sábado, 11 de mayo de 2013

NOTAS SOBRE EL FASCISMO (4)

EL NACIONAL - DOMINGO 24 DE OCTUBRE DE 1999, Caracas, 13 de mayo de 2002
Los Vargas Llosa ante la hora del fascismo
Esteban Emilio Mosonyi

Leímos con verdadera fruición el extenso y documentado artículo de Mario Vargas Llosa titulado “¿La hora del fascismo?” (El Nacional, 28 de abril pasado, página A/11), cuyo contenido compartimos en una proporción muy amplia. Es realmente espantosa la proliferación en el continente europeo de los movimientos nacionalistas de ultraderecha, y su ascenso al poder se está dando tal vez en la mayoría de sus países: Austria, Francia, Italia, Bélgica, Holanda, Dinamarca... y nos estamos quedando cortos. No se necesita mucha imaginación para afirmar que ciertos fundamentalismos entronizados en otros continentes están bastante emparentados con esta misma matriz ideológica.
Vargas Llosa hace muy pero muy bien en fustigar la resurrección de estos nacionalismos fanáticos, estúpidos y asesinos; la discriminación brutal y racista contra los inmigrantes procedentes de otros continentes y portadores de identidades y culturas distintas; incluso el posible retroceso a los enfrentamientos entre países europeos, anteriores a la Primera Guerra Mundial y aparentemente cancelados con la instauración de la Unión Europea. También tiene razón el renombrado escritor cuando se refiere a la increíble torpeza de la extrema izquierda en su afán de acumular errores, insistir en la estatificación stalinista e incurrir en diagnósticos y soluciones de un simplismo ahistórico, carente de imaginación y matices.
Donde divergen nuestros caminos es en la percepción de las salidas más justas y viables a partir de esta peligrosa encrucijada. Por nuestra parte estamos convencidos de que la receta ofrecida por Vargas Llosa y sus congéneres, los intelectuales neoliberales y defensores enceguecidos de la globalización más ortodoxa, es altamente contraproducente: suerte de reactor nuclear a punto de estallar cual un verdadero Chernobyl ideológico.
Sucede que los epígonos acríticos de la tendencia globalizante política, financiera, militar y mediática tapan su rostro ante el desmoronamiento acelerado de los países menos favorecidos, que son justamente aquellos que generan enormes contingentes migratorios hacia los orgullosos países europeos: comenzando tal vez por ellos mismos en su condición de intelectuales desplazados y casi apátridas. Tampoco parecen percatarse del marcado debilitamiento de las clases medias y trabajadoras del propio continente europeo, frente al comportamiento anárquico de un mercado cada vez más irracional. Hasta optan por despojarse de sus propias raíces culturales e identitarias, para ponerse dócilmente a las órdenes del inefable american way of life en su versión más baladí, por cierto enérgicamente rechazado por norteamericanos pensantes como Noam Chomsky. Para remate, despotrican ferozmente contra la sociodiversidad constituida por el amplio espectro de pueblos, culturas e idiomas amenazados por estructuras transnacionales de poder, al servicio del pensamiento único y la nostalgia unipolar hacia un mundo bélico, expoliador, consumista y antiambiental.
Quisiera, no obstante, concluir estas líneas con una nota constructiva de llamado a la interlocución sincera y desprejuiciada, al intercambio de ideas sin recurrir a posturas irreductibles ni cerrar el paso a iniciativas comunes y quizás solidarias.
Composición gráfica: Erik Johansson.

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