domingo, 19 de mayo de 2013

NOVÍSIMA ORDENACIÓN

NOTITARDE, Valencia, 19 de mayo de 2013
La acción del Espíritu Santo (Jn.20,19-23)
Pbro. Lic, Joel de Jesús Núñez (Notitarde / )

Los cristianos católicos creemos en Dios Uno y Trino, que es Padre, Hijo y Espíritu Santo; un solo Dios en tres personas distintas, misterio primario de nuestra fe cristiana católica. Hoy celebramos en la Iglesia la fiesta de Pentecostés o la fiesta del Espíritu Santo, esa tercera persona de la Santísima Trinidad de la cual Cristo habla reiteradamente en los evangelios, especialmente en el evangelio de San Juan y que también en los Hechos de los Apóstoles, escrito por San Lucas, se narra el acontecimiento de Pentecostés. Debemos decir de entrada que la fiesta del Espíritu Santo es la fiesta de la Iglesia, porque ésta surge con fuerza e inaugura su misión el día en que Cristo envió sobre sus Apóstoles, reunidos en oración en el Cenáculo junto con María y otras mujeres, al Espíritu Santo que los capacitó internamente para predicar con valentía la Buena Noticia del Evangelio que está centrado en la persona de Nuestro Señor, Jesucristo. Bajo este impulso del Espíritu Santo los Apóstoles y la primera comunidad reunida junto a ellos, pasan del miedo a la valentía, de la debilidad a la fuerza, del pesimismo a la esperanza, de la incredulidad a la fe y del egoísmo que encierra y paraliza al amor que se dona y es capaz del martirio por la verdad que se anuncia y de la cual ellos han sido testigos cualificados.
Pentecostés es una palabra griega que significa cincuenta días; en este caso, cincuenta días después de la Pascua, lo que hemos celebrado durante estos días, que es la victoria de Jesús sobre la muerte y el pecado y ahora, luego de ese acontecimiento central de nuestra fe, El Padre y el Hijo envían sobre la humanidad el Don del Espíritu Santo, que hará morada en el corazón de la persona que por la fe manifieste su creencia en Cristo muerto y resucitado, crea en su mensaje y esté dispuesto con su vida, pensamientos, sentimientos y voluntad a dar testimonio de Jesucristo ante el mundo; no como un fanático recalcitrante, sino como un soldado valiente de Cristo, que con humildad y fe manifiesta ante el mundo aquello que él ha experimentado en su existencia al abrir su corazón a ese Dios Padre, Hijo y Espíritu Santo, y que gracias al Don del Espíritu Santo convierte su vida, toda su existencia en un tabernáculo sagrado donde Dios vive y mora de manera especial para guiar, sostener y fortalecer su vida.
Algunos especialistas en el método científico o en el afán de racionalizar todo querrán buscar argumentaciones o demostraciones de este acontecimiento de Pentecostés; pero debemos decir que tanto la Resurrección como la Ascensión y la fiesta del Espíritu Santo que hoy celebramos son acontecimientos metahistóricos, que son comprendidos desde la fe y que trascienden nuestra capacidad racional y están fuera de toda precisión histórica o científica. Es un dato de la Revelación y decir esto significa un Dios que se muestra a la humanidad y, por tanto, sólo desde la fe y no con nuestra racionalidad limitada podemos entender lo que Dios mismo nos quiere comunicar. Debo decir también, que no es difícil aceptar un dato de fe, cuando en nuestra misma realidad humana hay cosas que por muy humanas que son, no somos capaces de descifrar científicamente, ni demostrar o comprender a plenitud; hay una verdad que nos sobrepasa y al mismo tiempo nos envuelve.
Lo hermoso de la fiesta de Pentecostés es que así como la misión de Cristo, la de los Apóstoles y de la primera comunidad cristiana va signada por el Espíritu Santo que fue protagonista en la vida de Jesús desde su Encarnación (Lc. 1,35) hasta su muerte y resurrección. Así el Espíritu va a ser protagonista, desde el principio hasta el final en la vida y acción evangelizadora de la Iglesia y por ende, en la vida y acción de cada cristiano que ha recibido el Don del Espíritu Santo en el bautismo y en la confirmación, convirtiéndose así en templo vivo donde Dios habita. (Hch. 2,1-11 ; 1Cor. 12, 3-13).
IDA Y RETORNO: Ayer tuvimos la dicha de presenciar la ordenación del diácono Joel Zerpa en la Iglesia Parroquial de Flor Amarillo. Un nuevo sacerdote para nuestra Arquidiócesis de Valencia, que se había formado con los padres maristas y decidió luego formar parte de nuestro clero Arquidiocesano. Dios guíe los pasos de éste nuevo sacerdote.
Hoy día de Pentecostés y día del Seminario se celebrará una misa en Catedral, presidida por nuestro querido Arzobispo Mons. Reinaldo y donde otorgará el ministerio del lectorado a José Padrón, Greivin Fagundez y del acolitado a Marquiz Castillo, jóvenes seminaristas de Valencia que caminan hacia el sacerdocio. Tendrán la facultad de ser lectores y predicadores de la Palabra de Dios y podrán asistir al sacerdote en la celebración de la Eucaristía y llevar la comunión a los enfermos. Bendiciones para ellos y sus familias.
Ilustración: Bryce Hudson.

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