jueves, 30 de mayo de 2013

RESEÑA

SOL DE MARGAITA, 28 de mayo de 2013 
Entre gripe y suciedades
Es aconsejable que uno de los dos libros sea una novela, para dejar que los personajes con su mundo de ficción se apoderen de nuestro ánimo y activen esos mecanismos ocultos o ignorados, que son recursos para la sobrevivencia dentro de la realidad que nos circunda.
Rafael Di Prisco

Para quien disponga de la posibilidad de mantener la lectura como refugio de un mínimo equilibrio emocional que le permita neutralizar la violencia de la vida cotidiana, sobre todo en estos angustiosos días de depredación socialista, además de la prensa diaria -que para algunos puede ser hasta motivo de mayores conflictos- es aconsejable hacer un esfuerzo para poder leer, por lo menos, dos libros diferentes en relativa simultaneidad; es decir, un libro se podría destinar para su lectura durante horas del día, mientras el otro se reserva para las noches, en ese lapso previo a conciliar el sueño, y luego llenar el tiempo de insomnio, que siempre fastidia a partir de cierta edad, ¿verdad? No es difícil, y es una práctica que ayuda mucho.
Es aconsejable que uno de los dos libros sea una novela, para dejar que los personajes con su mundo de ficción se apoderen de nuestro ánimo y activen esos mecanismos ocultos o ignorados, que son recursos para la sobrevivencia dentro de la realidad que nos circunda. Eso, como una cuestión previa de carácter general. Luego, cada quien escoge sus autores y los libros que le llamen la atención.
Otro refugio válido -más a la mano, y de mayor riqueza sentimental, tal vez- es la música, bien sea popular, folclórica o clásica. No es necesario que sea el barroco del divino Vivaldi, inclusive en la voz de la Bartoli, el complaciente Mozart o cualquier otro de los grandes del romanticismo como Beethoven, Tchaikovsky o hasta un nocturno de Chopin. Puede ser cualquier canción, una melodía cualquiera, por ejemplo, algunos de esos lacrimosos boleros de los viejos tiempos que cantan al despecho, en la interpretación de Manzanero, Sadel, el Trío Los Panchos o el buenmozo y seductor Luis Miguel, a menos que usted sea uno de esos nostálgicos empedernidos que prefiere la vieja versión de Pedro Vargas.
Lo que sea, pero lo importante es no dejarse arrastrar ni salpicar por la maloliente marea de los vientos “silvadores” ni permitir que la angustia por el desabastecimiento de “papel tualé” se convierta  en peligrosa depresión y completa pérdida de la fe en la democracia. Ahora se comprende mejor la preocupación del señor ministro en importar rápidamente el “papel tualé” porque posiblemente temía por las consecuencias del conocimiento público de la escandalosa conversación entre el vocero revolucionario y el agente cubano.
Por lo que a mí se refiere, ya estoy inmerso en mis dos libros: Permítanme contarles, de Paulina Gamus y La carta esférica de Arturo Pérez Reverte. Aunque publicado hace cinco años, se me había escapado en el inevitable pequeño desorden de mi cueva, escondido entre otros libros de la estantería; y como en todas las novelas del afamado escritor español uno no puede sustraerse a la enorme atracción personal que ejercen personajes y trama. En esta oportunidad, Coy -que así se llama el personaje masculino central, marinero sin barco, pero con título de primer oficial de marina mercante, con experiencia también de buceo en profundidades hasta de cuarenta metros- se está preparando lentamente para sumergirse en las aguas del Mediterráneo, en la búsqueda de no se sabe todavía muy bien lo que el otro personaje principal, -una atractiva mujer, por supuesto- quiere sacar de las profundidades marinas. Voy aproximadamente por la mitad del libro de 590 páginas, pero ya se sugiere que en el fondo del mar puede haber una caja llena de esmeraldas colombianas “tan grandes como una nuez”, que en 1767 un bergantín de la Compañía de Jesús traía desde el Nuevo Mundo para emplear en una oscura negociación con la corona española; pero los cañones de un navío pirata se interpusieron en el camino y lo hicieron naufragar frente a las costas andaluzas.
Entonces, ¡a meterse dentro de la escafandra de Coy! El otro procedimiento para ampararse de las malolientes salpicaduras, es haber desarrollado piel de paquidermo, para lo cual se necesitan muchos años. Y como ahora viene también la amenaza de “gripe china”, pues, a ¡cuidarse!, tanto de la podredumbre como de la gripe.

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