miércoles, 26 de junio de 2013

AL-ANDALUS

EL UNIVERSAL, Caracas, 21 de junio de 2013
Milenio de Granada
Mariano  Nava Contreras

En el año 1013 al-Andalus se encontraba sumido en una cruenta guerra. Cuatro años antes, el 3 de marzo de 1009, había sido asesinado el último caudillo Omeya, Abd al-Rhaman Ibn Sanchul, Abderramán, hijo de Almanzor, llamado Sanchuelo por su extraordinario parecido con su abuelo Sancho Garcés II, rey de Pamplona y Conde de Aragón. A la muerte del Sanchuelo se desataron las tensiones que venían gestándose entre las distintas facciones que se disputaban el poder en el Califato de Córdoba, bereberes, árabes y muladíes, suscitando una fitna, la guerra fratricida entre musulmanes contraria a la ley de Alá.
Esta fitna, que duró más de veinte años, tuvo como consecuencia el desmembramiento del Califato Omeya de Córdoba, el esplendoroso reino musulmán que llegó a dominar durante 280 años casi las dos terceras partes de la Península. Decenas de pequeñas ciudades fueron independizándose, dando origen a los llamados "reinos de taifas". Una de las familias que se habían hecho fuertes hacia la Cora de Elvira, al sureste de Córdoba, era la de los Banu Zirí, los Ziríes provenientes de Argelia, que decidieron fundar su propia capital. Para ello su caudillo, el jefe bereber Zawi ben Zirí, escogió un lugar escarpado, la ladera de una colina conocida como hisn garnata, "el castillo de las granadas", seguramente por alguna torre defensiva que se levantara donde los romanos habían establecido, hacia el III a.C., el viejo municipium de Florentia Iliberritana.
Ciertamente la pendiente era bastante inclinada y con múltiples dificultades de acceso. Hoy todo aquel que suba al barrio de El Albaicín, donde casi todos coinciden en que fue la fundación romana y musulmana, dará fe de ello. Pero tiene dos ventajas formidables, por un lado esta surcada por las purísimas aguas que bajan por el Darro desde la Sierra Nevada (y hay que ver la importancia que aquella gente venida del desierto debió dar a esto), y por el otro, sin duda lo más importante, la estratégica plaza domina una ancha comarca que se extiende a sus pies, la fertilísima Vega de Granada. Es imposible que alguien se acerque a la ciudad sin que pueda ser divisado.
Durante mucho tiempo Granada fue solo una más entre las ciudades andalusíes, y no será sino hasta el siglo XIV, ya en época del sultanato nazarí, cuando cobre la mayor importancia cultural, política y militar. Testimonio de ello queda, para el asombro de quien hoy la contempla, el precioso alcázar de la Alhambra, qa' lat al-Hamra', el castillo de las murallas rojas coronando la colina de la Sabika, en la rivera izquierda del Darro. La Alhambra es ciertamente culminación del arte y la arquitectura andalusí, pero más allá de las piedras labradas, queda el inmenso legado de una cultura mestiza producto de la convivencia pacífica de judíos, moros y cristianos. Poesía, pensamiento y ciencias que alcanzaron los más altos niveles de desarrollo en la hermosa capital del último gran reino musulmán en España.
Para los que pensamos que nuestra historia es mucho más que Bolívar y la Independencia, la historia de Granada es un poco también la nuestra. No solo porque en un pueblecito muy cercano a ella, Santa Fe, Isabel de Castilla y Cristóbal Colón alcanzaron los acuerdos que posibilitaron los descubrimientos colombinos; ni tampoco, nada menos, porque el legado de la España musulmana fue fundamental en la conformación de nuestra propia y rica cultura mestiza de americanos e hispanos; sino también y sobre todo porque la historia milenaria de Granada tiene mucho que decirnos hoy y ahora. Se trata de una historia de tolerancia y convivencia. Es la historia de unos reyes musulmanes pactando y comerciando con reyes cristianos por su propia supervivencia, pero también la de unos reyes católicos vencedores respetando un inmenso legado artístico y cultural. Es la historia de la construcción de este inmenso legado mestizo, con el aporte casi siempre pacífico de judíos, moros y cristianos. Pienso que por eso es inolvidable Granada, porque, al igual que algunas mujeres hermosas que se recuerdan para siempre, es bello su rostro, pero mucho más bella es su historia. Historia y memoria de Granada, lo dijo García Lorca con aquellos versos: "¡Oh ciudad de los gitanos! ¿quién te vio y no te recuerda? Que te busquen en mi frente. Juego de luna y arena".

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