domingo, 11 de agosto de 2013

ACUMULAR, DESACUMULANDO

NOTITARDE, Valencia, 11 de agosto de 2013
"Caminando con Cristo"
Acumular riquezas en el cielo (Lc.12, 32-48)
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes

El título de este artículo puede parecer para muchos utopía, evasión de la realidad, expresión vacía, un sin sentido, un "opio" para que algunos calmen sus penas y carencias del presente… pero no es así; es Palabra de Dios que mira a lo más profundo del ser humano; es una visión que completa la integralidad del hombre que es una unidad de cuerpo y alma, que es horizontalidad y verticalidad; que necesita de lo material, pero también, al mismo tiempo, de lo espiritual, que el hombre no necesita de cosas para ser feliz, sino de razones y valores para vivir y formar comunidad. Es esto, lo que Jesús nos transmite en el evangelio que hoy se nos propone para nuestra reflexión, unido al tema de la vigilancia, teniendo en cuenta que este mundo es pasajero y que nuestra patria definitiva está en el cielo; es decir, en la visión y unión perfecta con Dios, nuestro Padre y Creador.
El pasaje de este domingo va en sintonía con el evangelio del domingo pasado, que nos hablaba del peligro de las riquezas y que proponía que para evitar la avaricia y el egoísmo teníamos que aprender a compartir con los hermanos, ser generosos y desprendidos. Lo mismo nos vuelve a exigir el Señor en esta ocasión: Dar limosna, es decir, compartir nuestros bienes con los más necesitados, trabajar con honestidad para que todos los bienes de la tierra alcancen a todos los hombres y así vivan con dignidad; que no exista la pobreza ni la miseria; que puedan satisfacer las necesidades básicas de un ser humano. Esto es lo que garantiza la vida eterna; quien vive en el amor, quien sabe compartir lo que tiene con los demás, ese alcanzará el cielo. Esa es la inversión que Dios nos pide que hagamos; invertir en la vida eterna "donde no llega el ladrón ni la polilla corroe".
Jesús es enfático en decir que "donde está tu tesoro, allí estará tu corazón", porque quien pone su fe en las cosas que posee, pierde o se cierra al camino de la esperanza, de la fraternidad y al compartir con los demás.
Como ya lo dijimos el domingo pasado, sin duda, necesitamos de lo material para vivir, tenemos necesidades básicas y reales; pero esas cosas no son la base de la vida, de la felicidad y no determinan el que seamos persona. Porque solo el que vive en el amor, en solidaridad y apertura a los demás hermanos, abriendo su corazón a Dios y al prójimo, encuentra el sentido de la vida y la felicidad verdadera, porque sabe que este mundo es efímero, pero hay una vida después de esta vida.
Hay personas que no le encuentran sentido a su vida, que pierden la belleza de este mundo por caer en el consumismo exacerbado, porque ya no hay nada más que experimentar y por eso caen en el sinsentido o vacío existencial. En cambio, quien abre su corazón a Dios y al hermano encuentra la luz que le da sentido a la existencia.
No hay que hacer grandes esfuerzos para ver gente infeliz, que "teniéndolo todo" no encuentran razones para vivir, mucha gente se suicida, muchos son presa del alcohol o las drogas… todo esto nos revela que no solo es lo material lo que llena el corazón de un ser humano; existen valores trascendentales que le dan sentido a la vida del hombre. Nuestro Señor, Jesucristo nos ha señalado el camino de la felicidad que consiste en el seguimiento de su persona y la apertura al amor.
Ni el capitalismo salvaje, ni el comunismo o socialismo intrascendente, que ve solo en la producción la razón de ser de la vida, han dado respuesta al vacío existencial de una gran parte de la humanidad que se ve encerrada en las propias cárceles del consumismo o del mundo sin Dios que se ha creado. El ser humano necesita de Dios, ese es su origen y es la meta de su existencia; quien prescinde de Dios, "teniendo todo lo material" se hace el hombre más pobre y limitado que puede existir.
Jesús nos dice: "Felices los pobres de espíritu, porque de ellos es el Reino de los cielos". Quien sabe vivir sin apegos a las cosas de este mundo, quien aprende a ser generoso y compartir, ese encuentra el secreto de la vida y está garantizando la vida que no termina y que tiene como meta la contemplación del rostro de Dios; el vivir para siempre junto a Él. Esto no tiene precio.
IDA Y RETORNO: Como Capellán de la Universidad de Carabobo y miembro del clero de la Arquidiócesis de Valencia, agradezco a las autoridades universitarias, encabezadas por su rectora Jessy Divo de Romero, el haber organizado un justo homenaje, en el marco del centenario de su nacimiento, al Excmo. Mons. Dr. Luis Eduardo Henríquez Jiménez, quinto obispo y primer arzobispo de Valencia, quien fuera un insigne y preclaro predicador del evangelio de Cristo y a quien tuve la dicha de conocer y ser uno de sus últimos seminaristas cuando estuve en el Seminario Menor y luego Seminario Mayor en la casona de la Pastora. Que Cristo nos siga regalando pastores santos, doctos y diligentes, como reza el escudo de nuestro Seminario de Valencia.

Ilustración: Claudio Gallina.

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