadillas y fantasmas que alimentan su creciente paranoia; una manía persecutoria que le predispone contra su entorno cívico-militar, pues al afirmar, como lo ha venido haciendo, que "a él no lo van a tumbar", uno se imagina que el mensaje no puede estar dirigido sino a quienes tienen el control de los medios para derrocarlo, es decir, a su propio partido y a la FANB.
Súmele usted a esa chifladura monotemática el para nada infundado temor a una debacle electoral el venidero diciembre y entenderá cómo se bate el cobre en la fragua oficialista respecto al porvenir de Maduro y el destino del proyecto chavista; entenderá por qué tanta angustia y premura para completar el catastro de las comunas e impulsar la implantación porque sí de una estructura paraconstitucional basada en el empoderamiento a dedo de los consejos comunales, a fin de suplantar el modelo de organización del poder público pautado en la carta magna con otro, más representativo de la voluntad de la camarilla gobernante, en el que las decisiones se tomen en incondicionales asambleas populares mediante "la señal de costumbre". Esta vía, que en Asia dio lugar a engendros tan perversos como la Revolución Cultural china o los jemeres rojos de Kampuchea, es vista con algo más que recelo por un buen número de partidarios del Gobierno que perciben en ella un impedimento para sus aspiraciones a ocupar posiciones relevantes en el ordenamiento municipal.
Ese proceder aclara el porqué de la pintoresca campaña contra la corrupción emprendida por el Gobierno, a sabiendas de que ese flagelo es inherente al poder y, por ello, su prédica contra el mismo no pasa de ser mera hipocresía; un demagógico recurso que degrada el debate sobre el tema, pero justifica ­a los ojos del solicitante y a los de sus asesores­ la petición de una habilitación que le permita a Corazón junior legislar en concordancia con su desazón ante una eventual pérdida del poder; y también explica que Cabello se muestre tan ansioso de llenar el vacío dejado por Corazón el Grande en la presidencia del PSUV y, para ello, apele a un astuto fingimiento para tratar de ocultar sus ambiciones.
Aquí se hace necesario recordar que el partido de gobierno, defensor de hegemonías y exclusiones de todo tipo, se ha estructurado conforme al modelo estalinista ideado por Lenin que coloca formalmente la autoridad suprema en manos de su Congreso General, pero que ­por "razones prácticas"­ éste delega en el Comité Central (o algún organismo semejante) el cual, a su vez, lo transfiere al secretariado (vicepresidentes en el caso del PSUV) para que, finalmente, recaiga en el secretario general o el presidente del partido que, tal como están las cosas, lo sería simultáneamente de la República. Estamos sometidos, pues, al mandato de un partido a la medida del talante autoritario de su inspirador y que en las actuales circunstancias ­dadas las contradicciones y pugnas en su seno­, tal vez sea el refugio menos recomendable para un presidente que no las tiene todas consigo, navega a la deriva y podría naufragar por impericia en la conducción de la nave gubernamental o por el amotinamiento de su tripulación. Esto lo sabe muy bien el presidente de la AN.
Toca a la oposición estar mosca ante tantas escaramuzas dirigidas a entorpecer o impedir la realización de los comicios programados para diciembre.
Sin renunciar a la participación activa en la contienda decembrina, los voceros de la unidad deben alertar sobre lo que parecen planes de contingencia encaminados a escamotearles una posible victoria y que forman parte de una estrategia que pasa por exacerbar la desconfianza de los votantes hacia el poder electoral y fomentar el abstencionismo. Y es que el 8 de diciembre la apuesta no es sólo por alcaldías y concejos edilicios, no; la apuesta es por ponerle freno a un gobierno que pedalea sin tino, marcha en retroceso y, a punta de reductio ad Hitlerum, quiere enclaustrarnos en el pasado... y el pasado es un lugar demasiado sombrío.
Ilustración: Chema Madoz.

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