lunes, 25 de noviembre de 2013

OXIMORON

1 ½ coletillas  (y cinismo político)
Luis Barragán


Reconocemos y respetamos la labor realizada por los colegas parlamentarios María Corina Machado y Eduardo Gómez Sigala, en el marco de la natural y necesaria pluralidad de la bancada opositora.  Ambos dan testimonio de una corajuda, inequívoca y perseverante postura frente al gobierno nacional, con la cual nos identificamos, rechazando la procacidad, la descalificación y persecución que no son – precisamente – elementos constitutivos del diálogo imposible de mendigar.

Valga acotar, por ejemplo, María Corina nos ha hecho directamente  partícipes de un Proyecto de Ley relacionado con la defensa y desarrollo del Esequibo, suscitando el intercambio de ideas y reafirmando el compromiso del trabajo común que debe caracterizar a la bancada opositora. Por cierto, algo muy distinto a enterarnos de la existencia de una propuesta legal por la prensa, gracias a la primicia que da el Presidente de la Asamblea Nacional.

Lumpenrentista, el socialismo en curso ha generado nuevas y privilegiadas expresiones sociales que pugnan por sobrevivir,  escenificando las mejores escaramuzas de clase en las refrigeradas oficinas de Cadivi.  Al régimen debemos interpelarlo desde el anacronismo que lo inspira, por lo que – Marx por delante – la boliburguesía y los pranes logran explicarlo, después de apuñalear a quienes resultaron beneficiarios del reparto de millones de dólares, quitándoles todo el botín de la masiva electrodomesticación.

Cinismo político

El cinismo no constituye novedad política alguna en nuestro historial republicano, aunque jamás había llegado a la también agasajada exacerbación actual.  Naturalmente, suelen festejarlo los beneficiarios del poder establecido,  extendida la alienación por el empleo inclemente y confeso de la pólvora mediática.

Reducido a una experiencia personal, con la constatación y vivencia de una crisis que forma parte de nuestra intimidad, la verdad se agiganta con toda su franqueza frente a la mentira, obligado el régimen a la represión y el chantaje. Utilizando inescrupulosamente la pólvora asimétrica y dineraria, pretende atajarla atascándose: inevitable, el debate de la consabida habilitante puso de manifiesto las intenciones y pretensiones de quienes perdieron toda legitimidad en la conducción del Estado, por más que la necrofilia – sucedánea de la antipolítica – insista en explicarnos como pueblo.

El éxito y la entronización del cinismo política es directamente proporcional a la persecución y la censura, en sus más variadas y actualizadas expresiones. Adquiere visos de sofisticación cuando técnicamente alcanza la fuerza y el empuje de una deliberada guerra psicológica, cuya inicial apuesta – por cierto – es imputarla a quienes la padecen y resisten, provocando peligrosamente un proceso de fascistización.

Un nuevo terrorismo impone la versión de las personas, el mundo y las cosas, que interesa al poder, no importando las evidencias de una realidad trastocada en drama. Fórmulas enfermizas de repetición, apabullamiento, ridiculización, neutralización y eliminación de la disidencia, apela a una artillería de la comunicación que, sembrando el miedo,  autoriza el crimen como el único relacionamiento social posible. Inéditas modalidades de simulación del delito, el infundio, la difamación, la infamia y el linchamiento moral adquieren una prestancia a la que no se atrevieron las peores dictaduras venezolanas, pisando las fronteras del sicariato.

El lenguaje convertido en una herramienta de incomprensión, escarnio y fustigación, se convierte  – por sí mismo – en una realidad,  la otra, falsa, falseable y falsificadora. Empero, donde antes había desencanto y desconfianza, ahora hay una mayor aceptación y necesidad de la política fundada en valores y principios, abriéndose insospechadamente otras alternativas.

La descomposición del lenguaje ha intentado pasar  a la del humor, inspirada en la doblez moral, pero los más sobrios planteamientos de la oposición, su testimonio de coraje y la misma reivindicación del  derecho al optimismo, genera la convicción – la imbatible convicción – de hallarnos  en la etapa terminal del régimen. En la medida que innovamos distintas fórmulas de una interlocución fundada en la pluralidad, el respeto y la mínima racionalidad que merecemos, configurando sendas propuestas políticas,  reintegrándonos en los caminos de una libertad liberadora, pierde consistencia y vigencia el castrocomunismo, un artefacto verbal que un buen dijimos haber superado.

http://www.noticierodigital.com/2013/11/1-%C2%BD-coletillas-y-cinismo-politico/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1001596

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