domingo, 28 de julio de 2013

LLAMAR, INFINITAMENTE LLAMAR

Tres llamadas de Jesús. Aprender el Padrenuestro
José Antonio Pagola

TRES LLAMADAS DE JESÚS

“Yo os digo: Pedid y se os dará. Buscad y hallaréis. Llamad y se os abrirá”. Es fácil que Jesús haya pronunciado estas palabras cuando se movía por las aldeas de Galilea pidiendo algo de comer, buscando acogida y llamando a la puerta de los vecinos. Él sabía aprovechar las experiencias más sencillas de la vida para despertar la confianza de sus seguidores en el Padre Bueno de todos.
Curiosamente, en ningún momento se nos dice qué hemos de pedir o buscar ni a qué puerta hemos de llamar. Lo importante para Jesús es la actitud. Ante el Padre hemos de vivir como pobres que piden lo que necesitan para vivir, como perdidos que buscan el camino que no conocen bien, como desvalidos que llaman a la puerta de Dios.
Las tres llamadas de Jesús nos invitan a despertar la confianza en el Padre, pero lo hacen con matices diferentes. “Pedir” es la actitud propia del pobre. A Dios hemos de pedir lo que no nos podemos dar a nosotros mismos: el aliento de la vida, el perdón, la paz interior, la salvación. “Buscar” no es solo pedir. Es, además, dar pasos para conseguir lo que no está a nuestro alcance. Así hemos de buscar ante todo el reino de Dios y su justicia: un mundo más humano y digno para todos.
“Llamar” es dar golpes a la puerta, insistir, gritar a Dios cuando lo sentimos lejos. La confianza de Jesús en el Padre es absoluta. Quiere que sus seguidores no lo olviden nunca: “el que pide, está
recibiendo; el que busca, está hallando y al que llama, se le abre”. Jesús no dice que reciben concretamente lo que están pidiendo, que encuentran lo que andan buscando o que alcanzan lo que gritan. Su promesa es otra: a quienes confían en él, Dios se les da; quienes acuden a él, reciben “cosas buenas”.
Jesús no da explicaciones complicadas. Pone tres ejemplos que pueden entender los padres y las madres de todos los tiempos. “¿Qué padre o qué madre, cuando el hijo le pide una hogaza de pan, le da una piedra de forma redonda como las que pueden ver por los caminos? ¿O, si le pide un pez, le dará una de esas culebras de agua que a veces aparecen en las
redes de pesca? ¿O, si le pide un huevo, le dará un escorpión apelotonado de los que se ven por la orilla del lago?
Los padres no se burlan de sus hijos. No los engañan ni les dan algo que pueda hacerles daño sino “cosas buenas”. Jesús saca rápidamente la conclusión: “Cuánto más vuestro Padre del cielo dará su Espíritu Santo a los que se lo pidan”. Para Jesús, lo mejor que podemos pedir y recibir de Dios es su Aliento que sostiene y salva nuestra vida.
“Quien pide, está recibiendo; quien busca, está hallando y al que llama, se le abre”.
Cuando oréis decid:...

APRENDER EL PADRENUESTRO

Hemos recitado tantas veces el Padrenuestro y, con frecuencia, de manera tan apresurada y superficial, que hemos terminado, a veces, por vaciarlo de su sentido más hondo.
Se nos olvida que esta oración nos la ha regalado Jesús como la plegaria que mejor recoge lo que él vivía en lo más íntimo de su ser y la que mejor expresa el sentir de sus verdaderos discípulos.
De alguna manera, ser cristiano es aprender a recitar y vivir el Padrenuestro. Por eso, en las primeras comunidades cristianas, rezar el Padrenuestro era un privilegio reservado únicamente a los que se comprometían a seguir a Jesucristo.
Quizás, necesitamos «aprender» de nuevo el Padrenuestro. Hacer que esas palabras que pronunciamos tan rutinariamente, nazcan con vida nueva en nosotros y crezcan y se enraícen en nuestra existencia.
He aquí algunas sugerencias que pueden ayudarnos a comprender mejor las palabras que pronunciamos y a dejarnos penetrar por su sentido.
Padre nuestro que estás en los cielos. Dios no es en primer lugar nuestro juez y Señor y, mucho menos nuestro rival y enemigo. Es el Padre que desde el fondo de la vida, escucha el clamor de sus hijos.
Y es nuestro, de todos. No soy yo el que reza a Dios. Aislados o juntos, somos nosotros los que invocamos al Dios y Padre de todos los hombres. Imposible invocarle sin que crezca y se ensanche en nosotros el deseo de fraternidad.
Está en los cielos como lugar abierto, de vida y plenitud, hacia donde se dirige nuestra mirada en medio de las luchas de cada día.
Santificado sea tu Nombre. El único nombre que no es un término vacío. El Nombre del que viven los hombres y la creación entera. Bendito, santificado y reconocido sea en todas las conciencias y allí donde late algo de vida.
Venga a nosotros tu Reino. No pedimos ir nosotros cuanto antes al cielo. Gritamos que el Reino de Dios venga cuanto antes a la tierra y se establezca un orden nuevo de justicia y fraternidad donde nadie domine a nadie sino donde el Padre sea el único Señor de todos.
Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo. No pedimos que Dios adapte su voluntad a la nuestra. Somos nosotros los que nos abrimos a su voluntad de liberar y hermanar a los seres humanos.
El pan de cada día dánosle hoy. Confesamos con gozo nuestra dependencia de Dios y le pedimos lo necesario para vivir, sin pretender acaparar lo superfluo e innecesario que pervierte nuestro ser y nos cierra a los necesitados.
Perdónanos nuestras deudas, egoísmos e injusticias pues estamos dispuestos a extender ese perdón que recibimos de Ti a todos los que nos han podido hacer algún mal.
No nos dejes caer en la tentación de olvidar tu rostro y explotar a nuestros hermanos. Presérvanos en tu seno de Padre y enséñanos a vivir como hermanos.
Y líbranos del mal. De todo mal. Del mal que cometemos cada día y del mal del que somos víctimas constantes. Orienta nuestra vida hacia el Bien y la Felicidad.

http://www.musicaliturgica.com/0000009a2106d5d04.php

Isabel Tenreiro
http://elimpulso.com/articulo/buena-nueva-por-que-a-veces-dios-no-responde-nuestras-oraciones#

Ilustración: Omar Rayo.

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