sábado, 12 de octubre de 2013

COLOMBEA (2)

De suyo la fecha era difícil. ¿Cómo asumir el (des) encuentro de ambos mundos? Por lo demás, no es que toda la vida hubo Día de la Raza. La España, por cierto, después muy distinta a la que llegó con Colón, en franca reminiscencia de sus viejos esplendores, a falta de una mejor, hizo suya la festividad.

Inevitable, ¿cómo obviar a la humillada y aniquilada población indígena?, ¿a la masivamente importada desde África?, ¿a la que vino de España buscando un futuro distinto? Diez mil asuntos inevitables, poblados de matices, que - en el transcurso de los siglos - nos arrojaron literalmente a la conmemoración de una hazaña en la que pocos están interesados, o a muchos les es indiferente, en este lado del mundo. A nuestro juicio, lo más grave es que una materia de tanta profundidad y complejidad, es  obscenamente simplificada para la satisfacción de los intereses actuales del poder establecido. Por ello, el derribamiento y particular ajusticiamiento de la consabida pieza caraqueña de Colón (puede verse; http://www.eluniversal.com/caracas/131012/la-ciudad-desterro-a-cristobal-colon), les ha sido más expedito, fácil e importante para evitar todo debate sobre el asunto. Y tan irresponsable evasión, alimentando el maniqueismo hasta el hartazgo, ha hecho posible ocultar la gravísima situación que padecen los indígenas ahora, desde hace década y media.

La interpretación y postura que hoy se pretende explotar, alterna a la entronización de la españolidad que - repetimos - no era tal cuando arribaron a estas playas, cinco siglos atrás, poco ha de abonar a la sostenida décadas atrás por una distinción esencial: el ejercicio del poder.  Una selección de textos de Agustín Blanco Muñoz, por ejemplo, así nos los advierte. "¿Descubrimiento o sometimiento aborígen?", editada  por la Cátedra Pío Tamayo y el Centro de Estudios de Historia Actual (22 páginas), adscritos a FACES/UCV, alentaba también un Primer Congreso Continental de los No Descubiertos. Hay una perspectiva válida  e ineludible, como no es posible hacerlo con una discusión que se llevó - como si bastara - por el medio, impunemente, una pieza pública de arte. Está el discurso positivista que causó tantos estragos, el de un inescrupuloso neomarxsmo, etc., etc., pero la gigantesca manipulación gubernamental debe alertarnos.

LB

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